Título original: Suburbicon
Año: 2017
Duración: 105 min.
País: Estados Unidos
Dirección: George Clooney
Guion: Ethan Coen, Joel Coen, George Clooney, Grant Heslov
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Robert Elswit
Reparto: Matt Damon, Julianne Moore, Óscar Isaac, Glenn Fleshler, Noah Jupe, Michael D. Cohen, Steve Monroe, Gary Basaraba, George Todd McLachlan, Carter Hastings, Dash Williams, Alex Hassell, Lauren Burns, Tony Espinosa
Productora: Black Bear Pictures / Silver Pictures / Smoke House Pictures
Nota: 4.8
De sobra es conocida en la historia del cine esa tendencia según la cual, a la hora de su debut tras la cámara, muchas veces un actor recurre como protocolo referencial desde el cual aferrarse a cumplir esa nueva tarea a la mímesis estilística de un director venerado, asumido como patrón de oficio, con el cual han desarrollado su carrera actoral. Por ejemplo, sin ir más lejos, el maestro Clint Eastwood no ha renegado jamás de la influencia que, en su trayectoria como cineasta, ejerció desde un principio la figura del gran Don Siegel. Resulta asaz estimulante observar como la tutoría asimilada del autor de obras como EL SEDUCTOR o HARRY EL SUCIO estimuló en su discípulo un clasicismo rebelde, tajante, preciso, atento, acorde con el cine norteamericano de los años sesenta, reivindicador de la esencia del género del western inoculada al thriller urbano, que, en el fondo, no ha hecho sino desarrollar de forma serena y oscura a lo largo de su extensa filmografía. SUBURBICON, el film que ahora comentamos, depara otra de estas devociones evidentes, aunque el realizador que la estimula no es un primerizo, ni, hasta el momento, había demostrado imbuirse demasiado del referente admirado.
George Clooney, tras el morrocotudo fracaso infligido por la paupérrima THE MONUMENTS MEN, ha decidido buscar amparo reconductor, acaso siendo consciente del atolladero creativo en el que aquella lo había sumido. Y lo ha hecho acudiendo a la puerta de una de las facultades cinematográficas más indispensables del cine contemporáneo: la cátedra de los hermanos Cohen. Con ellos ha trabajado en repetidas ocasiones, dando, a sus órdenes eficaz muestra de un ácido talento para la ironía cómica. Valga referir su aportación en títulos como AVE CÉSAR, QUEMADO ANTES DE LEER u O BROTHER. Dada esa relación, no debe extrañar nada que los autores de NO ES PAÍS PARA VIEJOS accedieran a cederle gustosos la oportunidad de convertir en imágenes definitivas un viejo guión, escrito por ellos en los inicios de su carrera.
En principio, por supuesto, nada que objetar a la operación, por cuanto, pese al pasmoso traspiés citado, Clooney tiene acreditada una notable pericia realizadora, de la mano de films tan potentes como BUENAS NOCHES, Y BUENA SUERTE. El problema de SUBURBICON es que el creador de LOS IDUS DE MARZO parece haberse confiado en exceso a la hora de autoconvencerse de que el universo de los Cohen es tarea fácil de alcanzar por cualquiera, por mucho que se parta de un material gestado por los propios creadores de FARGO. SUBURBICON paga muy cara la osadía de esa deuda, al no superar jamás la fractura que quiebra a un ejercicio en el que la simbiosis entre la relectura personal del universo Cohen y la aportación personal cooperada por Clooney no cuaja jamás la vitriólica tersura requerible.
Y es que, de partida, el film se configura lastrado, postizo, inarmónico. Clooney toma la decisión de trufar el argumento hilvanado por los Cohen con un fleco narrativo original suyo que, muy pronto, segrega toxicidad de hendidura y acople lastrador. SUBURBICON viene a narrar las complicadas consecuencias que acaecen en el seno de una familia norteamericana tras el asalto de unos maleantes al hogar, saldado de forma funesta y medular para ese núcleo. Década de los años cincuenta, el film corre muy pronto a vindicar la alargada sombra y espinosa de la citada FARGO. Nada ni nadie será lo que aparenta; todo quedará abocado a ir desenredando una oculta maraña de intereses, avaricias y desvelos, que, finalmente, lo que vendrá a poner de manifiesto es la supina mediocridad existencial de un entorno en el que todo individuo será incapaz de atenuar la preclara querencia por la osada estupidez que modula su comportamiento. Los Cohen, ya se sabe, esos nítidos desconfiados de la especie humana y su vasta facultad para lo peor y sus extensiones.
El problema del film no es la dificultad casi previsible al propósito de noble emulación demandado por Clooney (que también), sino, como ha quedado referido, la idea de adjuntar al meollo expuesto un hilo narrativo protagonizado por el conflicto vecinal ocasionado tras la llegada a la población en la que tienen lugar los acontecimientos de una familia de raza negra. Esta aportación ni se antoja ensamblada con coherencia a la trama medular, ni, lo que es más grave, logra ser encauzada por el director en calidad de elemento enriquecedor de aquella. Reina atropello, desorientación y capricho allí donde debiere imperar ajustada precisión. La intencionalidad hipotéticamente social, historicista, reivindicativa desajusta la concentrada causticidad costumbrista en la que se zambulle la tonalidad perfilada para el desarrollo del meollo familiar. Sólo a partir de la escena en la que un grandioso Oscar Isaac se basta por sí mismo para enderezar el rumbo absolutamente anodino y desestabilizado de un film, hasta ese momento, asombrosamente lánguido y obcecadamente errático, SUBURBICON alcanza a reivindicar una validez, por desgracia, esquilmada de modo abrupto y desesperante por parte de su director.