Bon Iver Bon Iver

 


Bon Iver

Bon Iver

[Jagjaguwar y 4AD; 2011]

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Han tenido que pasar más de tres meses para poder enfrentarnos al segundo disco de Bon Iver. La espera ha merecido la pena.

¿Qué se puede esperar de alguien que dejó el listón tan alto en su debut? La respuesta se intuye con la pregunta: algo peor, no solo porque es difícil llegar al mismo punto donde uno estaba sin que el tedio y la reiteración aparezcan sin avisar sino porque las circunstancias que rodeaban a Vernon con For Emma no eran ni de lejos las que le acompañaban ahora.

Uno tiene que descender a los infiernos para encontrar quien es realmente y eso es lo que hizo Justin. El problema es que cuando se pasa del infierno al paraíso en el tren del dinero uno tiene que ser muy fuerte para no cagarla en el siguiente paso.

Dejad que os pongamos en antecedentes, verano del 2006, nuestro protagonista pierde a su grupo, a su chica y encima sufre una mononucleosis que le costó curar algo más de lo habitual. Ante tal panorama decide aislarse durante tres meses en una cabaña en mitad de un bosque, comenzaba el invierno de Justin, nacía Bon Iver (buen invierno). En febrero de 2008 sale al mercado “For Emma, Forever Ago” y a partir de aquí, la locura. Entrada en casi todas las listas de ventas, giras, colaboraciones, apariciones en programas de televisión y el omnipresente Kanye que se interesa por él. Imaginadlo, una persona muy humilde que hace uno de los mejores discos de la década estando totalmente aislado de repente se ve rodeado de flashes, fans, codeándose con raperos como Kanye West y saliendo incluso en algún concierto de éste. No se como alguien puede parar la locomotora social que esto supone e irse a Wisconsin a su propio estudio y empezar a grabar con una perspectiva totalmente opuesta a la que tenía en su primer disco.

El hecho de titular el disco con su propio nombre, como suelen hacer los grupos que empiezan, marca una nueva era en la que como poco, se reafirma.

Los temas del disco toman el nombre de sitios geográficos reales, suponemos que con alguna historia entrelazada de las que poco sabremos como ya sucediera con su primer álbum y es que las letras de Vernon no son fáciles de descifrar. Quizás el secreto del disco, o mejor dicho, el secreto para entender el disco lo encontramos al cerrar los ojos y dejarnos llevar, como si estuviésemos escuchando un disco de Sigur Rós donde no tenemos la más remota idea de lo que nos dicen pero si podemos atisbar lo que nos cuentan a través de su música.

Justin ya no está deprimido, es un hecho indiscutible que podemos comprobar con temas como Towers donde el falsete sigue siendo el protagonista pero el ritmo describe a la perfección su estado de ánimo y todo ello sin perder su estilo, véase Holocene donde su herencia del boss se hace presente de manos del saxo. También encontramos algunas rarezas muy interesantes como Hinnom donde la parte digital toma un protagonismo antes nunca visto en Bon Iver. Y como colofón tenemos la clara influencia de Phil Collins, Beth / Rest, no sabemos si es un giño a génesis pero no son pocos los que nos hemos acordado del británico escuchándolo.

Sobresaliente alto al trabajo de Bon Iver que ha sabido sorprender y gustar haciéndolo sin tener que hundirse, también se puede escribir y componer desde la más humilde felicidad y hacerlo bien.

Bon Iver – Bon Iver

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