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Título original Cinco metros cuadrados

Año 2011

Duración 91 min.

País España

Director Max Lemcke

Guión Pablo Remón, Daniel Remón

Música Fernando Velázquez

Fotografía José David Montero

Reparto Fernando Tejero, Malena Alterio, Manuel Morón, Secun de la Rosa, Emilio Gutiérrez Caba, Jorge Bosch

Productora Aliwood Mediterráneo Producciones S.L.

Valoración 7

Desde estas páginas, muchas más veces de las que uno quisiera, se ha reprochado una flagrante carencia en la enumeración de los temas más transitados por los creadores cinematográficos de nuestro país. Son más que contadas las ocasiones en las que alguno de ellos ha decidido aproximarse, ahondar, dar su versión sobre algún hecho histórico reciente, o analizar críticamente algún malestar sociológico circunscrito a la España de nuestro tiempo. De ahí que quepa recibir con cierto grado de entusiasmo una propuesta que decide comenzar a saldar esta palmaria asignatura pendiente.

Max Lemcke, el director de la magnífica –recientemente recomendada por nosotros- CASUAL DAY, decide abordar en su tercer largometraje el que podemos considerar, hoy en día, como la madre de todos los problemas que acucian angustiosamente a buena parte de la población española actual. El mal de los males, el germen sólido de una patología que ha dado al traste con el espejismo de un país cabalgando la farruca entelequia de una bonanza sin par: la caída del imperio del cemento, como detonante de una explosión, cuyas ondas aún hoy no han cesado de dejar damnificados con la hipoteca apretando pescuezo, desahuciados con rumbo a la caridad familiar o estafados con las llaves de un piso que nunca se llegará a construir.

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Como puede desprenderse del párrafo anterior, 5 METROS CUADRADOS gira en torno a uno de los daños menos colaterales de la grave crisis económica que está vapuleando los cimientos del ilusorio –y ya extinto- estado del bienestar, en el que habíamos acomodado nuestra promesa de una felicidad sin límites de por vida. El título del film ya maneja alguna clave. Lemckeaúna en esa cifra la medición de una modestia. Esa exigua cantidad de superficie simboliza el ansia nada ampulosa de los dos protagonistas de la fechoría que va a ser narrada: eso es lo que mide la terracita de un futuro piso emplazado con vistas al mar y a una vida en pareja largo tiempo esperando ese rincón.

Alex y Virginia han dado la entrada a una vivienda, pero pasa el tiempo y dicha vivienda no es más que una suma vertical de pilares de cemento sin paredes. Un día la finca en construcción aparece precintada. Es entonces, cuando la pareja de bienintencionados cae en la cuenta de que han sido embaucados. 5 METROS CUADRADOS narra el calvario siguiente a esa dolosa constatación. El cruento descenso a la desesperación de dos seres humanos a quienes, de súbito, la avara desproporción codiciosa de unos estafadores con traje, vivienda de lujo, cuota en exclusivo club de golf y dinero comprador de cargos municipales corruptibles, ha condenado a darse de bruces con los añicos de sus sueños robados.

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Lo primero que cabe constatar, tras ser contemplada, es que 5 METROS CUADRADOS no acaba de poner en sintonía sus rabiosas intenciones con la concreción de su resultado final. Ésta no es, ni mucho menos, escasa, pero resulta más evidente de lo que debiere que a Lemcke le juega una sensible mala pasada la abrumadora urgencia del motivo central que le genera el proyecto. El film, una vez ha sido evidenciado su planteamiento, arrastra su propia tesis en calidad de objetivo inquebrantable y, en determinados momentos, en determinadas situaciones, semejante severidad le difumina la nobleza de sus logros.

Da la impresión siempre de que 5 METROS CUADRADOS es un film mucho mejor dirigido que planteado en su escritura. Lemcke vuelve a demostrar que posee una soberbia capacidad de observación, que sabe prestar el espacio justo a la tortura de sus personajes: ni los acorrala en su ya sufrido acorralamiento, ni tampoco les aplica una temerosa contención que derivara en frialdad expositiva. El autor de CASUAL DAY se maneja impecablemente en el terreno de la incerteza, de la desesperación callada y de la represión a punto de estallar su torrente de impotencias acumuladas.

En la película son aprovechados al máximo los distintos escenarios físicos que convoca. Supuran un sigiloso, plomizo pesimismo ese fantasmagórico universo de espacios de extrarradio, lleno de edificios en construcción convertidos en esqueletos monstruosos que exclaman ostensivamente la magnitud de un estertor colectivo (el devastador plano final aéreo en oposición a la grandeza urbanística exhibida al principio). Los personajes son situados en multitud de ocasiones en el interior de ellos, caminando puro cemento inconcluso en el suelo, subiendo y bajando escaleras sin acabar y palpando pilares con material de dudosísima calidad.

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El piso piloto, a tal efecto desolador, sabe expresar físicamente, por un lado, la fiereza de la trampa urbanística en la que ha quedado convertida su utilidad y, por otro, la dantesca problemática personal que sacude a sus protagonistas: ese será el piso que nunca poseerán. De ahí que cuando, por muy distintas circunstancias, lo visitan, estén, en el fondo, pasando por encima de su propio futuro, de su propio drama presente, y de su onerosa frustración subjetiva, económica y convivencial.

En el itinerario que va desde la escena en la que es enseñado a los padres de Virgina hasta las que describen la onerosa situación en la que concluye, allí dentro, Alex (un sólidamente dramático Fernando Tejero), 5 METROS CUADRADOS expone esa doméstica virulencia que Lemcke persigue desde el principio. Su película, aunque desigual, aunque se sitúe por debajo de la impresionante CASUAL DAY (la presente no pincela a todos los personajes con la complejidad que sí lograba ésta), va mucho más allá del film únicamente pertrechado de su rabiosa actualidad. El director madrileño vuelve a demostrar que el cine digno no es solo cuestión de intenciones.

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