MUSTANG, de Deniz Gamze Ergüven
NOTA: 4.9
Multipremiada, arrasando en el panorama cinematográfico internacional de la pasada temporada, recogiendo un unánime y entusiasta reconocimiento crítico, MUSTANG corre el serio peligro de convertirse en una de las películas más sobrevaloradas de los últimos tiempos. Muy astutamente, su directora, Deniz Gamze Ergüven sabe compendiar en ella una suerte de elementos, que, eso sí, capturados todos ellos con una nada despreciable verosimilitud, saben estar debidamente aliados en el cometido de superar el flagrante embeleco desde el que está fabricada. Y hablamos, sí, de fabricación. La verosimilitud citada no acontece en calidad de pureza consecuente a una inaprehensible encrucijada de confluencias inmediatas, sino a una arquitectura de cálculos bien premeditados, que, por abuso de esa premeditación, apenas sí tardan en evidenciar su decepcionante comodidad, su fragosa condición de trampa.
El film nos traslada hasta una localidad costera turca, sita en el norte de aquel país, junto al Mar Negro. Es verano. La secuencia de apertura nos presenta a un grupo de adolescentes en lo que podría ser la última jornada de su calendario escolar. Muy pronto la observación se detiene en un grupo de cinco hermanas. Es verano. De camino a casa, vestidas con el uniforme escolar, no se resisten a celebrar junto a otros compañeros jugando en una playa. Se tiran agua, algunas se suben a los hombros de aquellos, se enfrascan en la típica pugna acuática, sin saber que una vecina las está atisbando. Al llegar a casa, su abuela las recibe de forma agresivamente acalorada. Le han dicho que sus nietas se han comportado de forma indecente. Nos damos cuenta de que las cinco son huérfanas y que viven a recaudo de aquella. La insospechada afrenta aumentará su intensidad con la llegada de un tío que decide encerrarlas en la casa para siempre, disponiendo para todas un destino que en modo alguno ellas están dispuestas a asumir.
MUSTANG, por lo tanto, viene a postularse como una sincera aproximación al problema de la situación de la mujer en los países islámicos: al de su sempiterna condición de sometimiento al imperativo de unas costumbres arraigadas durante milenios, de unos hábitos completamente ofensivos para con su plena realización como seres humanos, de unas exigencias impuestas por el varón dominante, de unos acatamientos imposibles de contestar. Este afrentado grupo de adolescentes asume con celeridad su condición de nada disimulado símbolo de todo ese cúmulo de aberrantes designios arcanos.
El relato de las consecuencias posteriores a ese acto de espontánea forma de celebración conjunta que ha sido el juego en la playa, evidentemente, se ceñirá al modo en el que las protagonistas irán asumiendo tanto su severo encierro como las decisiones que con sus respectivas existencias van a ir tomando los inflexibles familiares. Además de una agria pena de encarcelación en el hogar, deberán vérselas con el intento de reconducción de comportamientos y modos de pensar, y, sobre todo, con los planes de casamiento obligatorio al que van a ser inclinadas. MUSTANG, no hace falta incidir demasiado en ello, trata de recrearse grácil, luminosa y dolidamente en una suerte de alegoría evidente sobre la dureza de ser mujer en un ámbito sociogeográfico en el que intentarlo significa renunciar, rabiar, penar en el intento.
Más allá de la escasa sutilidad de intenciones, la realizadora apuesta por repasar los contenidos impuestos por el material escrito para el film imponiendo un acercamiento a sus personajes en el que prima la escrutación desenvuelta, franca, desinhibida, crédula. Con diferencia, lo mejor del film lo brinda la frescura y la llaneza con la que son encuadradas las vicisitudes de interior retratadas. En ese sentido, es cierto, no cabe más que reconocer la respirable naturalidad que Gamze Ergüven sabe extraer de la magnética implicación de las cinco intérpretes. Sacando un partido máximo a la luz impuesta por el marco geográfico y a la pronta complicidad establecida entre aquellas, huyendo de una afectación dramática exagerada, dando más importancia a la observación de escenas colectivas de cariz sosegado y desenvuelto que a la esperable sucesión de desgarros y destemplanzas propias de este tipo de planteamientos denunciativos, el film tiene la virtud de saber encontrarse a sí mismo el punto perfecto desde el cual emplazar significativamente el carácter jovial, inquieto, interrogante, contestatario y pujante propio de las características de la edad de sus personajes principales y de los férreos lazos fraternales establecidos entre ellas.
Sin embargo, tal y como ocurriese en esa otra cumbre de la trampa hábilmente camuflada de estilo que es WHIPLASH, de Damien Chazelle, MUSTANG en ningún momento, pese a que lo intenta con abnegada entrega escénica, tiene la intención de solucionar el fraude gravoso que la origina. El guión del film parte de un condicionamiento absolutamente empobrecedor: la nula intención de ahondar en el mal explicitado. Resulta del todo inaceptable la escasa perspicacia con la que se plantea el conflicto, la paupérrima paciencia prestada a la figura de la abuela y a la del tío, y, fundamentalmente, a la exagerada intencionalidad dogmática con la que se abruma al personaje de la hermana más joven. De resultas de tan abrumadora penuria conflictiva, se impone un maniqueísmo de brusquedad telefílmica prácticamente irresoluble, que, por lo tanto, agrede la honestidad de un film que en todo momento se las da de sincero, limpio y emocionante.
Además, la realizadora se excede en demasía recreándose en la irresistible fotogenia de las actrices y, en algunos momentos, su realización no duda en salpicarse de un innecesario tono publicitario que, desde luego, se vuelve en contra de una historia que se quiere alejada de ese tipo de banalidad encuadrativa. Necesaria, bienintencionada y ágil, con todo, MUSTANG se sitúa muy lejos del film que ansía ser. La negación de un análisis mucho menos superficial acaba jugándole una muy mala pasada: la de dejar convertida la hondura de su diatriba en grito plastificado, en alarma de almanaque.