Dirección: Eva Libertad
Hace un par de años la murciana Eva Libertad debutaba en el terreno del cortometraje mediante SORDA, un trabajo que le reportó una vasto reconocimiento internacional, avalado por la numerosa cantidad de premios recabados durante su extenso recorrido por certámenes cinematográficos. La necesidad de ahondar en la temática desarrollada en el corto le lleva ahora a incidir en él de la mano de este largometraje. De nuevo vuelve a contar con la imprescindible colaboración delante de la cámara de su hermana Miriam Garlo, actriz no oyente en la vida real, tal y como es el personaje que con tanta naturalidad y agudeza interpretativa defiende en la pantalla.
En el largometraje, Libertad incide en una problemática muy concreta, que amplía dramáticamente el trazado narrativo expuesto en la obra germinal. Ángela, la protagonista, una mujer sorda que trabaja en una pequeña alfarería, se nos es presentada formando pareja perfectamente compenetrada con Héctor. Pronto el espectador será sabedor de que ella está embarazada. SORDA se centrará, a partir de ese esperado momento, en el análisis de las inquietudes, los temores, las consecuencias en el funcionamiento de pareja que esta novedad va a implicar.
Como en la primera obra, lo primero que se debe apreciar es que los méritos de la obra no son solo el mero planteamiento de una problemática pocas veces abordada en celuloide, sino la solvente llaneza, la total ausencia de manipulación dramática que la realizadora impone en el fluido de secuencias concebido para la película.
SORDA no aborda las dificultades en la habitualidad de un ser humano que padece sordera, sino que se inmiscuye de modo específico en los lógicos interrogantes que afloran en la pareja, por ejemplo, claro está, con el hecho de si el bebé padecerá la misma minusvalía de la madre.
La presentación del matrimonio nos muestra con total desenvoltura a dos amantes cómplices, felices, poseedores de una vida social equiparable a la de cualquier otra pareja de su edad. El conflicto personal sobre el que gira el devenir dramático comienza cuando Ángela ve tambalearse los cimientos de su serena autoconfianza al inocularse dentro de ella el miedo a no saber comunicarse con su pequeña, toda vez que esta ha nacido.
SORDA depara un último tercio en el que este malestar estalla con virulencia. Libertad recurre a un esclarecedor efecto de sonido mediante el que la tensa desazón de la protagonista es evidenciado con una nitidez tan sañuda como el desasosiego por ella vivido.
Acaso, precisamente sea la tardanza en la aparición de esta desestabilizadora intranquilidad el único pero que cabría asignarle a una película tan noble y honesta como SORDA. El conflicto, perfectamente declarado en la soberbia escena de la discusión en pareja, consecuente a la decisión de no aceptar un viaje a casa del padre de Héctor, parece preconizar un desarrollo de una crisis de pareja que no es abordada con la hondura requerida. Se evidencia un cierto desequilibrio mostrativo entre las excesivas escenas dedicadas a describir la cordialidad familiar, laboral y amistosa que rodea a la pareja frente a las escasas encargadas de inmiscuirse en la desavenencia, en la disputa, en las aristas provocadas por el nuevo frente de lucha que la maternidad impone a Ángela.
Con todo, volvemos a insistir la magnitud de la franqueza modelada en las imágenes contribuye a hacer de SORDA un film tan esclarecedor como estimable.