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Una serena  velada musical. Ese es el apreciable equipaje sonoro que nos trajo Cass McCombs desde el otro lado del océano.

Un country reposado, esquivo y urbano. La música de Cass McCombs tiende a la serenidad, a la búsqueda a tientas de la atención de quien la escucha. Quienes acudimos a disfrutarla la pasada noche pudimos certificar que éste nómada empedernido disfruta dosificando esa falsa prudencia tras la que agazapa su profundo encanto.

Cantautor estadounidense de penúltima generación,  McComms se presentaba ante un escaso público para, en teoría, ofrecernos la versión en directo de su curioso último –y doble- trabajo.

El año pasado McCombs publico dos álbumes bien distintos. Haciendo mediar nada más que el corto espacio de unos pocos meses, el músico publicó “Wit´s End” y “Humor Risk”. El primero es un notabilísimo trabajo que nos devuelve al McCombs más íntimo, profundo y sobrio. El segundo, en cambio, es musicalmente menos conciso, mucho más abonado a la variedad de ritmos.

Finalmente, de “Wit´s End” sonaron dos únicos temas (“County Line” y “Hermit´s Cave”), mientras que de “Humor Risk” fueron incluidas “Love Thine Enemy” y “Robin Egg Blue”, con diferencia, junto con “Subtraction”,  los momentos más eléctricos de la noche. Esto es, McCombs optó por brindar un sintomático rastreo por toda su trayectoria pasada.

El resultado fue impecable. Una exhibición en toda regla de un músico que no necesita hacer concesión alguna a una galería, quizás, más esperanzada o proclive a una vertiente más briosa y enérgica. La apuesta del estadounidense corría el riesgo de que alguien pudiera catalogarla de monótona, grisácea o poco espectacular.

De hecho, por primera vez desde que esta en funcionamiento la presente corresponsalía valenciana de Slithersmusiczine.com, hubo una encendida divergencia de opiniones. Vamos a ver, la cosa no llegó a extremos  de que quien no conducía se quedara colgado en el centro de la capital, en busca de otro conductor que se apiadara de su abrupta circunstancia. No. No hubo conato de desprecio intelectual,  pero hubo disparidad de sensaciones.

Digamos que al sector más miserablemente joven, curtido, especialista y también bregado en macrofestivales, lo ofrecido por McCombs le pareció repetitivo, poco entusiasta y algo plomo. Por el contrario, al vector más entrado en calva, barriga y años colgando el concierto le entró como un caldito caliente en invierno.

El recital de McCombs fue un claro ejemplo de rigor y de empeño en esa coherencia. El cantautor y sus tres acompañantes sobre el escenario definieron un  sensible ejercicio musical, en el que se pudo saborear la hondura de su trabajo grabado. El esfuerzo de esa apuesta carente de estridencias, sin embargo, no dio como resultado frialdad o inexpresión alguna. McCombs se mostró asequible, cercano, siempre intentando que la distancia con el público fuese la más corta.

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Para que esto fuera así, McCombs lució con ironía y nitidez una baza limpiamente ganadora: su voz nítida, cultivada,  y sabedora del sentimiento o de la expresión que se pretende exhortar. Sin esfuerzo potenciador alguno, el cantautor impuso su destreza frente al micro, desde la formidable “My Master” que abrió el repertorio, hasta la contagiosa “That´s that”, que sonó en sus postrimerías.

Ni siquiera una breve interrupción motivada por la exigencia de un cambio en la iluminación alteró el agradable fluido de melodías. Así lo imponía la fácil desenvoltura con la que iban sucediéndose “Hermit´s cave”, “Angel blood” o la tersa “Harmonía”.  La noche tenía cadencia de río caudaloso en tramo de avance calmado. De esa apetecible sencillez cargada de fluidos internos,  no se apeó nunca.

A estas alturas del escrito huelga decir que el cronista más viejuno de los dos Slitheros allí destacados es el que firma el artículo. Habrá que confesar que, por ahora, es el más inexperto. Insisto de nuevo, al más sabedor y al más curtido de tímpanos, la cosa no le pareció para tanto. Yo reconozco  que sentadito en silla alta, apoyado en una mesa-mostrador, a una cierta distancia del público agolpado sobre el escenario,  paladeando el espectáculo a bordo de buena cerveza…  McCombs entró fácil, envolviendo y pellizcando.

A los mayores es que nos va movernos sobre aguas plácidas.

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