Una montaña rusa de estados de ánimo
El otoño se tornó en invierno en Madrid el día que Arctic Monkeys aparecían en el Palacio de los Deportes para presentar AM, su quinto disco, catalogado como el más maduro para unos y el más soso para otros. Atrás quedaron los flequillos que tapaban la frente y las camisetas de manga corta y con ello el derroche energético y frenético para dar paso a otra etapa, otro nivel en el que la técnica y la elegancia están por encima de la improvisación y la locura.
¿Es esto un problema? No para las más de 16.000 personas que se congregaron en la capital para comprobar por ellos mismos como sonaba el último disco de los chicos de Sheffield. Aunque antes había un aperitivo de lo más suculento con nombre propio: The Strypes. El cuarteto irlandés vino con hechuras de veteranos a pesar de haber publicado dos EPs y un LP en solo un año y que ninguno de sus integrantes tenía la mayoría de edad. Quién lo diría. Hablan de que sus referencias están en los Yardbirds, Chuck Berry, Dr Feelgood y el blues y rock & roll de los 60s y 70s y personajes tan dispares como Paul Weller, Dave Grohl y Elton John se han declarado seguidores suyos. Hype de manual.
Empezó Ross Farrelly y los suyos a desgranar Snapshot a base de guitarrazos y energía, más cerca de The Hives que de Jeff Beck. Con el recinto a medio llenar todavía y con las ganas de ver a Arctic Monkeys cuanto antes, el público que había no respondió como se podía esperar hasta que llegaron los últimos temas, los que coqueteaban con el country y el rock acelerado como si de un Jake Bugg con ocho cafés se tratase. Colofón en la cumbre y a esperar.
Haciéndose de rogar y pasadas las diez de la noche aparecían los monos sin más artificio que dos letras gigantes haciendo alusión al título de su último álbum y un sistema de luces juguetón. Do I Wanna Know? era la elegida para disfrute del personal y encabezaba el bloque de saltos: Brianstorm, Dancing Shoes, Don't Sit Down 'Cause I've Moved Your Chair y Teddy Picker del tirón, sin respiro. Se preveían agujetas el día siguiente.
O no. Porque decidieron bajar la intensidad para convertir una algarabía multitudinario en una pequeña velada íntima. Crying Lightning, Fireside y Reckless Serenade fueron las elegidas para introducirnos en un estado de sosiego embriagador solo alterado por Old Yellow Bricks para seguir por los mismos derroteros de AM con One for the Road, Arabella y I Want It All.
La locura se volvió a desatar con I Bet You Look Good on the Dancefloor demostrando que Whatever People Say I Am, That's What I'm Not sigue estando muy presente a pesar de los siete años que han pasado desde su publicación.
Cómo si de una montaña rusa se tratase, volvíamos a bajar acompañados de Alex Turner haciendo el papel de seductor interpretando Cornerstone, Piledriver Waltz y Why'd You Only Call Me When You're High?. Magnífico para los que gustamos de la cara más madura de Arctic Monkeys, un drama para los jóvenes ansiosos por saltar.
Pero había para todos y Fluorescent Adolescent volvió a hacer sudar al público. Otro guiño a un pasado cada vez más lejano y preámbulo de un presente dulce como el de I Wanna Be Yours, preciosa canción que cerraba el concierto a la espera de los bises donde sonaron Snap Out of It, Mardy Bum y una R U Mine? descafeinada para despedirse.
Así terminaba el periplo de Arctic Monkeys por Madrid después de una hora y media de contrastes, derrochando calidad y demostrando que no es necesario exprimir el pasado para elaborar un próspero presente y un largo futuro