Oneohtrix Point Never Photo Credit Timothy Saccenti

Analizamos la cuota de cartel más experimental del Sónar 2014

Ben Frost estará de nuevo en el festival presentando su último trabajo, alejándose de los sonidos más orgánicos y adentrándose de lleno en un mundo futurista, gris y agresivo. Precisamente dos mujeres encarnan también, a su manera, esta visión sombría del presente y el futuro. Inga Copeland y Laurel Halo, también utilizan ambientes oscuros, elementos del dub y el ruidismo más conceptual aderezados con voces cálidas y lejanas. También otra mujer, Anya Kuts, conocida como Love Cult, experimenta con las formas más elementales de la música, creando temas que se funde entre lo real y lo onírico, sensaciones a flor de piel. Más variopinto y clásico es el sonido de Chris Madak, compositor y estudioso de todas las expresiones que salen y viven dentro de ese concepto llamado electrónica y que filtra con precisión. Desde el drone más turbio hasta el ambiente más reflexivo. Roll The Dice ejemplifican como nadie el concepto de paisaje sonoro. Minimalistas y grandilocuentes a la vez, el dúo pone su discurso musical al servicio de lo visual y de las emociones que de ello se derivan.

Forest Swords puede aunar todo lo anteriormente relatado y a la vez no mostrar ni un ápice de ello. El proyecto del británico Mathew Barnes atrapa al oyente por su melancolía arrebatadora, capaz de provocar emociones con cualquier ritmo y melodía, ya sea recogiendo elementos de library music, desnudando las bases del hip hop, flirteando con el downtempo de los 90, simplificando (aún más) el dub o dándole mayor sentido y veracidad a aquello de electrónica paisajística. Otro de los grandes nombres de la electrónica experimental, por simplificar, es Daniel Lopatin, esto es Oneohtrix Point Never. Libertad total para ahondar en la relación entre la sociedad y la música, Lopatin ahora traza el nexo entre la música, el sonido de nuestros días y nuestra reacción ante ello. Con una facilidad pasmosa para elaborar melodías y texturas futuristas, se une su incansable afán de descubrir sonidos, voces y expresiones que surgen de la televisión, internet y del día a día de una sociedad cada día más unida por las nuevas tecnologías y tan alejada a la vez.

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Matmos son, por méritos propios, uno de los nombres claves de la IDM. Su talento es solo equiparable por su imaginación. Expertos en convertir en sample cualquier sonido que podamos imaginar – y también de aquellos que no podemos imaginar-, los norteamericanos han convertido todos sus trabajos en una experiencia única, algo que también podemos aplicar a sus directos. En cambio, el compositor polonés Robert Piotrowicz aboga por los elementos clásicos de la electroacústica, la experimentación y la composición para otros campos artísticos, recogiendo elementos externos de la música y buscando el punto de encuentro.

Por último destacamos al pianista y compositor alemán Nils Frahm. A pesar de su juventud, el talento natural para tocar el piano y darle un nuevo sentido a este instrumento le han otorgado el estatus de músico de prestigio. Electrónica y clásica se dan la mano de la manera más sutil y minimalista, donde la improvisación y experimentación son esenciales para llevar cabo su discurso. 

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