¿Alguna vez has pensado “cómo molaría tener una ‘maca’ en mi casa”? Galaxian, Shinobi, Ghosts 'n Goblins, Double Dragon, Outrun, Gauntlet, Street Fighter II.
Si ya tienes cierta edad es posible que recuerdes con nostalgia estos nombres. Eran algunos de los inquilinos de los salones recreativos; aquellos lugares llenos de luces, sonidos y adolescentes que introducían sin cesar monedas de cinco y veinte “duros” en esas adictivas máquinas, por la satisfacción de estar unos minutos aporreando botones, conduciendo coches de carreras virtuales o disparando contra zombies y otras criaturas. ¡Incluso meter veinte duros en la máquina que daba el cambio ya daba un pequeño subidón! El entretenimiento que ofrecían no tenía comparación, la satisfacción de terminar un juego por primera vez era indescriptible, jugar con un amigo era la experiencia de hermanamiento definitiva, y si podían jugar cuatro a la vez era ya sublime.
Con la evolución de las videoconsolas, éstas fueron comiendo terreno a las máquinas recreativas (o arcades) poco a poco, hasta llegar al punto en que era relativamente barato tener en casa una consola con capacidades y juegos similares a las recreativas. El sector de las recreativas reaccionó ofreciendo máquinas cada vez más “originales”, que no podíamos tener en casa: carreras de motos acuáticas, juegos de fútbol en los que realmente tenías que dar patadas a un balón, etc. Pero las partidas a estos juegos eran más caras y no solían durar mucho, y poco a poco los salones recreativos fueron perdiendo público y la mayoría acabaron desapareciendo.
Pero las consolas no mataron la semilla que había sido plantada en los corazones de muchos por esas maquinitas ruidosas, y si la evolución tecnológica permitió tener en casa consolas de videojuegos con gráficos superiores a los de las recreativas, también trajo consigo el fenómeno de los emuladores. Empezaron a aparecer programas que nos permitían jugar en nuestro ordenador a aquellos juegos de recreativas que seguíamos recordando con tanto cariño, destacando entre ellos MAME (Multiple Arcade Machine Emulator), y quedó claro que la gente no se había olvidado de “los marcianitos”. Gracias a estos programas, gratuitos y algunos de uso muy sencillo, podemos emular distintos sistemas en otras plataformas. Por ejemplo, en un PC se puede jugar prácticamente a cualquier juego de recreativa, consolas de 8, 16 y 32 bits (Gameboy, NES, Master-System, MegaDrive, SuperNintendo, etc.) y muchos otros sitemas.
Aunque parece lógico pensar que el buen recuerdo de estos juegos es solo “cosa de nostalgia” pero luego deben ser una birria comparados con los juegos actuales, la mayoría de las veces, cuando los probamos, nos sorprenden gratamente.
Son tan divertidos como los recordábamos. No tendrán el nivel técnico de los juegos actuales, puede que sus mecánicas sean simples, pero el valor de entretenimiento que ofrecen sigue siendo altísimo, y son tan diferentes con respecto a los juegos que se nos ofrecen hoy en día, que no se solapan entre ellos, sino al contratio: se complementan. Si quiero sumergirme en una aventura de tintes hollywoodianos, con una trama que me enganche, personajes cuidados, voces de actores reales, y otro sinfín de maravillas, puedo jugar a L.A. Noire, Uncharted 3 o muchos otros. Pero si quiero un chute rápido de pegar tiros, lanzar granadas, saltar, esquivar, destruir, con unos controles que en 15 segundos ya pueda comprender a la perfección, me pongo el Metal Slug. Lo que te da uno, no te lo da el otro, y viceversa.
Pero la historia no termina aquí: Internet evoluciona, los ordenadores con prestaciones para ejecutar emuladores se abaratan y los chavales que se dejaban la pasta en los recreativos ahora tienen entre 30 y 45 años.
¿Qué ocurre? Que los amantes de los juegos retro forman en Internet comunidades y foros de apasionados de las recreativas como retrovicio.org, y se dan cuenta de que ese sueño de tener una maca en casa no es un sueño, es una realidad. Y no necesitan tener una fortuna para comprar una máquina original con un juego original: pueden montar una máquina que por fuera es tal como la recordaban, y por dentro contiene un ordenador dedicado con un emulador con cientos de juegos que pueden seleccionar usando los mandos.
La experiencia es la misma salvo por no tener que echar las monedas en la ranura (aunque si quieres, puedes), y la relación satisfacción/precio es muy elevada.
Así que si tienes el espacio, la paciencia, las ganas y un poco de dinero: no lo dudes, ¡hazte tu propia maca! No es sólo un guiño a lo retro, un mueble peculiar que queda muy chic (u hortera, dependiendo de gustos) en tu casa, es una fuente de diversión inagotable, y el hecho de que sigan más vivas que nunca lo demuestra. Lo más difícil a la hora de tener tu propia máquina dicen que es “convencer a tu pareja”. Pero no te preocupes, existe una solución: siempre hay algún juego que les engancha (el Puzzle Bobble suele ser buena elección), sólo tienes que encontrarlo. Pronto te ganará de paliza y a partir de ahí todo es coser y cantar. Y si tu pareja es un chico... ¡no creo que te ponga muchas pegas! Y por supuesto no olvides invitar a tus amigos a casa y montar maratones. ¿Quién no recuerda los piques de Street Fighter II o Marvel vs. Capcom? ¿O las partidas cooperativas con Final Fight o Sunset Riders?.
Si además eres competitivo, hay sitios en Internet nacionales como retrovicio, o internacionales como MARP, donde se organizan de manera regular competiciones, incluso con premios, y se guarda registro de las mejores partidas y puntuaciones, con la posibilidad de descargarte las mejores partidas y poder visualizarlas en el emulador. Si crees que eres el mejor en aquel juego de fútbol, o en ese shooter de navecitas, o aquel beat-em-up... ¡ponte a ello y demuéstralo!