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Dirección: Zach Cregger

Reparto: Julia Garner, Amy Madigan, Josh Brolin, Benedict Wong

NOTA: 8

Por si quedaban dudas sobre el afán gratificantemente cuestionador del género de terror mediante el que Zach Cregger resolvía un proyecto tan estimulante y nostálgico como BARBARIAN, llega para disiparlas WEAPONS. En ella vuelve a quedar certificada la milimétrica seriedad dramática desde la que parte, esgrimiendo esta apuesta por la solidez del material escrito de partida como condición previa innegociable. De hecho, la estructura narrativa maquinada por el guion no tarda nada en asumir el rol de estrategia motriz de la abrumadora singularidad de la obra.

El film arranca con el relato de una extraña desaparición. Una voz en off infantil refiere ese suceso interpelando al espectador a que la acompañe en el recorrido de las claves de esa silenciada conmoción colectiva, acontecida en una pequeña población residencial llamada Maybrook. Una noche, a las 2:17 de la madrugada, cada uno desde su casa, diecisiete menores escapan de sus casas corriendo con los brazos abiertos, como abducidos, rumbo a un destino ignoto. Todos desaparecen. Se da la circunstancia de que la totalidad de los fugados son compañeros de clase, la clase de la Srta Justine. La joven maestra, al llegar al aula, será la primera en quedar sobrecogida ante el inesperado vacío. Un vacío casi total. No todos los niños están ausentes. Hay uno sentado en su pupitre. Uno que no ha sucumbido a la alarma de las 2:17. Se trata de  Alex. A partir de este descubrimiento, el film queda planteado como la exposición de las poliédricas claves agazapadas tras este inexplicable, conmocionador acontecimiento, del que pronto van a ser demandadas responsabilidades a la profesora.

Hablábamos al inicio de este análisis de la suma importancia cedida a la arquitectura narrativa orquestada por el guion del film. Obra del propio Cregger, este opta por desestimar un relato fundamentado en el avance lineal de los hechos. El sustrato escrito impone un desarrollo por capítulos. Cada uno de ellos impelido por el punto de vista relator de un personaje distinto. En total seis. Uno comandado por Justin, la soprepasada docente, otro por Archer, el padre de uno de los niños desaparecidos, otro por Paul, un policía local, otro por James, un joven drogadicto, otro por Marcus, el director del centro escolar, y otro por Alex, el único alumno de la clase que no figura en la lista de niños con el paredero imposible de ser revelado.

Más allá de la incertidumbre generada por esta apuesta estructural generadora de prismas esclarecedores distintos, la clave del éxito de esta decisión es la supina solidez indagadora resultante de la acumulación de divergencias postuladoras de información narrativa. El relevo en el protagonismo motivado por el sucesivo cambio de punto de vista propone al espectador, en todo momento, no una confusión deslocalizadora, sino un progresivo enriquecimiento del impecable misterio generado desde el inicio.

La suma de voces, miradas y voluntades frente a la deriva de acontecimientos jamás es dispersa, ni tramposa, ni subrayadora. Muy al contrario, prima una dosificación de los datos aportadores de novedad para con el misterio perfectamente calibrada para que este se bifurque, complemente y modifique su itinerario de modo siempre tan avieso como pertinente.

El crescendo de perturbación correrá parejo a ese entramado de revelaciones hechas eco de un detalle expuesto con anterioridad. Las relaciones entre los distintos personajes quedan sometidas a ese azar colectivo dentro del que todos son arrastrados sin que ninguno de ellos decida nada que no sea fruto de una interrelación inesperada. Todos los personajes salvo la arrolladora tía Gladys, dueña absoluta del último tercio del film.

La irrupción de este personaje excepcional, al que la veterana Amy Madigan sabe domesticarle con furibundo descaro su suculenta excentricidad, es aprovechada por el realizador para terminar de dar rienda suelta a un sustrato de humor terrorífico que se esfuerza por dar al traste con un desenlace obsesionado únicamente por deparar la solución de la trama. WEAPONS es un adictivo puzzle de  asombros, crueldades y miedos enhebrados con la voluntad de encaje convertida en aguja escondida entre las piezas.

 

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