Pacifiction 1

Título original: Pacifiction

Dirección: Albert Serra

Guion: Albert Serra

Reparto: Benoît Magimel, Pahoa Mahagafanau, Marc Susini, Matahi Pambrun, Alexandre Mello, Sergi López, Cécile Guilbert, Montse Triola, Lluís Serrat, Mareva Wong

Nota: 8.6

Comentario crítico:

A priori, acercándonos a ella desde, por ejemplo, una mera lectura de la sinopsis, podría parecer que PACIFICTION viniere a proponerse como una inesperada y radical tentativa por parte de su autor de inmiscuir su modus operandi en un nuevo desafío (todos los proyectos ejecutados por el autor de HONOR DE CABALLERÍA merecen ser definidos con este sustantivo) que le obligara a escapar de la inercia claustrofóbica, historicista, teatralizante y tenebrosa, esculpida en las dos eximias LA MUERTE DE LUIS XIV y LIBERTÉ.

En ese resumen se nos habla de una acción que va a transcurrir en un enclave de la Polinesia Francesa, concretamente en Tahití; de que el protagonismo del film lo va a asumir un cargo político, el Alto Comisario de la República; y de que el meollo narrativo girará en torno a los conflictos que este deberá hacer frente tras el malestar contagiado entre la población isleña al sobrevenir un rumor que da por sentado que allí, de nuevo, el gobierno francés ha decidido hacer unos ensayos nucleares.

Evidentemente, semejante avance de información argumental se sitúa en las antípodas de la severa escrutación de los estertores de un monarca francés del siglo XVII; de la sórdida, extenuante, crápula contemplación de los vicios y corrupciones, tanto físicos como morales, de un grupo de depravados cortesanos franceses del siglo XVIII; y, cómo no, de una libérrima aproximación a la figura de los tres Reyes Magos, o de un inaudito acercamiento, descontextualizador, ladino y fertilísimo, ejecutado sobre el legendario Quijote cervantino.

Sin embargo, una vez vista, cabe afirmar que, efectivamente, lo que podría parecer una ocasión emplazada por Albert Serra para dar un enérgico giro creativo a la consolidada vocación exasperante e impacientadora que lo ha caracterizado desde siempre, en modo alguno es así. No es que la sinopsis mienta, pero, tratándose del autor catalán, no debe extrañar que esa previsión de posible film de suspense político tarde bien poco en descabalgarse de esas expectativas. PACIFICTION es tan púramente “Serra” como todo el cúmulo de provocadores ensimismamientos y abigarradas abstracciones que compone su intransferible trayectoria hasta la fecha.

Y sí, claro está, el contexto, la demarcación espacio/temporal dentro de la que va a emplazar esa infatigable querencia por la estupefacción desabrida no tiene más remedio que influenciar en la puesta en escena calibrada para la ocasión. Tahití, esa lejanía geográfica transoceánica, para un director furibundamente ensañado con el pretérito europeo, obliga a este a dejar mecer su inclemencia observativa en la exótica calma aislada que presta el paisanaje de ese concreto enclave del Pacífico.

El plano de apertura que muestra la llegada al puerto comercial de un navío, oteado desde la cubierta quedando encuadrado el muelle de carga y descarga que se atisba desde ahí, mediante un largo plano fijo en movimiento horizontal, pone sobre aviso, por un lado, de ese carácter de recalada, de atraque en un confín nuevo, y, por otro, dada la fealdad de ese cúmulo de contenedores de carga, de que la mirada que va a proyectar ese avistamiento poseerá pocas similitudes con la propia de un turista al uso. Los viajes de Serra distan mucho de conformarse con atracar en la superficie de la primera vista.

Nos hallamos, por tanto,  frente a un film cadencioso, oreado, exótico, casi siempre muy luminoso, rico en exteriores naturales, pero, huelga no estar predispuesto a otra cosa, que no tarda nada en derivar todo ese tratado de apetencias turísticas hacia su reverso más enfermizo, caliginoso y conspirado. Y lo hace proponiendo una radiografía del personaje central tan cruenta y deslizada como las que Serra ha sabido confeccionar para la mayoría de las criaturas a las que ha tenido el gusto de auscultar en su opaca consulta de ficciones siniestras.

Este comisario De Roller, al que un inmenso Benoît Magimel sabe hacer deambular con la absorta elegancia intuidora, conciliante e impostada que aquel apremia, sintetiza en esencia la mayoría de los intereses defenestradores exhibidos por el director, tal y como hemos dicho en el primer párrafo, en sus dos máyusculas obras precedentes. La mirada atónita y suspensa del personaje central de LA MUERTE DE LUIS XIV es la misma con la que este delegado gubernamental afronta las sospechas conspiratorias que le acechan. Como el moribundo monarca, De Roller se sabe pelele útil e ignorado por un universo que hace caso omiso de su presencia, dentro de un universo tan degradado, tan extremado en corruptelas, tan fatigado de ansias y agonías como el que definía la lujuriosa atmosfera emplazada en LIBERTÉ.

PACIFICTION, lejos del relax ultramarino que parece anunciar, ahonda, se recrea, se atreve incluso a proponerle una cierta transparencia perforativa, a una de las voluntades cinematográficas más malintencionadas del panorama cinematográfico actual. Sus personajes pueden irse de viaje, pero Serra no cesa de ensañarse con la falsa permanencia de la tierra firme. Todo en él es seísmo subjetivado.

 

 

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