Título Original Mission Impossible: Ghost Protocol (Mission Impossible IV)
Año 2011
Duración 132 min.
País USA
Director Brad Bird
Guión Christopher McQuarrie, Josh Applebaum, Andre Nemec
Música Michael Giacchino
Fotografía Robert Elswit
Reparto Tom Cruise, Jeremy Renner, Simon Pegg, Paula Patton, Josh Holloway, Michael Nyqvist, Ving Rhames, Tom Wilkinson, Léa Seydoux, Vladimir Mashkov, Anil Kapoor, Michelle Monaghan
Productora Paramount Pictures
Valoración 7
Varios interrogantes se aliaban, inquietantemente, en torno a esta cuarta peripecia protagonizada por el agente Ethan Hunt. Primero, comprobar si era posible exprimir, aún más, las internacionales andanzas secretas de éste; segundo, comprobar si Tom Cruise sigue estando a la altura del envite por éstas exigido; tercero, comprobar si la curiosa contratación del realizador encargado de salvaguardar la entereza de la saga ha sido oportuna.
Y decimos esto último, porque la elección de Brad Bird ha resultado del todo sorprendente. Su trayectoria no hacía prever semejante misión posible. A Bird, todos los aficionados al buen cine de animación, le debemos una delicia paródica de la dimensión de LOS INVENCIBLES y, sobre todo, una proeza maestra del tamaño de RATATOUILLE. Dos incuestionables hitos del cine hecho sin actores de carne y hueso.
De ahí la enorme expectación creada ante lo que Bird pudiera hacer al coger el relevo empuñado, consecutivamente, por Brian de Palma (en 1996), John Woo (en 2000) y J.J. Abrans (en 2006). Visto el resultado, quien esto escribe es capaz de asegurar que el eminente pupilo de la escuela Pixar ha hecho la mejor de las cuatro. Ha salido más que airoso de un brete tan proclive a la mediocridad como es el de situarse al frente de una reincidencia de cuarta generación.
En tiempos de tanta parafernalia de artificio, de tanta rápida predilección por lo unívocamente aparatoso, resulta muy de agradecer una propuesta de carácter lúdico-artesanal como la presente. Bird no ha intentado dar continuidad a las peripecias del agente enrolándolo en una andadura que pretendiera superar espectacularmente a las anteriores. Pese a lo formidable de alguno de los hallazgos escénicos, MISIÓN IMPOSIBLE 4: PROTOCOLO FANTASMA está solventada con un preciso clasicismo aventurero.
Bird apuesta por una reformulación humilde, enérgica y desacomplejada del protagonista, en la que llama la atención lo condensado y lo tajante que se muestra en la exhibición de una andadura que no da tregua alguna a tiempos muertos. MISIÓN IMPOSIBLE 4 es más misión que nunca. El realizador apura al máximo las posibilidades de cada uno de los “set-pieces” por los que hace transitar al itinerario del personaje principal.
Esto queda de manifiesto en la primera secuencia en la que aparece Hunt: su salida de la cárcel está solucionada con una pericia escénica que, haciendo mediar un perfecto sentido del humor, va estando a la altura de la dificultad en la que el personaje, inesperadamente (el acompañamiento de su colega en prisión), va a ir enredándose.
Este prólogo ya define además la importancia del grupo operativo que aquel lidera. Se apunta ya a la posterior apoteosis coreográfica de acciones paralelas y sincronizadas a la que asistiremos después.
Lo mismo cabría decirse de esa transparente calma virtuosa que exhibe en la incursión dentro de las instalaciones del Kremlin: el hallazgo de ese complejo dispositivo poseedor de la capacidad de disponer una realidad virtual, mimetizadora de la que tiene ante sus ojos el enemigo, y que, por lo tanto, es capaz de facilitar el avance, sin ser vistos, de Hunt y su compañero, podría resultar ejemplo paradigmático de la predisposición de Bird frente al proyecto: la escena no la condiciona apabullantemente la mediación del artilugio, sino la observación a la pareja de intrusos.
Es decir, MISIÓN IMPOSIBLE 4: EL PROTOCOLO FANTASMA se gana la complicidad del espectador mediante la cronometradísima labor de un guion que sabe amalgamar intensidad, ironía, contundencia y estrujamiento de las acciones dentro de cada secuencia, sin que el conjunto sea un mera excusa para efectos especiales.
En este terreno es en el que cabe hacer mención a la impecable labor de Tom Cruise. Su implicación física en el film le presta un plus inesperado a esta suma de factores: el de la inusual credibilidad que revelan todas las acciones vistas; desde luego, muy superior a la presumible a un film de estas características.
Hay un guiño brillantemente cínico a esta reinvención física de Ethan Hunt; la artimaña de la perfecta careta en el rostro será blandida por su rival, no por él: a Hunt no le valen los recursos facilones emplazados con anterioridad. El actor se presta gustosísimo a que su esfuerzo impregne de riesgo masticable este reencuentro con el personaje que más reconocimiento público le ha granjeado durante más de dos décadas (Tengamos en cuenta los sendos fracasos de VALKYRIA y de NOCHE Y DÍA).
Valga como ejemplo la excelencia impresionante de la mejor secuencia del film: todo el memorable intercambio de información que tiene lugar el la torre Burj Khalifa, de Dubai, el edificio más alto del mundo. Resulta muy disfrutable asistir a la contemplación de una escena en la que el cuerpo real del actor viene a reivindicar a toda una estirpe de grandes actores (Burt Lancaster, Steve McQueen, etc.) del género aventurero o de acción, que también prescindían del doble, en cuanto que se lo permitían.
En resumidas cuentas, una película notable por cuanto que logra avivar un interés por una serie que, en manos de otro, hubiera quedado condenada a la más supina de las mediocridades. Y si no, vean SHERLOCK HOLMES 2: JUEGO DE SOMBRAS. Comparen, juzguen y tiren a la basura a la del colega del Dr. Watson. La realización de Brad Bird en MISIÓN IMPOSIBLE: EL PROTOCOLO FANTASMA es cualquier cosa, menos elemental.