THE ROLLING STONES
HACKNEY DIAMONDS
Rolling Stones Records
Nota: 8.5
Comentario crítico:
A todos los seguidores de Sus Majestades Satánicas nos pilló por sorpresa la noticia del lanzamiento de un nuevo álbum de los Stones, cuyos integrantes han llegado, o poco les falta, a los ochenta años. Cifra que llevaría a cualquier músico, de llegar a tal provecta edad, con muy buen criterio, a retirarse, no solo de los escenarios, sino de los estudios de grabación. Eso no va con Mick Jagger y Keith Richards, ni con el grupo en general, ya que, con la agresividad con la que tocan en este álbum, lo de ochenta solo figura en sus carnets.
Así las cosas, coincidiendo también con la nueva entrega de Scorsese, la banda británica presenta Hackney Diamonds (diamantes de alquiler), su álbum número 24 en Inglaterra ó 26 para los Estados Unidos. En esta ocasión, los Rolling cuentan con la inestimable colaboración de artistas como Stevie Wonder, Paul McCartney, Elton John, o Lady Gaga.
No obstante, el primer single presentado no auguraba un buen producto. Hablo de Angry, un tema vago y ramplón que, con un riff de fácil construcción y típico de “Keef”, aunque no por ello menos pegadizo, parecía revelar que a Mick y compañía se les habían acabado las ideas. A raíz de eso, muchos llegamos a pensar que sería otro patinazo más para un grupo que, a pesar de su popularidad y su buen estado de forma en los conciertos, no sacaba nada sólido desde principios de los ochenta. O finales de los setenta, para los más exigentes. De hecho, hasta la voz de Jagger, demasiado tratada en producción, sonaba desagradable, pasada de autotune y algo más.
Sin embargo, un rayo de esperanza en forma de balada góspel al más puro estilo Gimme Shelter o You can’t always get what you want equilibró la balanza a favor de los de Londres. Se trataba de Sweet sounds of heaven, con piano y teclados del inmortal Stevie Wonder, y coros de una muy entonada Lady Gaga. Así pues, los singles nos dejaban con la incertidumbre a la espera de recibir el álbum completo tres semanas después.
Hoy, a día 20 de octubre, se puede afirmar con satisfacción y alivio, que los Rolling Stones siguen bien engrasados y tienen cuerda para rato (están preparando otro álbum más). A pesar de la edad y de la trágica muerte del baterista y sólida base de la agrupación, Charlie Watts, Sus Majestades Satánicas han conseguido concebir un disco consistente, el mejor desde los ya lejanos Some Girls y Tattoo you.
El álbum abre con la ya comentada Angry, sin pena ni gloria, pero, de a poco, va cogiendo tono y aumentando su calidad. El siguiente corte es Get Close, una balada rock de batería con reverb y guitarras saturadas y con flanger, que se compenetran con la voz de Mick Jagger. El protagonista de la historia es un ser caótico, que busca refugio en una mujer. El piano corre a cargo del inmenso Elton John, y el agradecido saxofón lo toca un tal James King.
La tercera pista, Depending on you, es una canción de desamor con arreglos que oscilan entre el blues y el country, y que nos regala frases como: “Your past and present tangle up in my arms. Our secrets sealed in our scars”. El sonido en sí no es nada arriesgado, como sucede con varias pistas del principio y del medio, pero funciona. Pasamos al siguiente tema, una canción más bien punk, Bite my head off. El bajista aquí, es nada más y nada menos que Sir Paul McCartney. Por lo visto, Mick no estaba seguro de que diera la talla en un tema tan duro y ruidoso. Se le habría olvidado que el de Liverpool es responsable, en gran medida, de la aparición del metal, con aquella rareza que surgió de un pique suyo con The Who, Helter Skelter. La letra no es la octava maravilla, pero tampoco hace falta en una canción de estas características.
A continuación, pasamos a Whole wide world. Aquí, la banda londinense muestra atisbos de vejez, consulten la letra, pero los camuflan con unas guitarras distorsionadas. Este es un tema de los buenos, de estadio, pensado probablemente para ser incluido en futuros sets. Presenta una situación del hombre-solo-contra-el-mundo, con referencias al Reino Unido, que te hacen cuestionarte las cosas, no sin un mensaje de esperanza (And you think the party is over. But it's only just, only just begun). Unos solos impetuosos y correctos acaban de dar forma a la pista.
Llegamos así, a la mitad del disco, de la mano del más puro country que modelara y ejerciera de influencia para los dos Mick, Keith, Charlie, Brian y Bill en sus años mozos. En Dreamy skies, con mención a Hank Williams, se habla del aislamiento y la pausa como medios para reconectar con el mundo. El siguiente corte es una animada canción (Mess it up) que busca atrapar al oyente con un estribillo machacón. No es de lo más acertado del álbum.
El tema número ocho, cuenta, como el anterior, con la batería del fallecido Watts, ya que en el resto del disco participa Steve Jordan (sí, el del John Mayer Trio). Parece que se ha consolidado como el sustituto de Charlie. Además de la participación del bajista de la agrupación original y del legendario Elton John al piano. Es una canción descarada, que se podría resumir en “quien a hierro mata, a hierro muere”. De lo más destacado del disco.
El noveno tema (Driving me too hard) es una canción correcta sin más. Fácil de escuchar, cómodo, pero del que no se puede destacar gran cosa, a pesar de que cumple con su labor. Tras este, viene una joya escondida para los que amamos oír cantar a Keith Richards. Una guitarra con chorus que recuerda a Is this love de Whitesnake en sus arpegios, anuncia la canción número diez (Tell me straight). La voz de “Keef” reflexiona sobre varias cuestiones filosóficas, como el pasado y el futuro, pero también, acerca de la insinceridad que nos lleva a disfrazar la verdad, o a expresarla a medias; su título podría traducirse como “dímelo sin rodeos”. Asimismo, recuerda a otras apariciones estelares de Richards al micrófono, como Thru and thru o Slipping away.
Para cerrar el álbum, quedan la explosión góspel ya comentada que supone Sweet sounds of heaven y una versión del blues del maestro Muddy Waters, Rolling Stone blues. Stevie aparece de manera frugal pero sensacional y Lady Gaga está desatada en los coros. Esta última debería aprovechar esa voz que tiene y grabar más álbumes como los que hizo en colaboración con el enorme Tony Bennett. Empieza discreta, pero se suelta conforme avanza la canción. Todo está bien en este tema.
Finalmente, como si un ciclo se cerrase, la banda interpreta el blues que les dio su nombre, Rolling Stone. Mick hace sonar su armónica, dando rienda suelta a ese sonido que engañó a más de una generación a propósito del país de origen del grupo. Pues, debido a esa mímesis que lograron con los estilos musicales de Estados Unidos, la gente llegó a pensar que eran americanos.
Actualmente, disfrutar de nuevo rock es complicado, pero gracias al estado de gracia del que están dotadas Sus Majestades Satánicas, se hace posible. Gracias, Mick, Keith, Ronnie y compañía.