EL CUENTO  CUENTOS POSTER

EL CUENTO DE LOS CUENTOS, de Matteo Garrone

Nota: 4.5

Poco a poco, Matteo Garrone va cumpliendo el zigzagueante protocolo requerido para convertirse en un realizador perteneciente al grupo de los llamados incatalogables; es decir, a esa clase de profesionales del séptimo arte que suelen embarcarse en obras que, casi obcecadamente, tienen como primer parámetro motriz el hecho de constituirse, en apariencia,  siempre en las antípodas condicionadoras de su obra inmediatamente anterior. Steven Soderbergh, por ejemplo, podría ser buena muestra de este tipo de eclécticos convencidos de que en el surtido esquivante está la virtud.

El transalpino, tras lograr un merecidísimo reconocimiento internacional gracias a la abrumadora urgencia mediante la que supo solventar un producto tan polémico y peligroso como GOMORRA, se embarcó en un fallido retrato de la estulticia mediática actual de la mano de REALITY, obra en la que, justo al contrario de su predecesora, caía preso de una voracidad en exceso tolerante de la grandilocuencia desmedida y de la evidencia apabulladora. Ahora, tratando de procurar un atractivo y arriesgado viraje a su trayectoria, sorprende a la platea internacional con una osada intentona narrativa: la adaptación al cine de tres relatos incluidos en una de las compilaciones del crucial Giambatista Basile, autor napolitano del siglo XVIII, especializado en relatos cortos, que, según consenso generalizado, fueron decisivos en la deriva del cuento literario procurado por, nada más y nada menos, que los hermanos Grimm, Andersen o Perrault.

El objetivo del director, por lo tanto, sería el de investigar, ahondar, poner de relieve la naturaleza cruel que sirvió de origen a los referentes del cuento contemporáneo transitado por estos eméritos citados. De ahí que sea muy evidente la huida frontal de Garrone con respecto a la forma en la que, en numerosas ocasiones, el cine, atendiendo quizás en exceso a una infantilización excesivamente taquillera, ha sucumbido a la hora de proponerse adaptar esta clase de textos. Para que nos entendamos rápidamente, EL CUENTO DE LOS CUENTOS viene a exclamar con preclara ampulosidad que su apuesta se sitúa en el lado diametralmente opuesto al coronado por la factoría  Disney.El Cuento Cuentos 1

El creador de PRIMO AMORE trata de rescatar al género referencial de una degradación, de una impureza, de una falacia, imponiendo una suerte de recuperación de una madurez humillada con demasiada insistencia, yendo para ello a la búsqueda de un espectador adulto al que convertir en destinatario ideal de una obra libre de toda represión aliviadora, de toda rémora agresiva, de todo prejuicio contraindicado. EL CUENTO DE LOS CUENTOS reclama, desde el primero de sus planos, una revisitación arqueológica, empecinada obsesivamente con el respeto a la gruta, a la pureza brutal y despiadada inoculada pioneramente en la palabra original de los autores que practicaban este género, atendiendo muchas veces a la recuperación de aconteceres procurados por la tradición oral.

De resultas, su obra investiga con gusto en la barbarie fantástica implícita en la mayoría de las narraciones de este tipo: por un lado, tenemos a una reina que es capaz de acatar los riesgos de un hechizo mediante el cual conseguir quedarse embarazada; por otro, los esfuerzos de un par de vetustas ancianas por aparentar ser la mujer joven que un joven monarca ha creído intuir en ellas; y finalmente a otro rey empeñado en la crianza de una pulga gigantesca, a quien nada le importa el deseo de su hija por encontrar un príncipe casadero. Para elevarlas audiovisualmente, hay que reconocerlo, Garrone propone una puesta en escena apabullante, hermosísima, esmerada hasta el más insignificante detalle, espectacular, en el que tanto la fotografía, el diseño de vestuario, las localizaciones elegidas, a la música y el tratamiento del color rezuman la malévola festividad que impele al proyecto.

El Cuento Cuentos 2Sin embargo, EL CUENTO DE LOS CUENTOS, pese a contar con el favor de tan aparatoso compendio de bonanzas complementarias, apenas sí puede hacer nada contra un mal que la malogra en su interior: la mediación de un guión más que discutible que, fundamentalmente, comete un gravísimo error en el momento que tolera y sitúa en el epicentro medular de todo el lujoso dispositivo maquinado la mezcla narrativa de las tres historias prestadas por Basile.

Temeroso, quizás, de caer en ese lastre casi inherente al género que es el desequilibrio a la globalidad propinado por la desigualdad de interés entre los distintos episodios, el equipo de guionistas decide no optar por la sucesión yuxtapuesta de los tres cuentos, esto es, uno detrás de otro (de modo similar a RELATOS SALVAJES, de Damián Szifrón) y opta por una narración única en la que se trata de tejer un mínimo nexo de unión desde el que atender a las tres historias de modo paralelo.

No tarda nada en evidenciarse el principal enemigo de esa elección: el salto narrativo de uno a otro provoca el torpedeo constante a la necesaria concentración dramática que requiere cada uno de ellos por separado. En lugar de intensificarse uno a otro, se zahieren, se menoscaban, se obstaculizan. La presunta barroquización ansiada, la hipotética complejidad urdida se torna, por desgracia, capricho empobrecedor, lastimoso y engreído. El film se deshilacha por el terreno de la aparatosidad gratuita y de la banalización grandilocuente, sin, además, poder disimular el otro defecto de origen: la desigualdad en la calidad de la adaptación de los textos. El protagonizado por Salma Hayek resulta de una contundencia muy superior a la de los otros dos. Resulta descorazonador ver como el seguimiento torpedeado a la voraz evolución obsesiva de ese relato merma el caudaloso cúmulo de posibilidades de un argumento que, por sí solo, hubiera bastado para lograr el objetivo que, de esta manera, Garrone desprecia.

 

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