Título The Ides of Marche
Año 2011
Duración 101 min.
País USA
Director George Clooney
Guión George Clooney, Grant Heslov (Obra: Beau Willimon)
Música Alexandre Desplat
Fotografía Phedon Papamichael
Reparto Ryan Gosling, George Clooney, Paul Giamatti, Marisa Tomei, Philip Seymour Hoffman, Evan Rachel Wood, Jeffrey Wright, Max Minghella, Jennifer Ehle
Productora Cross Creek Pictures / Exclusive Media Group / Smoke House
Valoración 8
Mucho más allá de su sólida trayectoria como actor, George Clooney, hecha la excepción de la olvidable ELLA ES EL PARTIDO, va cuajando poco a poco una respetable carrera cinematográfica. La interesante CONFESIONES DE UNA MENTE PELIGROSA ya hacía presagiar que lo suyo no era capricho de estrella que se aprovecha de su lugar en la cumbre para satisfacerse el ego.
La posterior BUENAS NOCHES, Y BUENA SUERTE tuvo unánime y merecido reconocimiento público. El actor exhibía en ella en una serenidad contemplativa, que acreditaba los modos de un director capacitado para un clasicismo sobrio, tajante, cuidado y sinuosamente escrutador.
El film rezumaba sapiencia y voluntad de escarbar en la trastienda de la historia aún reciente de su país. Los hechos relatados en ella superaban el mero historicismo para elevarse hasta una nada insustancial reflexión sobre ciertos comportamientos socio-políticos bien reconocibles, por desgracia, en nuestros días.
LOS IDUS DE MARZO viene a configurarse como una lógica continuación de aquella. Decimos lógica, porque el paso del tiempo parece haber hecho mella en la sana voluntad idealizadora que impelía aquella. El lapso temporal ha hecho que el dictamen del mismo pulso sea diametralmente opuesto.
En 2012, Clooney ha decidido mostrar una decepción, un abatimiento personal. El argumento y, sobre todo, la forma de saldarlo permiten confirmar que la utopía ha vuelto a estrellarse con la misma gris evidencia secular: las cosas nunca han sido ni lo que uno quisiera que fueren, ni, fundamentalmente, lo que uno había creído que eran. Todo ideal acaba revelando su reverso abismadamente falaz.
La película nos presenta a un interesantísimo personaje. Stephen Meyers, un eficaz experto en comunicación, encargado de dirigir la campaña presidencial del gobernador Mike Morris. Morris quiere llegar a la Casablanca siendo el candidato demócrata.
Todo parece ir viento en popa hasta que Meyers recibe una inesperada llamada a su móvil. Se trata del director de campaña del oponente republicano del gobernador. Éste le advertirá de que la suerte le va a ser muy adversa y le hace una atractiva oferta laboral.
El film es, esencialmente, la radiografía del perverso engranaje oculto que hace avanzar la superficie de los acontecimientos. La primera secuencia es brillantísima a tal efecto. Meyers (un rotundo, vidrioso, intenso RyanGosling) sale a comprobar el perfecto funcionamiento de un escenario en el que va a tener un debate posterior.
Desde el interior del escenario –la trastienda- sale a escena sólo. El local está vacío. Un foco le ilumina el rostro. El pronuncia unas palabras y da su beneplácito a la organización. En la posterior escena del debate, el candidato pronunciará las mismas palabras que el ayudante.
Sin forzar el paralelismo, la idea de que no hay el más mínimo resquicio a la improvisación, la idea de que todo está prestablecido de antemano, de que determinados rostros públicos son el escaparate urdido por un equipo que no vemos, de que la verdad nos es más que una conjeturada construcción de cálculos queda refrendada de forma sencilla, preclara y sagaz.
LOS IDUS DE MARZO se sitúa con habilidad en la cocina de ese magma de intereses en el que confluyen partidos políticos y medios de comunicación. Concretamente en los vasos comunicantes que se establecen entre ellos. Vasos comunicantes e interdependientes que se utilizan mutuamente con el único objetivo del beneficio propio.
Lo más sorprendente de la función es observar como el director se apodera de todos los meandros que le sirve un guion bien pertrechado de ramificaciones. Clooney le presta a la magnífica partitura escrita una astuta y contenida atención, haciendo que los hechos vayan fluyan con una nítida y afilada transparencia. Una transparencia que, por fortuna, no se ofusca en pulir asperezas, sino que se sabe emplazar como afilada plataforma observativa.
El film nos devuelve al meticuloso creador de BUENAS NOCHES Y BUENA SUERTE. Al igual que en ésta se advierte la querencia de Clooney por pertrecharse de un material escrito en el que los diálogos tengan una prioridad fundamental. Los de LOS IDUS DE MARZO hacen honor a la referencia shakespeariana del título. Son un aplastante dechado de mordacidad, arresto e inteligencia. Todos ellos, además, esgrimidos con emponzoñada malicia por el excelente plantel de aguerridos, eminentes caretos convocados para la función.
La película que, al principio, parece estar narrada con un, quizás, excesivo cálculo presentador. Sin embargo, conforme avanzan las secuencias y la trama va precipitándose contra unas incisivas encrucijadas de conciencia, consigue apoderarse de la atención del espectador, sin que en ningún momento el realizador tenga que enlodazarse en subrayado, manipulación o alharaca alguna.
Clooney sale indemne de un relato avanzado a golpe de lodos, venenos, traiciones y conflictos morales en candente brega conspirativa. Un film mucho más políticamente incorrecto de lo que muchos creen, en el que su director se consagra como hombre sabedor de las reglas del clasicismo más combativo que hoy se ejecuta en su país.
LOS IDUS DE MARZO nos propones una ficción que nos da de bruces contra esa nube de espejismos que es la pública verdad.