Título original: Samba
Año: 2014
Duración: 115 min.
País: Francia
Director: Olivier Nakache, Eric Toledano
Guión: Olivier Nakache, Eric Toledano
Fotografía: Stéphane Fontaine
Reparto: Omar Sy, Charlotte Gainsbourg, Tahar Rahim, Izia Higelin, Issaka Sawadogo, Youngar Fall, Hélène Vincent, Liya Kebede
Productora: Gaumont / Quad Productions / Ten Films
Nota: 0
Se veía venir la hecatombe. Uno de los últimos monumentos a la bagatela cinematográfica ha dado pie a esta imposible urdimbre de naderías trilladas llamada SAMBA. El morrocotudo éxito de la tramposísima INTOCABLE le ha hecho a sus creadores creerse en la posesión de la gallina de los huevos del lloro y el resultado es un deleznable trampantojo pasado de almíbar, arbitrariedad, convencionalismo y buenas intenciones. SAMBA es más mala que enviar a tu padre a que le gradúe la visión un podólogo… Pues eso… de ponerse callos de cerca en los ojos o grietas de talón pasado de tacones en las pestañas…
INTOCABLE no era más que una suma de buenismos facilones, inodoros e inofensivos, sólo salvada por la química cómplice habida entre sus dos principales intérpretes. Sus directores, Oliver Nakache y Eric Toledano, se limitaban a tratar de que el sonrojante catálogo de gratuidades blandungas y dóciles sobre el que cabalgaba a trote fácil la función no tuviera que sortear obstáculo alguno para que la zafia, pacata linealidad de la historia luciera en todo su vacío esplendor. SAMBA, sin ningún tipo de recato ni pudor reincide en la fórmula explotada sin ambición en aquella. De resultas, el calco de una chuchería pasada de compota, como era de prever, pues que deviene en diabetes en la retina.
La película vuelve a convocar un choque entre contrarios, una confrontación de disímiles condenados a converger armónicamente, esto es, la consabida intersección de enseñanzas recíprocas e influencias benefactoras llegadas desde la otredad. Vergonzantemente, los creadores no han tenido siquiera el recato de trastocar los roles ya explotados en su anterior insustancialidad taquillera: del mismo modo que en INTOCABLE, el cruce de caminos entre un personaje caracterizado como un emigrante africano poseedor de todos los encantos y saberes, y un personaje presentado como un adinerado abatido por una profunda crisis personal torna a erigirse como el sustento dramático de la función.
El problema principal de SAMBA es, por lo tanto, que viene a ser una INTOCABLE vista, repetida, incapaz de apartarse ni un solo milímetro del itinerario que define el intento de repetir las mieles del inesperado éxito anterior. De nada vale que en esta ocasión el rol del millonario impedido se torne directiva empresarial depresiva. Es más. Lo empeora nocivamente, pues a la consabida reciprocidad de convergencias vivenciales no tarda nada en involucrarse en el previsible acercamiento sentimental, por lo que la cosa además de bienintencionada abunda en ñoñez prefrabicada, fotonovelerismo rancio y en putridez romanticoide.
Los apuntes sociológicos que dirimen los intentos del emigrante senegalés por conseguir su legalidad, las dificultades laborales, la dureza de su habitualidad no pasan de burdos recursos apeladores a una descarada piedad observadora. La nueva convocatoria de Omar Sy no hace sino alimentar la sensación de desahogada insistencia en lo visto por desgracia. Y la mediación de Charlotte Gainsbourg puede pasar a los anales de los errores de cast más flagrantes de los últimos tiempos: la intérprete está tan adecuada en su rol como el flotador patito de Falete en la cintura trikinal de Ana Obregón posando anorexia siliconada de tercera generación en aguas baleares. Como si Ancelotti ficha a Karmele Marchante para pasarle balones de gol a Cristiano Ronaldo… En resumidas descuentas, tan válida como admitir uñas como gafas de sol.