Bilbao Live 2011 Larunb2 Tom Hagen 465

Última jornada, cielo encapotado y cansancio acumulado son los ingredientes que acompañaban a un tercer y a priori poco atractivo día pero que nos dejó con un sabor de boca mucho mejor de lo esperado pese a que las despedidas siempre son duras.

Día de mezclas, de piezas que parecían encajadas a presión “porque tenían que ir y punto en boca” y donde los jóvenes se debieron llevar a casa una lección bien aprendida: más sabe el diablo por viejo que por diablo. No es que sea malo, Seasick Steve es un auténtico encanto dentro y fuera del escenario –verlo flipando cual niño pequeño en el concierto de The Black Crowes no tenía palabras-, pero sí es algo mayor y demostró que las barbas, además de enredos, esconden calidad como la que destiló en la frenética ‘I Don’t Know Why She Loves Me, But She Do’. Escenario pequeño, escepticismo por parte de muchos y bocas abiertas al dejar la explanada con el tímpano retumbando por la batería de Dan Magnusson al son de ‘You Can’t Teach an Old Dog New Tricks’ –guitarra hecha con dos llantas de coche y palo de escoba, toma moreno- o la pantanosa ‘Back in the Dog House’. Muchos fuimos afortunados de disfrutar de una clase de blues, de rock, de country, de sumergirnos en la América sureña de altas cotas, pero una chica tuvo el placer de escuchar a centímetros del americano ‘Walking Man’ sobre el escenario. Lo diremos con la boca grande y sin temor a equivocarnos, este fue seguramente, el mejor concierto de todo el festival junto con el de los de Atlanta.

Seasick_Steve_Bilbao_BBK_Live_2011

El otro plato fuerte de primera mitad de tarde llegaba en el Escenario 1. Sabemos que sus discos son rompedores y que sus directos aún más gracias a Tim Harrington, pero no podíamos imaginar hasta qué punto este gordito es capaz de liarla. Eso sí, haremos un alto en el camino para valorar lo importante, y es que la banda que le acompaña es de una calidad extrema –¡como hicieron sonar ‘What Wolves Would Do’ o ‘Lips ‘n’ Stuff’!-, solo que él, sin quitarle parte del peso del éxito que tiene la banda, hace que ver a Les Savy Fav sea como ver una película porno: los primeros quince minutos los ves y disfrutas, te ríes y hasta no te lo esperas, pero a partir de ahí, sabes que será más de lo mismo. Y es que no se le resistía bandera, gafas, antifaz, flotador, cerveza o camiseta que por allí pasara y si no pasaba –como el pobre chico tumbado en el césped- allá que va a aplastarlo. Son tan buenos como peligrosos con cables kilométricos en las manos y con ‘Let’s Get Out of Here’ cerraron una actuación que permite a uno decir que con una vez, pese a las risas, ha bastado.

A partir de aquí llegaban las horas peligrosas de la jornada. El cartel se desinflaba, mucha gente iba solo a ver a The Black Crowes despedirse y los chavalines comenzaban a entrar. Entre todo esto, apareció una banda cántabra que nos dio un poco más de energía para seguir adelante. Con cierto parecido a Dorian, We Are Standard y, vocalmente, a los Sidonie de primeros discos, Estereotypo hicieron reventar, literalmente, la Carpa Vodafone. Media hora, nada más, para hacer de oasis en el desierto que nos esperaba con ritmos frenéticos a los que le sobran esas casi ridículas coreografías y donde ‘I Want More’ y sobre todo, la versión de ‘Love Me Do’ de The Beatles pusieron a más de uno a sudar demasiado pronto; sobre todo porque M-Clan era lo único que se ofrecía y ante un público fiel, hicieron lo que saben para ellos, destacando sus éxitos ‘Carolina’, ‘Maggie Despierta’ y principalmente, la versión de ‘Baba O’Riley’ de unos tales The Who cuando ‘Pasos de Equilibrista’ cerraban el recital.

Tras esto lo que muchos nos preguntábamos era el motivo de que una banda de clara orientación hacia el público adolescente tuviera cabida el mismo día que nombres consagrados del rock y blues. Y cuando uno intenta buscar respuestas al ver su concierto, se frustra porque sigue sin encontrarlas. Es cierto que el sonido que desplegó Thirty Seconds to Mars fue apabullante, pero demos gracias también a que cuando el Escenario 1 despierta, no hay quien lo calle. Jared Leto tuvo tiempo de gustarse en ‘Hurricane’ cantando frente al escenario y por lo demás se dedica a alentar a su público con continuos “jump, jump, jump”, que no faltaron en una sola canción, ya fuera ‘This is War’ con un despliegue de medios típico de banda de estadio, ‘Closer to the Edge’ o en el cierre con ‘Kings & Queens’ donde el también actor recordaba a Michael Jackson entre tanto niño. Puede que haya que buscarle el punto, pero de eso que se encarguen otros.

De tanta potencia, la programación te baja de revoluciones y te coloca al hawaiiano Jack Johnson casi a las 11 de la noche. Resultado obvio. Musicalmente, nada que reprochar, además de la calidad que despliega la banda, la eterna sonrisa del surfero no se borra ni para agradecer en euskera una y otra vez ni para despedirse, pero en todo lo que rodea a un concierto podemos decir que temas como ‘Banana Pancakes’ o ‘Upside Down’ era más disfrutable a la hora del café con los rayos del Sol más que previo a la esperadísima llegada de unas leyendas de la música que decidían dar su último vuelo.

Black_Crows_Bilbao_BBK_2011

The Black Crowes no es una banda que haya seguido quien escribe, para qué mentir, pero consiguieron que en más de una hora, la casi ignorancia se tornara en completa admiración. Casi veinte minutos antes de que diera comienzo la explanada del Escenario 1 ya estaba abarrotada para disfrutar la que será la más que probable última reunión de los hermanos Robinson. Camisetas negras en su mayoría y melenas (o no) pero de marcado espíritu rock enloquecían cuando los primeros solos de guitarra y ese psicodélico piano dejaban escapar ‘Jealous Again’. Primera en la frente, atención atraída mientras ‘Hotel Illnes’ nos llevaba por la Ruta 66 de un plumazo con esos latigazos a la guitarra que erizaban el vello y caldeaban la fría noche en Kobetas.

Era un concierto para encandilar a quien no lo estuviera ya, ‘Good Morning Captain’ bajó las revoluciones, ‘Soul Singing’ nos trajo el góspel al escenario principal y ‘Wiser Time’ esas tenues guitarras que auguraban que algo venía a romper. Y así era. La frondosa barba de un Cris ataviado en vaquero bailaba con su voz al son que durante casi ocho minutos ‘Thorn in my Pride’ soltaba a modo de hechizo –Jack Johnson y Seasick Steve lo estaban desde el foso- para una recta final frenética con la clásica versión de Otis Redding ‘Hard to Handle’ bailada por el menos pintado y unas rocosas guitarras de ‘No Speak No Slave’ que sirvió para dar paso al único bis para el que se dejó ‘Remedy’, un cierre que pocas bandas se pueden permitir y ante el que unas cuantas almas nos quedamos felices pese a lo triste de su retirada y con la sonrisa típica de haber presenciado algo que nos ha dejado más que satisfecho en nuestra primera vez.

Después de esto había poco que pudiera mejorar, aunque el fin de fiesta lo pusieron The Chemical Brothers con una clase de electrónica que seguro, sirvió como antaño de un fin de fiesta digno de un gran festival. Un festival que ha variado tanto entre sus distintas ediciones que no marca una línea clara a seguir pero en que si las propuestas siguen siendo de altura, serán bien recibidas, aunque la excesiva charla de un público que a veces parece no saber a qué va, pueda estropearte por momentos ciertos conciertos. Aparte de eso, musicalmente, nada que reprochar. Larga vida a la música en el monte.

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