Sigur Rós
Valtari
[XL; 2012]
7
Son las 5:20 de la mañana, España económicamente esta arruinada, estamos acorralados dentro de en un estado decadente, somos una generación pesimista, cercana en sentimientos a la del 98. Sin embargo, podemos disfrutar de un grupo que alivia toda esta sensación de mal ambiente. Simplemente escuchando los primeros segundos de su música, adviertes que ésta crea una atmósfera envolvente, de bienestar y paz, idónea para evadirnos de los problemas que tenemos.
Sigur Rós, el grupo de la pequeña gran Islandia, vuelve después de “Með suð í eyrum við spilum endalaust” tras habernos dejado tres grandes joyas como el documental Heima “Riceboy Sep”, el trabajo de Jonsi con su pareja Alex, y el alegre disco en solitario de Jonsi ”Go”.
Los Rosa Victoria (nombre traducido al castellano) vuelven a sus orígenes o a la madurez de su música. Nos hallamos frente una música más cercana a sus raíces, esa que permite trasladarnos hasta la humeante Reykiavik, el paraje que les vio nacer, crecer, donde se sienten más a gusto, y donde realmente han hecho lo que les ha apetecido desde entonces.
“Valtari”, así es como se denomina la ultima joya de los islandeses, quizás sea el disco más complicado de asimilar; seguramente también el que más críticas negativas reciba, el que peor nota saque comparado con sus anteriores trabajos. En estos momentos cercanos al verano, en los que nuestro cuerpo busca otros sonidos, ponerse a escuchar este álbum de golpe puede que no resulte lo más idóneo. Se corre el riesgo de que esta tarea acabe pareciendo un sopor.
Esto es así, porque para esta ocasión han dejado aparte las melodías alegres como “Gobbledigook” o “Hoppipolla” para reivindicar su lado más intimista, acercándose a la banda sonora de su vida, a la profunda madurez que vimos reflejada en “Heima”, el prodigioso trabajo audiovisual, gracias al cual conocimos la vida de Sigur Rós e Islandia.
En este último trabajo encontramos 8 canciones, todas ellas con una duración superior a los 5 minutos. Esta duración les permite explayarse, dotar a cada corte de una entrada, un nudo y un desenlace. Los primeros segundos de Valtari son un coro de llamada, parecido a un canto de un hada; una pequeña interacción, en la que, si cierra los ojos, el oyente se imaginará volando hasta una tierra encantada, sobre la que, aterrizando, vislumbrará un nuevo mundo lleno de transparente sosiego. Con “Ég anda”, en sus tres primeros minutos, logran esta sensación. Jonsi da la bienvenida con una voz más que correcta.
“Ekki múkk”, la canción de adelanto del álbum, va acompañada de un video-clip bastante decepcionante, comparado con las grandes obras visuales que hemos podido ver de los islandeses. Jonsi, aquí, es el verdadero protagonista, adentrándonos hasta la explosión que se produce cuando violines y teclados se fusionan con su voz en una perfecta armonía, que no decaerá hasta el final.
“Varúo”, el tercer tema, empieza con un arranque lento, le cuesta, por lo tanto, coger el ritmo. Pero al final la aparición de las guitarras y los tambores nos vuelven a conducir hasta la jugosa estridencia de “Festival” o “Glosoli”, dos canciones básicas en la carrera de los islandeses.
“Rembihnutur”, la canción más corta de este trabajo (5.05 m.), nos remite de forma muy similar a las melodías que nos encontramos en su día dentro de uno de sus mejores LP’S, “( )”. Ésta es una de las canciones favoritas de quien escribe.
Pasando ya la mitad del disco, tenemos “Daudalogn”, un tema donde nos encontramos otra vez a los Sigur Ròs más planos, con armonías lineales, sin ningún sobresalto y con una capacidad de abstracción bastante alta. “Varoeldur”, “Valtari” y “Fjogur Piano” insisten en sus melodías suaves, en cadencias constantes y prolongadas, en notas largas. Todo parece ordenado a la perfección, persistiendo en lo instrumental, sin nada de voz, y sin salirse demasiado de la temática privilegiada en el presente trabajo.
Después de profundizar en el cd y analizar cada una de sus canciones, podríamos decir que estamos ante un buen álbum, que permite reflexionar y poder escribir: un trabajo, definitivamente, más cercano a la música clásica que al pop o post-rock al que nos tenían acostumbrados esta banda.
Quizás algunos piensen que “Valtari” no es su mejor trabajo. Puede que tengan razón. No estamos ante los Sigur Ròs épicos y desinhibidos, que, mediante tambores, bombos y subidas eufóricas nos deslumbraron hasta la más rendida fascinación. No obstante, los islandeses no han perdido ni su clase, ni su elegancia: siguen transmitiéndonos calma y armonía, continúan siendo ellos mismos y haciendo lo que les dicta su sana voluntad, sin la presión de tener que realizar un trabajo para complacer al gran público.
Otra cosa a valorar es la época en la que se ha sacado el álbum. En Junio, con 30º de calor, no atrae precisamente escuchar este trabajo. Viene a ser como comerse un cocido madrileño: ambas cosas puede que sean una maravilla, pero podemos convenir en que no es la mejor estación del año para saborearlas. Quizás habrá que degustarlo más adelante: hay tiempo suficiente para paladearlo mejor.
Recopilando todo lo argumentado, podemos afirmar que estamos ante un álbum bonito, diferente y atractivo para la evasión, en el que echamos un poco de menos la intensidad de las guitarras y los tambores, inconfundibles y siempre brillantes en la música de Sigur Ros. ¿Volverán por esa senda? ¿O se la dejarán a Jonsi para que siga luciéndose en solitario?
Estamos ansiosos de ver como resuelven este trabajo en directo.