Título original: Regression
Año: 2015
Duración: 106 min.
País: España
Director: Alejandro Amenábar
Guión: Alejandro Amenábar
Música: Roque Baños
Fotografía: Daniel Aranyó
Reparto: Ethan Hawke, Emma Watson, Aaron Ashmore, Devon Bostick, David Thewlis, Dale Dickey, Aaron Abrams, Adam Butcher, David Dencik, Kristian Bruun, Matija Matovic Mondi, Janet Porter, Goran Stjepanovic
Productora: MOD / Himenóptero / First Generation Films / Telecinco Cinema
NOTA: 4
Seis años para esto. REGRESIÓN no merece tan dilatada espera. Su ínfima pequeñez se antoja precio excesivamente alto para, dada la magnitud del lapso de tiempo tras la paupérrima ÁGORA, las altas expectativas generadas. Se vuelve en su contra, incluso, el exceso de matemático cálculo protector que la entumece, acogota y desangra. El último film de Alejandro Amenábar se estrella aparatosamente contra esa flácida amargura que se constata en toda decepción.
Y eso que, consciente del fracaso pergeñado en la fútil empresa historicista protagonizada por Rachel Weisz, el hispano-chileno parece plantear esta nueva intentona como una especie de retorno a sus inicios, adentrándose en el terreno del thriller fantástico, cual si de recuperar el espíritu de su recordado debut, TÉSIS, se tratara. Por desgracia, nada del arrojo propio de quien tiene que afrontar su primera aventura, intentando suplir con arrebato insolente la merma de la bisoñez, existe, vindica, funciona en REGRESIÓN. Ésta echa a naufragar su hipotética enjundia cuando su gestador toma la decisión de amarrarla hasta el punto de no permitirle en ningún momento que justifique su existencia.
Basada en hechos reales, el film se adentra en la Norteamérica de la década de los noventa (con diferencia, lo mejor del film es el diseño de producción encargado de recrear la época) para bucear en el problemático tema de las sectas religiosas establecidas en la sociedad de aquel país y, de paso, tratar de urdir una diatriba acerca del germen del miedo colectivo, del temor contagiado entre los moradores de una muy determinada colectividad. Quizás, la frustración más zahiriente de todas las excesivamente numerosas que acumula la película sea la de que esta intención analítica se antoja palmaria en exceso: a REGRESIÓN se le vislumbran unas molestas ínfulas sociológicas, que paralizan una y otra vez la necesaria fluidez del relato.
El relato lo protagoniza un detective policial encargado de esclarecer un escabroso caso en el que median vejatorias relaciones familiares de por medio: una joven, Angela, pide asilo en una iglesia de Minnesota, cercana a su hogar, huyendo del maltrato al que es sometida por parte de su padre. Se da la circunstancia de que éste, en el interrogatorio, confiesa los hechos, pero dice no recordarlos. La intervención de un psicólogo que lo somete a una terapia regresiva provocará que los hechos cobren un inesperado cariz.
Como ha quedado insinuado con anterioridad, el principal lastre de REGRESIÓN es la disposición empleada por Amenábar para cocer a precisa temperatura la no poca complejidad de una narración que jamás termina de definirse ni de arrojarse por culpa de esa nociva tibieza intensiva. La película tontea con varios géneros y se diluye por entre las lindes de semejante tanteo a todas luces improductivo y, por tanto, embotador.
Y es que, como película de terror, se queda corta, timoratamente fría y, además, expuesta a deshilachados tan trillados como la escena de la persecución del gato por parte de la madre o a la prescindible visualización de la pesadilla final del personaje incorporado por un errático Ethan Hawke. Como thriller detectivesco, la (pacata) trama del enigma central se da de bruces con la aportación excesivamente aclaratoria y de manual que se le adjudica a las intervenciones de un personaje tan fundamental como el del especialista encargado de la regresión: éste es un personaje que precisa de una turbiedad que sí propone su intérprete, David Thewlis, pero que no presta el retintín especialista impuesto por el material escrito dispuesto: la sobredosis de aclaración recalcativa menoscaba una ansiada tenebrosidad, que, por otro lado, Amenábar tampoco sable insuflar a una puesta en escena sometida a atender en exceso a la sobredosis de justificaciones. Lo mismo cabe decir de Angela, aunque, por desgracia, la alicorta configuración de su figura ve abundada la falta de hondura perturbante que clama en todo momento, por causa de la nula capacidad dramática de una sobrepasada Enma Watson.
Y, finalmente, como melodrama familiar, REGRESIÓN revela la obstaculizante gelidez tras la que Amenábar decide encorsetar toda su labor tras la aprensiva cámara. El film adolece de meditación, de temor a decidirse, de apostar con firmeza por enervarse y atacar una sinrazón obsesiva que, por desgracia, queda convertida en mero trámite simplificador, miedoso, enfermo de prosódica cautela. Nada nuevo en el horizonte. El autor de MAR ADENTRO, es innegable, sabe del oficio de dirigir; sin embargo, cada vez se aleja más del buen cine: el Séptimo Arte poco tiene que ver con la profesionalidad de quien lo intenta y pertenece, en cambio, a quien sabe resquebrajar con descaro y pertinencia las reglas establecidas por el cumplimiento a rajatabla. No es escritor quien tiene la letra bonita. Amenábar o la frustración del pertinaz caligrafista.