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TÍTULO ORIGINAL: Los últimos días

AÑO: 2013 

DURACIÓN:  100 min. 

PAÍS: España

DIRECTOR:  Àlex Pastor, David Pastor

GUIÓN:  Àlex Pastor, David Pastor

MÚSICA:  Fernando Velázquez

FOTOGRAFÍA:  Daniel Aranyó

REPARTO:  Quim Gutiérrez, José Coronado, Marta Etura, Leticia Dolera, Lluís Villanueva, Mikel Iglesias, Ivan Massagué, Pep Sais, Momo Ballesteros

PRODUCTORA: Morena Films / Rebelión Terrestre / Antena 3 Films / Les Films du Lendemain 

NOTA: 1

Muchos, a priori, eran los elementos que jugaban a favor de una producción de las características de LOS ÚLTIMOS DÍAS. La particularidad de la trayectoria estadounidense de sus creadores, el apetito por estos empeños macroproduccionales patrios que ha dejado LO IMPOSIBLE, de J. A. Bayona, una inteligente y voluminosa campaña publicitaria, el nombre de los dos principales actores protagonistas, la curiosidad de contemplar Barcelona desde un cacareado punto de vista apocalíptico…

Toda esta acumulación de estímulos hacía comprensibles las expectativas generadas por el nuevo producto firmado por los hermanos Pastor. Sin embargo, una vez vistos los resultados, lo primero que cabe certificar es que esos esperanzados prolegómenos se han antojado excesivos y, quizás, contraproducentes, pues el film de lo que más se resiente es del brutal desequilibrio que se dilucida entre las intenciones de partida que no cesa de subrayar y el soporte narrativo que debiere haber sido procurado para sostener con interés el, en demasía, de forma insoportablemente vacua,  palmario empeño.

LOS ÚLTIMOS DÍAS se agota en el anuncio de sí misma, porque quienes la han maquinado sólo han sabido jugar a la carta de lo más ampuloso, noticiable y espectacular de su apariencia. El ejercicio es la lógica calamidad consecuente a la sinrazón desde la que ha sido concebida. Esto es como si alguien quisiera hacer un regalo a un ser querido y lo más importante para ese descerebrado comprador no fuera ni el regalo ni el regalado, sino el papel del envoltorio. Pues bien, uno abre el lujoso celofán catastrofista de LOS ÚLTIMOS DÍAS y no encuentra nada. Una nada sin dedicatoria.

El film nos presenta a una especie humana acorralada, escondida, atemorizada frente a una fatídica peste invisible que azota a toda la población mundial. Una letal agorafobia planetaria condena a todos los habitantes de la tierra a no salir al exterior del habitáculo en el que se encuentran. El más mínimo contacto con el mundo al aire libre desata de inmediato un pánico fulminante, mortal. En este contexto, un joven empleado de una multinacional tratará por todos los medios de acercarse hasta el hogar que comparte con su novia para poder estar junto a ella.

 Como ya ha quedado dicho, la película no sabe estar en ningún  momento a la altura de la interesantísima premisa de partida que procura al inquieto espectador. El presunto buen hacer tras la cámara de Alex y David Pastor no sabe mitigar los efectos del gravísimo yerro generatriz que configura un guión a toda luces inservible, rutinario, exiguo, superficial, empeñado flagrantemente en contribuir a la unívoca causa que malogra la validez del ejercicio: el deslumbramiento escénico que se le supone a la visualización de una Barcelona arrasada, hecha un solar inhóspito, resquebrajándose inmutable ante la inminencia de un mundo abocado a una indefectible aniquilación.

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La película diseña una estrategia narrativa que permite lucir esa idea visual. Se nota a las claras que la suficiencia de los dos realizadores les juega la mala pasada de la desmedida valoración de esa facultad. Da la impresión de que los hermanos Pastor, sabedores de que eran capaces de configurar escénicamente algunos planos de indudable potencialidad (la Vía Layetana vacía, el Arco del Triunfo desolado, el Hospital del Mar hecho pasto de un inciendio, el humeante skyline de la urbe con la torre Agbar azotada por un sol ceniciento), han sometido el periplo que alimenta el argumento a la mera exhibición de ese, todo hay que decirlo, nada fácil reto.

Lógicamente, LOS ÚLTIMOS DÍAS, dada esa nociva decisión, es un film hueco, monótono, urdido con sonrojante querencia por el tópico y la previsibilidad, en el que a los pocos minutos de su metraje se tiene ya la sensación de que la historia es lo de menos: el itinerario que se autoimponen los protagonistas es una excusa muy menor, un convidado de piedra, una pieza intercambiable, un necesario relleno mediante el cual acceder a mostrar los instantes ungidos por la suficiencia realizadora de los creadores.

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De ahí que falte, que no emerja, que no se atisbe la menor sensación de angustia en una película que hace bando, segundo a segundo, de su fatalidad, su claustrofobia, su cerrazón, su oscurantismo, su asfixia, su incertidumbre y su pesimismo futurista.

Los personajes quedan reducidos a escombro conductor de la concienzuda desgana con la que todo está ordenado. Especialmente lastimoso y lamentable deviene todo lo que concierne al personaje interpretado por un desubicado José Coronado. Le ocurre a él lo que a todo el film: cuando revela su secreto, sucumbe por entero a la gratuidad y a la inexistente personalidad con las que ha sido pincelado.

Una verdadera lástima, porque la ocasión bien merecía una contundencia escrita y narrativa diametralmente opuesta a la exhibida. LOS ÚLTIMOS DÍAS no es empezar la casa por el tejado, sino por el humito de diseño que sale por la chimenea de los planos dibujados por el arquitecto para la casa del vecino.

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