La Gran Familia Espanola Imagen 11

Título original: La gran familia española

Año: 2013

Duración: 101 min.

País: España

Director: Daniel Sánchez Arévalo

Guión: Daniel Sánchez Arévalo

Música: Josh Rouse

Fotografía: Juan Carlos Gómez

Reparto: Quim Gutiérrez, Antonio de la Torre, Patrick Criado, Verónica Echegui, Roberto Álamo, Héctor Colomé, Miquel Fernández, Arantxa Martí, Sandra Martín, Sandy Gilberte, Raúl Arévalo, Pilar Castro

Productora: Atípica Films / Mod Producciones / Antena3 Films

Nota: 7.2

La familia y sus carcomas; la familia y sus gozos; la familia y sus puntos suspensivos, suspendidos y sumideros. Aparte de otros muchos rasgos característicos, la filmografía de Daniel Sánchez Arévalo no cesa de abordar el núcleo familiar como espacio emocional hacia el que encaminar la mira de su objetivo. La familia, oteada desde su ya reconocible punto de vista aviesamente amable, viene a ser la diana preferida del dardo que emplaza su agridulce interés narrador.

Así ocurrió de forma directa en AZULOSCUROCASINEGRO, de forma fragmentada en GORDOS y de forma germinal en PRIMOS. Como en esta última, en su cuarto largometraje esa predisposición se manifiesta ya en el mismo título: LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA. El realizador y guionista avisa desde el principio que el territorio por el que va a inmiscuirse su intentona vuelve a ser el del galimatías familiar, el de la jungla de la similitud sanguínea, el de la batalla sentimental que imponen los lazos genéticos, el de la acumulación de debes y haberes saldado por causa de la convivencia añosa, unida y soportada: la familia, esa losa como almohada o esa almohada como losa.

LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA nos presenta a un curioso grupo familiar, todo él involucrado en un acontecimiento muy particular: el menor de los cinco hijos de una familia, cuyos padres hace mucho tiempo que se han separado, se casa. Se casa a los dieciocho años, se casa con su embarazadísima novia y se casa justo el día en el que la selección española de fútbol va a jugar el partido más importante de toda su historia: la final del campeonato del mundo en Sudáfrica 2010.

El film plantea esta confluencia de desconciertos, premuras y casualidades como excusa para indagar en los claroscuros de la familia del novio, en particular en los cinco hermanos que la integran: cinco varones bautizados con los nombres de los protagonistas de la inolvidable SIETE NOVIAS PARA SIETE HERMANOS, pues la veneración del padre por el famoso musical así lo fue disponiendo en su día. La madre de todos ellos hace algunos años que se marchó del hogar. El padre no ha podido superar el abandono.

A todo ello hay que unir la suma de inestabilidades aportada por el crónico estado depresivo de Adan, el hermano mayor, por la llegada de Caleb a la casa familiar tras dos años de estancia en África ejerciendo como médico, por la minusvalía mental de Benjamin, por el nerviosismo de Daniel ante la llegada de Caleb y, por tanto, la obligación de contarle que es él ahora la pareja de Cris, la antigua novia de éste y, por supuesto, el mal humor del novio ante el constante reprochela-gran-familia-espanola-imagen-14 sobre la coincidencia de la fecha de la boda y el hito futbolístico que todos los invitados quieren contemplar.

Lo primero que cabe decir frente a un producto de esta característica coral es que el riesgo  asumido por una narración tan repleta de personajes, subtramas y apuntes  significativos Sánchez Arévalo lo capea con una soltura, una pericia y un gracejo airosamente encomiables. Y lo hace, además, aprovechando  al máximo una dificultad añadida a ese cúmulo de objetivos mencionado: el marco temporal que da cobijo, condiciona y apremia a los hechos.

La acción del film se ciñe, primero, a la misma celebración de la fiesta nupcial en la finca paterna y, posteriormente, a la duración de la inesperada y tensa pugna futbolística patria. Esta autoimposición de suscribirse a un parámetro temporal tan definido, en lugar de encorsetar el fluido de aconteceres, lo que hace es servir de coraza, de cinturón, de límite encauzatorio que se alía con los esfuerzos del director para que las distintas tramas que van a ir apareciendo no se dispersen y discurran en un bien circunscrito paralelo. La multitud no deviene en confusión sino en concatenación de recovecos.

El cuarto film de Sánchez Arévalo supone un clarísimo avance con respecto a la irregularidad de PRIMOS y a la insatisfacción de GORDOS. Se nota que el joven realizador se ha impuesto solventar los errores que malograban sus dos anteriores propuestas. Esto se percibe tanto en el mimo en la caracterización de todos los personajes como en la consecución de un efectivo ritmo narrativo que sólo en contadísimos momentos sufre decaídas.la-gran-familia-espanola-imagen-6

En cuanto a los personajes, cabe constatar el celo del guionista/director en dotar a todos y cada uno de ellos de una peculiaridad, de un aporte, de una distinción, encauzándolos dentro  de un hilo narrativo en el que esa particularidad está siempre apurada con total pertinencia. Tanto la historia particular del novio con su inminente esposa y la hermana de ésta, como el miedo de Daniel a que Caleb recupere a Cris, como la búsqueda de Adán en la casa paterna, o como la incógnita de la ausencia de la madre se van desarrollando al amparo de los deslices cómicos tan logrados como las apariciones del personaje interpretado por Raúl Arévalo, las réplicas de Benjamín o los ímpetus de la prima salida.

El aplomo, la paciencia y la contención realizativas aportadas por Sánchez Arévalo sujetan la contemplación de todos ellos logrando que la convocatoria de tantas excentricidades jamás derive en esperpento o en exageración, pese a que uno no pueda comprender como aha podido ser tolerada una alharaca tan estridente como el desfile musical de protagonistas al inicio del enlace.

La cámara observa, atiende, acude, pero no subraya ni fuerza la acción o el debate oral encuadrado. Hay abigarramiento de voluntades, pero no atropello de entrecruces. Se evidencia mucho más el aporte irónico que la comicidad desaforada. Escenas tan magistralmente resueltas comola-gran-familia-espanola-imagen-10 la del interrogatorio a los novios por parte de sus respectivas familias viene a ejemplificar ese ansia por escapar de la infame complacencia carpetovetónica contra la que cae buena parte de la comedia hecha en nuestro país.

LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA se hace fuerte en ese terreno agridulce del enfrentamiento entre personajes, en el ajuste de cuentas pasadas, en la intimidad confesora, en la ternura doliente con la que son expuestos los dilemas que acucian a aquellos. Los mejores momentos de la cinta se cuajan en los cara a cara íntimos que dirime el reencuentro de los protagonistas. La brillantez de muchos diálogos, la complicidad de todos los intérpretes, la efectiva planificación dirimida por el realizador, hacen que la yuxtaposición de elementos dramáticos (algunos de ellos, quizás, al final, un poco pasados de rosca)y de comedia se concrete mejor que nunca dentro de su filmografía.

La película evidencia la madurez expresiva de su director, por cuanto consigue con su oficio estar a la altura de un reto nada fácil de domesticar: esta reunión nupcial de fieras convocadas a una vieja jaula en la que todos corren el riesgo de ser engullidos por el apetito animalmente atrasado del otro forja su efectividad gracias a la capacidad de Sánchez Arévalo para someterlos cortésmente dentro de su desinhibida, fresca y solícita liturgia. LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA desprende esa difícil ligereza que es la dignidad bien entendida.

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