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The Wave Pictures

Long Black Cars

[Moshi Moshi Music; 2012]

7.5


Lo de The Wave Pictures comienza a ser como la fruta de temporada: que todos los años llega.  Da la impresión de quieren emular la cita con el calendario de estrenos cinematográficos que Woody Allen tiene autoimpuesta desde hace décadas. Los ingleses, sin, a la hora de componer, salir de la isla,  llevan ya un lustro obsequiándonos con una fértil madurez creativa que no parece cesar. Desde “Instant Coffee Baby” (2008) hasta el presente “Long Black Cars”  han permanecido fieles a esa máxima de sacar un trabajo nuevo cada doce meses.

De ahí que lo primero que cabe decir de Long Black Cars es que no se trata, en ningún modo, de  un socorrido relleno mediante el que cumplir ese “compromiso” anual. Mucho antes,  al contrario, este disco viene a constatar que esa productividad artística es fruto de una manifiesta necesidad por dar a conocer un buen puñado de canciones excelentes: estos tres de Wymeswold siguen acreditando una calidad que corre pareja a ese ágil facilidad compositiva.

Los primeros compases de “Stay Here and Take Care off the Chickens” ya demuestran que el álbum no está hecho con material despreciado en otras ocasiones. La alegría, desenfado y soltura de las cuerdas exhiben ganas por demostrar una sencillez nada impostada que, muy pronto, pone de manifiesto la principal virtud de todo el trabajo: la frescura, la cercanía, la total ausencia de flirteos con adornos innecesarios.

The Wave Pictures siguen sonando como si los tuvieras en el jardín amenizándote la barbacoa,  como si los disfrutases de simpáticos vecinos pedigüeños, que, cameladores con gracia, le cantaran a la reserva de cerveza de tu nevera,  sabedores de que  estás deseando vaciarla con ellos.

Escuchar en disco a David Tattersall (voces y guitarra), Franic Rozycki (bajo) y Jonny Helm (batería) supone, para bien, una experiencia que difiere bien poco de ser espectador de uno de sus conciertos. El material grabado responde a esa inmediatez y a esa proximidad. El paso del tiempo les va haciendo ganar en hondura y en integridad sin que esa reconocible marca de la casa decaiga un ápice. Permanecen inasequibles a ella, sin confundir  nunca naturalidad con simpleza o desaliño. Van limando asperezas con rumbo a una llaneza, a una fácil versatilidad, propia de veteranos curtidos en lo esencial, esto es, en lo que se le apetece a su forma de existir en la música.

La camaradería se sigue disfrutando, aunque la  masticable, densa voz de Tattersall deje paso a la de Helm: en “Eskimo Kiss” sucede eso,  y ese aire setentero que tanto caracteriza al álbum alcanza,  ahí, uno de sus puntos más álgidos. A continuación, la formidable “Never Go Home Again”  da pistas sobre una de las sorpresas más agradables que acumula Long Black Cars la incorporación de un toque exótico, de reminiscencias caribeñas que no desentona en absoluto, sino que enriquece el disfrute de la escucha.

Esta deliciosa influencia acompaña más sutilmente en la posterior “My Head Gets Screwed on Tigher Every Day”, pero estalla formidablemente en uno de los puntales del álbum:  en  “Spaguetti”, el tono festivo, juguetón, y, a la vez, sabiamente enraizado con sonoridades más tradicionales. Los efectivos coros que incorpora aportan un logrado aroma pandillero, jovial. A partir de ésta, el álbum nos depara una magnífica ruta de despedida marcándose cuatro temas finales notabilísimos.

The West Country” procura una sugerente elegancia cadenciosa en su inicio, que se desliza hacia uno de los momentos más genuinamente rockeros del trabajo, deparándonos uno de los pocos solos protagonizados por el bajo. “Come Home Tessa Buckman” depara las notas más desgarradoras y la mejor interpretación de David Tattersall: es un baladón puro, estremecedor, muy, muy, sentido. “Seagulls” supone la apoteosis de ese aroma veraniego, tropical y divertido que antes hemos recalcado.

Finalmente, la canción que da nombre al cd, quizás, nos regala los mejores momentos de un trabajo completísimo, que confirma a esta banda como una de las mejores noticias que le ha ocurrido al rock británico en los últimos quince años. The Wave Pictures van cogiéndole el puntito de acertar a esto, sin renunciar a los parámetros de calidad que han ido acreditando trabajo a trabajo. Uno los escucha con la sensación de que no van a hacerlo mal nunca. En ellos el más, no significa menos. De ahí que ya tengamos ganas del que vaya a venir el año que viene.

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