Camille Claudel 1915 Poster

La actriz gala repara la plana osadía de Bruno Dumont en CAMILLE CLAUDEL 1915.

Excelente, sin más. No cabe otro calificativo a la programación deparada por el equipo comandado por José Luis Cienfuegos para esta, ya indispensable, cita con el cine europeo, convocada  por décimo año consecutivo en la capital sevillana.

Además de una interesantísima lista de ciclos alternativos (retrospectiva de la obra de Leos Carax y de Gunvor Nelson, ciclo de cine portugués contemporáneo, Selección Efa  -películas prenominadas a los premios de la Academia Europea- , Las Nuevas Olas  -miradas singulares del arte cinematográfico reciente-, y otros muchos más), para su Sección Oficial ha sido confirmada  una exquisita selección de títulos entre los que podemos encontrar algunos de las obras más laureadas en el calendario de certámenes cinematográficos de este año. 

Así pues, el cinéfilo que tenga ocasión de acercarse hasta la capital hispalense va a tener la oportunidad de disfrutar de un magnífico panorama de cine actual, bregativo, inconformista, de difícil acceso comercial, para el que es necesario que Sevilla siga deparando su sede. Desde ya, deseamos que la décima edición de esta iniciativa concluya con el reconocimiento de asistencia pública que se merece el formidable alcance de su propuesta.

Lamentablemente, Musiczine.es no va a poder mantener su corresponsalía en la capital hispalense durante los nueve días que dura la cita, pero, en cambio, aseguramos dar cumplida cuenta de lo mucho que vamos a aprovechar la acreditación concedida a nuestra publicación. Aquí, precisamente, comenzamos la serie de análisis efectuados en torno a los visto durante nuestra estancia.

CAMILE CLAUDEL, 1915, de Bruno Dumont

Nota: 4

Autor de una de las trayectorias más controvertidas del panorama actual del cine europeo (sus participaciones en los distintos certámenes a los que suelen acudir sus propuestas desatan enconados enfrentamientos, como ocurre, por ejemplo, con el austriaco Ulrich Seidl), el francés Bruno Dumont se atreve a explorar en la biografía de una de las enfermas más célebres de la historia artística de su país.

Nos estamos refiriendo a Camille Claudel, la escultora discípula de Rodin, hermana del dramaturgo y poeta Paul Claudel, quien, tras su fracaso afectivo con el primero, quedó presa de un grave trastorno mental, fruto del cual, por orden expresa de su familia, fue ingresada en un sanatorio mental del que jamás, pese a los desgarradores ruegos a su hermano, fue autorizada a salir. Camille-claudel-1915-2Allí murió, tras permanecer recluida entre auténticos discapacitados mentales durante treinta años.

La propuesta de Dumont es, hay que reconocerlo, muy arriesgada. El planteamiento frontalmente naturalista que propone, de entrada, tiene mucho interés. La película comienza con la presentación del personaje central ya dentro del sanatorio al que, contra su deseo, fue obligada a consumir su existencia. El francés obvia cualquier planteamiento historicista al uso: no nos hallamos frente a un análisis de las causas que condujeron a Camile hasta allí, sino a una crudísima observación de su estancia entre seres perturbados. 

Dumont, antes que cualquier asomo de biopic alguno, busca la contemplación de un cuerpo que clama su cordura rodeado de otros cuerpos sumidos en la más que evidente e incurable enajenación. El film se quiere experiencia, análisis de un comportamiento atormentadamente angustiado, choque de rostros, contemplación inclemente y abigarrada de la locura. El problema es que CAMILLE CLAUDEL 1915 es un film agotado en el tan riguroso como escaso y discutible bagaje de su intencionalidad.camille-claudel-1

No existe más que ese planteamiento. Cualquier otro propósito queda degradado a morbosa contemplación del llanto ficcionado de una actriz que siempre se halla expuesta a la observación casi animalesca de su convivencia con rostros pertenecientes a enfermos auténticos. La mostración de la enfermedad mental se torna persistencia exhibida en la que no cabe hondura ni sutilidad.

La perturbadora chispa que salta en el primer momento en el que el espectador toma conciencia de la cruda magnitud contemplativa  a la que es convocado (Juliette Binoche presta una inconmensurable implicación a la encrucijada física que le ordena el realizador), se consume ante la huera insistencia de la única coartada que exhibe el film: esa citada disputa corpórea entre fisicidades contrapuestas.

Dumont parece empeñado en rescatar el dolor de la humillada celebridad, pero termina hartando por exceso de obstinación. Entre lo insano y lo abyecto se dirime siempre una frontera que al francés le da mucho gusto saltar. Hay películas que terminan evidenciando el manicomio de quien las filma.

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