Buen Patron 1

Título original: El buen patrón

Dirección: Fernando León de Aranoa

Guion: Fernando León de Aranoa

Música: Zeltia Montes

Fotografía: Pau Esteve Birba

Reparto: Javier Bardem, Manolo Solo, Almudena Amor, Óscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Tarik Rmili, Rafa Castejón, Celso Bugallo, Yaël Belicha, Martín Páez, Daniel Chamorro, María de Nati, Mara Guil, Pilar Matas.

Nota: 2.3

Comentario Crítico:

No tiene remedio. Cada vez resulta más traumático remontarse al estreno de FAMILIA en 1996 y rememorar las esperanzas que, dentro del cine español, logró convocar la inesperada osadía que supuso el atractivo debut del por aquel entonces muy joven Fernando León de Aranoa. Su propuesta derrochaba una originalidad que la hacía elevarse por encima del academicismo caligráfico empeñado en adapataciones literarias yermamente obedientes y capituladoras que predominaba en el panorama cinematográfico patrio de aquel final de siglo. Por desgracia, aquel sesgo inquietante, incomodador, opresivamente surrealista, dio paso a una superficial vocación crítico-social que lo ha llevado a convertirse en alumno aventajado de los peores defectos del cine del experto en estos dolos Ken Loach.Buen Patron 7

Salvando la frescura de BARRIO, pese a que dio inicio a ese querencia por la denuncia previsible y maquinada para todos los gustos, ya su famosa LOS LUNES AL SOL proclamó cuales iban a ser los decepcionantes derroteros de un realizador empeñado en unas proclamas argumentales excesivamente empachadas de maniqueísmo, cortedad y protocolos preestablecidos sin voluntad alguna de mostrar controversia reflexiva entre ellos. Cine hecho con el discurso de antemano, con la unidireccionalidad enfurecida y con los propósitos inquebrantables e inquebrados. No debe extrañarnos, pues, que su trayectoria se haya precipitado hacia el barranco con resultados tan paupérrimos, sonrojantes y fuleros como PRINCESAS, AMADOR o BEING PABLO.

Pese a su meritorio éxito de público y crítica obtenido (ha humillado a Almodóvar en la taquilla española y, casi con toda seguridad, lo va a hacer en la próxima entrega de los Goya, donde parte como gran favorita) quien esto escribe opina que EL BUEN PATRÓN, aunque se esfuerza en aparentar un esfuerzo complejizador, sobre todo en lo concerniente a la trama argumental, capaz de hacer olvidar su ridícula y olvidable radiografía sobre el narcotraficante Pablo Escobar, sigue cumpliendo a rajatabla los embaucadores mandamientos sobre los que León de Aranoa ha ido empeñándose a lo largo de dos décadas.

Y es que este (que se quiere) particular acercamiento a la figura de un rutilante empresario español de provincias no se preocupa lo más mínimo por redireccionar esa inercia simplificadora, costumbrista, bienintencionada y siempre comulgante con el poder establecido. Este carismático, todopoderoso y manipulador Julio Blanco podría haber dado pie a un retorno a esos (ya irrecuperables) orígenes.Buen Patron 2

A priori, el retrato de un personaje de este tipo, tan diametralmente opuesto a los adolescentes de BARRIO, a las prostitutas de PRINCESAS o la empleada inmigrante de AMADOR, protagonizado por nada más y nada menos que Javier Bardem, un actor del que es de sobra conocido un posicionamiento ideológico situado en las antípodas del rol, parecería llamado a propiciar un sano reajuste; una especie de ácido reverso tragicómico del universo de parados condenados a la nulidad existencial en el que escarbaba LOS LUNES AL SOL.

Sin embargo, no acontece reconversión alguna. El reduccionismo asimilable campa a sus anchas en esta servil y estirada historia de buenos muy explotados y malos muy explotadores. EL BUEN PATRÓN acata la docilidad ramplona de no salirse jamás de lo que dicta esa nociva rendición de intereses desestabilizadores que es la preeminencia del estereotipo. El catálogo de personajes convocado no puede ser menos sutil ni consabido, pues ni uno solo de ellos escapa ni al trazo grueso de su presentación ni al de su encorsetada apariencia.

Empresario inmisericorde, fanfarrón, conquistador y putero, esposa fría, mantenida y con tienda, empleados despedidos sin causa, empleados serviles hasta el vasallaje y por lo tanto encantados de ser empleados, conflictos racistas de pegote, becarias buenorras, secretarias obedientes, amigos cornudos y emigrantes saciadores del apetito de infidelidad de chatis en crisis matrimonial: de ver y no creer, para mear y darte cuenta de que lo estás haciendo con la minga del de al lado. La rancia complacencia sainetera del carpetovetónico cine cómico patrio de los setenta, los lugares comunes de la más odiosa comedia celtibérica, cuidadosamente resucitados cincuenta años después. Con la ideología puesta al día, pero con la gramática tan oxidada, tan complaciente, tan pretérita, tan tufo.

Escenas tan encorsetadas y ruborizantes como la de la mañana de desayuno en el hogar de Julio, como la de la despedida de las tres becarias, como la de la aparición del trabajador despedido con sus hijos, como la del escatológico descubrimiento en la balanza de la entrada a la fábrica, como la de la llamada a la secretaria del alcalde, como la del discursito en el entierro; clamorosas fullerías de guion como que Blanco no reconozca la identidad de la nueva becaria, el designio dado al hijo gamberro en la tienda de la mujer,  el reiterado olvido de esta sobre una confidencia que debe hacerle a su esposo. EL BUEN PATRÓN apesta a vodevil tardío, a españolada a deshora. León de Aranoa parece reivindicar a Mariano Ozores pero se queda corto de calzoncillos.

Eso sí, si el despropósito no es de afrenta en juzgado de guardia es porque hay quien sí sabe escaparse al mandato del patrón establecido para describir a un patrón. Javier Bardem está arrollador en su cometido. Aranoa remeda mal a Ozores, pero él eleva a categoría de hallazgo la perfecta simbiosis del mejor Andrés Pajares y el más conquistador Fernando Esteso. El intérprete se vuelca de tal forma en su personaje que lo libera de las rémoras tópicas con la que está definido en su escritura. El protagonista de NO ES PAÍS PARA VIEJOS mima a Julio Blanco, lo llena de matices, escondrijos, meandros, artimañas, fingimientos, astucias, embelesos, seducciones y frenos, haciendo que el film dé señales, escuálidas, entrecortadas señales, de la película que pudiere haber sido y no sabe, ni seguramente quiera ser.

 

 

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