Título original: Iron Man 3 (Ironman 3)
Año: 2013
Duración: 113 min.
País: USA
Director: Shane Black
Guión: Shane Black, Drew Pearce (Personajes: Stan Lee)
Música: Bryan Tyler
Fotografía: John Toll
Reparto: Robert Downey Jr., Ben Kingsley, Gwyneth Paltrow, Don Cheadle, Guy Pearce, Rebecca Hall, James Badge Dale, Stephanie Szostak, Ty Simpkins, Wang Xueqi, Jon Favreau, William Sadler, Bingbing Fan, Yvonne Zima, Dale Dickey, Ashley Hamilton, Stan Lee
Productora: Marvel Studios / Walt Disney Pictures
Nota: 6.9
Le ha sentado bien a Tony Stark su cita con el psicoanalista. Le ha obligado a ello el cambio de conductor de peripecias y, hay que convenirlo, la terapia impuesta para la ocasión ha surtido atractivo efecto.
El relevo a los mandos directrices asumido por Shane Black (KISS KISS, BANG GANG) ha traído consigo una estimulante acumulación de nuevos bríos, de interesantes reconducciones y de notables estímulos. El primero de todos ellos, sin lugar a dudas, la necesaria indagación en la personalidad del personaje protagonista y su consecuente recuperación para el interés espectador.
Partimos de la debacle total, del superhéroe abocado a la crisis y a la merma de facultades. IRON MAN 3 tarda bien poco en poner en evidencia que su postulación no va a ser la de vivir de los réditos anteriores, esto es, la de fundamentarse sobre la nefanda comodidad que supone confeccionar un producto limitado a exprimir estrictamente las mieles exitosas de su matriz, a dejarse llevar jugando la mera convocatoria de lo ya sabido, sin aportar excusa novedosa que justifique la continuación.
La trama, por un lado, nos presenta a un Tony Stark sumido en una inexplicable angustia y, por otro, impone rápidamente la devastación del universo cotidiano que le habíamos conocido: su mansión/guarida es arrasada por las unidades aéreas pertenecientes a un cruento enemigo. El film narra fundamentalmente la búsqueda de un nuevo Iron Man, emprendida por un Tony Stark que deberá aferrarse a su propio talento mecánico y creador para pergeñar la resurrección de entre sus cascotes metálicos.
Lo más interesante del asunto es que esta modelación, este paréntesis reflexivo, oculto, alejado y urgente no está confeccionada siguiendo las directivas reconstituyentes, definidas por el oscuro patrón con el que Nolan alumbró al emérito murciélago a partir de BATMAN BEGINS. Pese a que esa idea argumental de la huida hacia el origen pudiera parecer copiada de la saga creada por el director de MEMENTO, nada de esto ocurre.
Black no tiene como referente más próximo a la trilogía mentada. IRON MAN 3 mira de soslayo las excelencias de la magnífica LOS VENGADORES. Participa de ella imponiendo una certera seriedad en la definición del personaje principal y, sobre todo, dando preeminencia a la construcción de un entramado argumental rico en giros no previstos y en soluciones narrativas mucho más complejas de lo que su apariencia se encarga de ocultar.
El guión de IRON MAN 3 parte de un héroe caído a tierra. Esto es así, pero se encarga en todo momento de que el relato de acontecimientos y la deriva personal impuesta al excéntrico multimillonario no desprecie jamás el perfil conocido de éste. No nos hallamos frente a un Tony Star buceando en su lado más oscuro, escarbando en su pasado para tratar de cerrar heridas irresueltas, sino ante un Tony Star que trata de repararse aplicándose su inherente desinhibición egocéntrica, su versátil engreimiento y, fundamentalmente, su sangrante ironía. IRON MAN 3 no es más oscura que sus precedentes, pero sí muchísimo más analítica, más consciente de las coordenadas establecidas para su creación.
Esta exigencia, como era de esperar, trae consigo algunos efectos secundarios. La fiereza con la que la historia se adhiere a la tesitura personal que deberá ser solucionada por el protagonista hace que algunos elementos narrativos queden un poco eclipsados. De esta interesante decisión, se resienten, no acaban de encontar su sitio, por ejemplo, los personajes que vienen fijos de franquicia. Ni Pepper ni el comandante Rhodes salen bien parados de ella y no acaban de desprenderse de su condición de rédito a pagar.
Sin embargo, la función no decae en un solo momento. A la premisa de partida, claro está, se le une la admirable pericia realizativa de su director. Shane Black se postula como un notable conocedor de las reglas del gran espectáculo y es capaz de estimular una puesta en escena que está a la altura de los nuevos propósitos de la empresa. La desmesura de medios se exhibe siempre sometida a la necesidad del relato. Secuencias como la citada que describe la destrucción del hogar de Stark (un Robert Downey Jr. en perfecto estado de metálica mordacidad), como la que tiene lugar en el avión presidencial o como la que cierra el film avalan una destreza mucho más que digna.
IRON MAN 3 posee la loable intencionalidad de no banalizar las sagradas garantías del espectáculo honesto. De ahí que no nos duela insistir en su recomendación.