Título original: The Snowman
Año: 2017
Duración: 125 min.
País: Reino Unido
Director: Tomas Alfredson
Guion: Matthew Michael Carnahan (Novela: Jo Nesbø)
Música: Marco Beltrami
Fotografía: Dion Beebe
Reparto: Michael Fassbender, Rebecca Ferguson, Charlotte Gainsbourg, Jonas Karlsson, J.K. Simmons, Val Kilmer, James D'Arcy, Chloë Sevigny, David Dencik, Michael Yates, Jamie Clayton, Toby Jones, Sofia Helin, Ronan Vibert, Jakob Oftebro, Alec Newman, Silvia Busuioc
Productora: Another Park Film / Universal Pictures / Working Title Films
Nota: 0
Desde los tiempos de EL TURISTA, de Florien Henckel von Donnersmarck no se recuerda semejante excusa para la más oprobiosa decepción. El joven realizador germano, que venía de entusiasmar al mundo entero con la magistral e inolvidable LA VIDA DE LOS OTROS, de pronto, al ser llamado a las siempre tentadoras mieles de Hollywood, despanzurraba su crédito al deparar la patética cinta protagonizada por Johnny Depp y Angelina Jolie. Lo mismo, pero elevado al cubo, cabe adjudicarle al sueco Tomas Alfredson, que con esta infame EL MUÑECO DE NIEVE, arroja al sumidero todas y cada una de las expectativas creadas en torno al creador de una de las últimas joyas que ha dado el género del cine del terror, DÉJAME ENTRAR (2008), y de una de las aproximaciones más aviesamente radicales que recuerda el thriller de espías, EL TOPO. Resulta del todo imposible reconocer la agreste astucia contemplativa descerrajada en ambas en uno solo de los planos de esta soberana mentira fílmica, en la que ningún elemento constitutivo sabe sobreponerse a la añagaza, al desdén y la trivialidad desde la que han sido engendrados.
Frente a semejantes precedentes, insistimos, quienes hemos admirado esas dos magnas obras esperábamos que el acercamiento a un best seller litarario como es la obra del exitoso escritor noruego, Jo Nesbo, acumulara la sagacidad personal no complaciente, árida y relectora con la que David Fincher saldaba la versión norteamericana de LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES. Por lo menos, estábamos convencidos de que, a priori, era incapaz de evitar la rutina meramente calcatoria, convencional y prescindible con la que Niels Arden Oplev se enfrentó, antes que el creador de LA RED SOCIAL, a la ultraconocida novela de Stieg Larsson. Sufrida la barbarie cometida con EL MUÑECO DE NIEVE, bien podemos confesar que daríamos por muy buena la anodina aplicación al oficio exhibida por Arden Oplev. Alfredson supera el límite de lo rutinario, para caer destripadamente en la tortura estomacal de lo dantesco.
El film, tras una secuencia inicial en la que, ante la mirada implorativa e impotente de su hijo, se describe la muerte de una mujer maltratada por un agente de policía, nos traslada a la abatida existencia de un detective policial, Harry Hole, que se nos es presentado como un hombre en crisis, con problemas de alcohol, afectivos, solitario y estancado profesionalmente, dadas las reticencias que esta actitud provoca en sus compañeros y superiores. Hole necesita un caso mediante el cual demostrar una posible redención. La extraña desaparición de una mujer tras la primera nevada invernal sobre Oslo le hace intuir que puede serlo. A la comisaría llega desde Bergen una agente con la que intentará esclarecer el rompecabezas a varios tiempos que comienza a descubrir la investigación de una serie de hechos que les dará de bruces con la asombrosa impiedad de un asesino en serie empeñado en actuar sobre mujeres cuyo comportamiento desaprueba.
La rémora principal que arruina las hipotéticas posibilidades de un material tan fullero como el que, una vez padecida la adaptación resultante, se le adivina a la novela es la chusquísima mediación de un material escrito para el film. El guión es una supina concatenación de patrañas insostenibles por rocambolescas, baratas y, sobre todo, evitadoras de cualquier atisbo de suspense sólido. La pretensión de añadir complejidad a la investigación central adjuntándole una serie de flecos pasados irresueltos se antoja tan improductiva como generadora de ridiculeces, nimiedades y estorbos. Abundan las coincidencias amañadas, las resoluciones impostadas y los avances narrativos carentes de solvente consistencia. El capricho confluyente a toda y burda costa queda acatado como único orden establecido. De ahí que el meollo argumental, en lugar de la esperable tensión enigmática, únicamente infunda sonrojo (la subtrama del cargo político) y cabreo (la deriva afectiva motivada por la relación con su ex –esposa; la descripción de la investigación policial pretérita en Bergen) por lo desahogado de su proposición, por lo apresuradamente que se deja mecer en la embustera baratija de lo previsible.
Con todo, lo peor de la función lo depara un Alfredson irreconocible tras la cámara. El realizador no es que sucumba a la imposibilidad de imponer cordura escénica al atolladero de poquedades y pamplinas narrativas que le presta el guión, es que da la impresión, desde el inicio, que sólo atiende a las baladíes directrices del más supino desentendimiento. El creador capaz de la exquisitez fílmica cristalizada en DÉJAME ENTRAR ni está, ni se le espera y, en consecuencia, se le indigiere. EL MUÑECO DE NIEVE es un completísimo catálogo de vulgaridad y racanería encuadrativa. Por tanto, nada puede hacerlo descarrilar de su frívolo itinerario hacia lo telefílmico. La cosa tiene hechuras de episodio desechado, de encargo de quinta categoría para acoplar en un pack televisivo. Alfredson se muestra incapaz de proponer una sola consistencia desde la que hacer emerger un mínimo espacio bien facultado para la turbiedad o el desasosiego. El resultado final es un insulto en toda regla. Para el género transitado. Para el espectador agredido por semejante ladrillo de misterio.