20 años de nada.....
Tras unos días recuperando las fuerzas y poniendo en orden todo lo sucedido, aún resulta difícil desprenderse de algunas sensaciones vividas durante esos tres calurosos días. Como cada año, condensar las experiencias de todo el festival en unas líneas siempre se convierte en una tarea algo complicada. Nos encantaría explicar cada momento vivido, cada anécdota, cada historia, cada personaje que nos hemos cruzado...pero no puede ser. Sonar 2014 nos ha dejado, como es habitual, una serie de actuaciones memorables, momentos no tan memorables y nos ha permitido sacar llegar a unas conclusiones respecto a algunos temas ya comentados hace un año.
Sónar de día
Sónar de día sigue siendo la parte de este festival que marca la diferencia. Así como en el de noche la premisa básica es evidente, Sónar de día ofrece tantas opciones, tantas actividades y tantas rutas como personas acuden al festival, que puedes leer esta crónica y preguntarte si hemos asistido al mismo festival. La reubicación del Dôme propició que el trasvase de gente entre este escenario y el Village fuera mayor, lo que también ayudó a que el personal fuera probando las diferentes actuaciones. A medio camino entre el Village y el Hall nos encontramos con el Machine Variation de Bernier y Messier, esa gigantesca instalación de madera, cables y otras piezas con la que el dúo ofrecía un breve espectáculo de música y física y comportamiento humano. A su lado, el ambicioso proyecto de media art de Carsten Nicolai, SonarPlanta, una instalación audiovisual de 36 metros en el que se proyectaban diferentes piezas de esta obra. Formas, luces, sonido sinuoso y oscuridad total en para quedarse embobado.
En el Dôme, el escenario programado por la Red Bull Music Academy, hubo momentos para todo. Inauguró el festival el sueco Harald Björk, que no se andó por las ramas y a su live de techno le añadió algunas dosis de acid y house. Sonido clásico actualizado para deleite de los primeros asistentes. Le siguió el japonés Emufucka, sus beats futuristas viajaron más al presente, mucho trap y por momentos recordando incluso al sonido más bakalao y makinero que tanto hemos vivido por estas latitudes. En algunos momentos se hizo repetitivo tanta melodía machacona. Diferente fue la actuación del francés Débruit y la sudanesa Alsarah. Como en su trabajo conjunto, los beats preciosistas junto con los instrumentos tradicionales de Sudán sirvieron a la perfección la voz de la joven Alsarah, encantada de ver un Dôme lleno ansioso por moverse al ritmo de la música de su tierra natal.
El viernes empezamos con el cachondo de Arufe, que le costó más bien poco armar una buena. Poco le importaba al MC que fueran las 13:00, pues apoyado por Judah se propuso repasar su trayectoria, animar a los allí presentes a moverse, y acabar a lo grande. Todo con su habitual tono desenfadado y buenrollista. Ahora bien, si alguien se coronó en el Dôme el viernes fueron los peruanos Dengue Dengue Dengue, que ante un público que abarrotaba el sitio. Cumbia, mucha cumbia, sobre todo digital, pero con algunos destellos de la cumbia original y clásica. Todos bailamos al son de la cumbia. En pocas palabras, estuvieron fantásticos. Y tras el vendaval cumbiero llegó el norteamericano Octo Octa, que destiló house a lo 100% Silk, clásico pero moderno, toques disco y soul en su justa medida. Fácil. Fácil también lo puso Astroboyz, que despachó un live ante los más valientes que se atrevieron a presentarse el sábado a las 12 del mediodía. Los afortunados allí presentes disfrutaron de un live repleto de house, bass, acid y disco, todo con un toque jazz. Hubo de todo y todo bien. Más que justa su inclusión como alumno en la RBMA y un regalo para los demás poder disfrutar de su talento. Nos llevamos una decepción notoria con Rudi Zygadlo. El compositor británico, con una facilidad pasmosa para crear melodías, echó para atrás a los presentes con una voz desafinada que destacaba por encima de su música. Una pena. También podría calificars de decepción, por lo prometido, la presencia de Dâm-Funk. ¿Dónde estaba el directo? Se presentó en el Dôme tras una mesa de mezclas, disparó synth-funk, disco y más funk, se dejó ir en un momento con el keytar y volvió a pinchar. ¿La sesión? Muy bien, una selección fantástica, pero queríamos y esperábamos otra cosa.
En el Hall vimos a Balago, que confirmaron en su directo lo fantástico que es su último trabajo, Darder. Ambient, krautrock tirando a kosmische, el espacio exterior y una atmósfera envolvente y oscura. Ahí apareció también Nils Frahm, que ha sido otros de los triunfadores de esta edición. Su evolución de compositor minimalista e intimista a genio ha sido meteórica. Acompañado de sus pianos y de espaldas al público, dio la sensación de ser un alquimista loco trasteando con sus herramientas. Sus temas, siempre de menos a más, culminando siempre en el punto más álgido, fueron inyecciones de épica y adrenalina ante un público que quiso más. Nos convirtió en adictos
a su obra. Por su parte, Forest Swords se encargaron de transportarnos al medio de un bosque con su melancolía orgánica, sus bajos lejanos, guitarras escondidas, ritmos destartalados y atmósferas pantanosas. Y habrá que preguntarse qué pasa con Jon Hopkins para que abarrotara hasta los topes el Hall. Perdón, no es que lo abarrotara, es que había público, entre ellos nosotros, que estaba fuera del escenario, llegando a los baños, un poco más y en el Village. Su revisión de la IDM más clásica nos llegó casi como un susurro, casi música de fondo y ante estas perspectivas, poco más podíamos hacer. El sábado nos llevamos otra sorpresa con Audion, que se cargó el equipo y alteró toda la ruta programada.
En el Village, el escenario estrella por excelencia y para muchos lugar donde asentarse desde el inicio hasta el final, ofreció de todo. Nev.Era abrían el jueves con su electrónica post-rock gélida y austera. Quizá no era la hora ni el lugar adecuado. A ellos les siguieron Discos Paradiso Crew, con Bruce Lee y Bobby Garcia repasando la electrónica en todas sus vertientes. Entre Dj Krush y Ace Of Base tuvimos reggae, dub, downtempo, techno, house, disco, acid... Todo. Un repaso a lo que fue, es y será la electrónica en todo su esplendor.
BFlecha apareció en el Village como artista consagrada ya gracias a su último trabajo, βeta. Abrió con Ceja de Carnival y a partir de ahí, fiesta. El siguiente paso es darle más empaque a su directo, acompañarse de una banda o alguna cosa más. El joven canadiense Ryan Hemsworth despachó un set de beats, maximalismo, r&b como quien hace una tortilla, con la naturalidad y tranquilidad del que sabe hacer las cosas bien. Machinedrum destacó con su presentación de Vapor City, su último trabajo. Acompañado de un batería y él con guitarra, recuperaron la grandeza del jungle y el drum'n'bass primerizo. Daniel Millero se dejó de pionero del technopop y sonido ochentero para regalar al personal un set de house ibicenco que encandiló a las primeras de cambio. Y claro, con la gente ya a la gresca, llegó Plastikman.
Con su obelisco en el centro, presentó su primer trabajo en diez años, este Ex, que mantiene la esencia del sonido Plastikman, pero que no acabó de convencer en su puesta en escena. Sería la hora, sería culpa de Daniel Miller o sería culpa de que la idea no daba para más. El obelisco no aportaba demasiado al live, con algunos destellos de luz verde o blanca sin demasiado historia detrás, sincronizado con algunos de los sonidos y ya. El viernes apareció Sanatruja, ataviado con ese peculiar traje y que confirmaba que si Canadá tiene a Ryan Hemsworth, nosotros tenemos a Sanatruja. Más r&b, un poquito de trap, mucha slow jam. El aragonés Dj Der empezó a animar a los asistentes con una hora de techno seco, crudo, muy clásico, sin alardes ni frivolidades.
Como debe ser, al fin y al cabo. Tras él llegó la happy hour con FM Belfast. Su pop electrónico marcadamente festivo, alegre y desenfadado terminó por encender a un público que poco le importaba la impresionante solana que caía sobre el Village y se lo pasó en grande ante un directo que si bien animó a la gente, a las primeras de cambio demostró que no había mucho más que rascar, una y otra vez la misma idea. Por su parte, Bonobo vino muy bien acompañado y nos regaló momentos cargados de melancolía y beats. Ante el rumor que circuló las horas previas a la actuación de Theo Parrish y la melopea que pilló en el hotel, nada mejor que aparecer en escena a la hora indicada. Si era su maleta, si estaba en condiciones o no, pues no lo sabemos, pero que Theo su puso las pilas y entre sus habituales jueguecitos con la mesa de mezclas, que si ahora saturo, que si ahora te dejo sin graves, que si etc. pudimos disfrutar de soulful house, del sonido habitual de Detroit y Chicago, de aquél que siguen practicando y viviendo.
El sábado vimos a Glue Kids, que se dejaron de funeral hop y apostaron todo a beats coloridos, un poco de bass y a mover el esqueleto. Esto último lo tenía marcado a fuego Spoek Mathambo, que se dejaron de historias y de su sonido más polifacético para soltar toda la matraca. Ritmos africanos, melodías punzantes y un guiño a Mujava para no parar de bailar y moverse al son de Spoek Mathambo y su colegui Dj Spoko. Kid Koala siempre ha sido un prodigio delante de los platos, artesano del scratch y otro digger consumado. Su último show, este Vinyl Vaudeville 2.0 promete más de lo que ofrece. No es que decepcione, sino que se convirtió en un espectáculo sin demasiado sentido. Un inicio fulgurante con destellos de Metallica y The White Stripes, drum'n'bass dio paso a canciones infantiles, joyas blues y alguna que otra paranoia todo adornado por tres bailarinas que iban cambiando de vestuario a juego con la música. Incursiones entre el público de un Kid Koala que debió perder tres o cuatro kilos de peso dentro de ese disfraz de koala. Sus intentos por dotar de algo más su directo son encomiables, pero a bien seguro que muchos habríamos disfrutado mucho más si se hubiera dedicado a hacer lo que sabe hacer, que es pura artesanía en los platos con joyas ocultas, mezclarlas y crear música nueva mientras muestra su habilidad con el scratch, todo a la vez. Finalmente, Dj Harvey cerró Sónar de día como se merecía. Un set totalmente bailable, sin demasiadas complicaciones y mostrando su pericia a la hora de eleegir los temas. Un valor seguro que no defraudó.
Y no, no nos hemos dejado a DESPACIO. Lo hemos reservado para el final, porque si hay un triunfador entre los triunfadores, este fue DESPACIO. Fuimos los primeros en degustar este fantástico proyecto de James Murphy y 2manydj's. Fueron 18 horas a lo largo de los tres días en las que ese escenario especial creado para la ocasión, ese escenario circular rodeado de torres de altavoces de 3 metros, que sumaban 50.000 vatios de potencia de McIntosh. Oscuridad, sudor y disco, funk y soul a puntapala. ¿Paradise Garage? ¿Warehouse? ¿The Loft? Muchos hemos leído sobre esos legendarios clubs donde surgió todo, hemos leído todo sobre su historia, anécdotas, mitología...Y DESPACIO puede ser lo más cercano a esa experiencia que podamos vivir los que nos ha tocado vivir aquí y ahora y no allí y entonces. De verdad, hay que aplaudir a Murphy y los Dewaele por esta idea, que ya se ha confirmado en otros festivales y que el público ya suplica para que el año que viene regrese, pues las colas para entrar eran tremendas y muchos entraron a primera hora para no salir hasta la hora del cierre. Ha sido, como hemos dicho, el triunfo entre los triunfos, uno de los momentos clave de esta edición de Sónar, algo único e irrepetible por lo ambicioso, original y mastodóntico que fue esta propuesta. Y sí, que repitan.