Aquel que dijo que “no hay nada más triste que los caballitos Poni”, no había probado a darle un poco de ácido a estos adorables animales. El Pony Bravo dejó la sala El Sol patas arriba el pasado viernes.
Foto: Nieves Solano
Si no era por gusto era por curiosidad, pero no nos podíamos perder la actuación de Pony Bravo de ninguna de las maneras. Muchos fueron los que se quedaron en la puerta de la sala El Sol, que había agotado todo el papel para ver a los sevillanos, que esta noche trajeron un acompañamiento especial: Ginferno fueron los teloneros.
Foto: Nieves Solano
Con la sala prácticamente llena dio comienzo el concierto de Ginferno con algo parecido a una marcha de Semana Santa mientras iban apareciendo poco a poco los integrantes del conjunto. Primero se unió el vocalista Kin Tipín y su flauta cantando en ¿sueco? y a continuación el resto de la banda. La cara del público era un poema, puesto que uno no sabía qué esperar con un comienzo así.
Sin embargo el resultado fue sorprendente. Con un contrabajo y un saxofón consiguieron un sonido muy original, difícilmente catalogable, que se movía entorno al jazz con claras influencias orientales. Funcionaron muy bien entre el público, que acogió con agrado los ritmos irresistibles de Ginferno. Tras ellos, sin hacernos esperar en exceso, ocuparon el escenario Pony Bravo.
Foto: Nieves Solano
Los allí presentes les ofrecimos una calurosa bienvenida ante la cual ellos respondieron de manera tajante comenzando con ‘La Voz del Hacha’, tema que abre el excelente “Un Gramo de Fe”. A continuación volvieron a su primer álbum con la hipnótica ‘Piloto Automático’. Siguiendo esta dinámica de alternar temas de ambos discos, ‘Super-Broker’ sonó la siguiente, echándose en falta algún que otro instrumento de viento sobre el escenario. Sin cambiar de aires pasaron del inglés de ‘Fingers’ al andaluz más puro con ‘Ninja de Fuego’, versión definitiva de la antiquísima canción de Manolo Caracol.
Según avanzaba la noche, los componentes de la banda se iban intercambiando los papeles, desde la batería hasta los teclados, con pasmosa facilidad. La voz de Daniel se movía serpenteante entre la marcada línea del bajo de Pablo (que como Halle Berry, invirtió muy bien en su camisa) consiguiendo un ritmo acentuado pero a la vez lleno de espacio para la improvisación. Tras ‘Lo más difícil del mundo’ y ‘I Can See’ se alcanzaba el ecuador del concierto, y el grupo echó mano a material explosivo. ‘El Guarda Forestal’ dio comienzo a la etapa más psicodélica de la banda. Mezclando estilos, experimentando en directo o incluso frotando las cuerdas de la guitarra con un trapo, se sucedieron ‘Noche de Setas’, la instrumental ‘Fullero’ y el olivo de ‘Salmo 52_8’ (basada en un sueño de Darío, guitarrista/batería/etc.).
Foto: Nieves Solano
Y entonces, como por obra divina, nos transportaron a una carpa de Wichita. El monazo de fe que tenía el público se podía respirar en el ambiente, y de pronto “Bum!, llega y lo sabes”. A ‘La Rave de Dios’, tema emblemático de su último trabajo, le faltó un poco de “chacharreo”, pero satisfizo con creces la sed de juerga de los presentes. De temazo en temazo, siguieron con ‘El Rayo’, volviendo a las guitarras, y finalmente una alargadísima (demasiado, diría yo) ‘El Campo fui Yo’, que nadie se esperaba que diese para tanto. De cualquier modo se las ingeniaron para cerrar con fuerza su actuación.
Tras unos segundos de aplausos y gritos varios, Pony Bravo volvieron al escenario para los bises. ‘Sunset’, de su primer trabajo y la canción más solicitada por el público, ‘Trinchera’ fueron las encargadas de dar los últimos coletazos de la noche. Finalmente fue ‘China da Miedo’ la que puso punto y final a la actuación de los sevillanos. No les hizo falta una sala de grandes dimensiones ni un decorado espectacular para hacer del bolo todo un espectáculo. En ese sentido pudimos comprobar que “no hay mejor colocón que el que nos produce su música, que nos hizo sentir súpercolocados.”
