TAMINO
EVERY DAWN’S A MOUNTAIN
Djinn Records/Communion Records
Nota: 8
Comentario:
Tal vez el mejor elogio que se pueda hacer de Every dawn’s a mountain es que, a partir de una música establecida desde hace siglos, logra hacer su autor, Tamino, algo original que sirva de lujoso acompañamiento para su lírica. Musicalmente, el belga de origen egipcio no ha descubierto la pólvora, sin embargo, utiliza la riquísima música árabe y armenia, que luego derivaría en la andalusí y otros estilos muy aclamados, a su favor, dotando sus composiciones de ambientes exóticos y eclécticos. Y lo hace de una manera muy comedida, es decir, su voz sin efectos y una guitarra como ingredientes esenciales.
La canción inicial, My heroine, consta de la mencionada guitarra y la voz, en su registro más grave, de Tamino. La letra es ambigua y sombría. Babylon, que con su título ya da una pista, habla de lo inalcanzable, de este paraíso de otra época como ambientación, como trasfondo. Oímos, además de los arpegios de la guitarra, un violín, mientras la voz susurra la fantástica letra. El tema homónimo se compone de guitarra, coros y cello. En la lírica el narrador se lamenta de lo que ha perdido.
La percusión de Sanpaku es marcadamente andalusí, así como su armonía, algo que repetirá en las canciones finales. No obstante, el título es japonés, y hace referencia a una creencia nipona. La palabra denomina a la persona cuya esclerótica (el blanco de los ojos) se vislumbra por encima o debajo del iris, lo que es símbolo en ciertas culturas como la mentada de desequilibrio. Esto último, por cierto, se plasma muy bien tanto en la música como en la letra. En Sanctuary el rasgueo de la guitarra es vehemente, lo que supone, incluso sin aislar este aspecto del tema, un contraste con lo que llevamos oído -hasta ahora- del álbum. Aparece aquí una voz femenina, similar a la de Joan Báez, que se complementa muy bien con la del belga.
Raven, cuervo, comienza con una suave batería y unas frases cortas de guitarra. Posteriormente, suenan teclados y unos arreglos sutiles de cuerdas. La influencia árabe se vuelve a hacer patente y el ambiente etéreo que desprende la canción es muy agradable. Por otro lado, en los últimos versos se hace referencia a Poe (“nevermore”/nunca más), una de las pocas cuestiones que se sacan en claro de esta misteriosa letra. En Willow seguimos con la guitarra y los teclados, a los que se les añade un bajo sintético distorsionado, pero a bajo volumen, sin molestar o despistar la escucha. Elegy parece beber, en lo lírico, del trascendentalismo estadounidense, mientras que los elementos musicales son los acostumbrados.
Dissolve es una reflexión en la que está presente la religión, mas que, se refiere, en última instancia, a la fragilidad de las relaciones humanas, de lo fácil que es que se pierdan o se disuelvan en la memoria. Musicalmente, se vuelve a la efectiva sencillez de la guitarra y la voz. Finalmente, Amsterdam, compuesta por percusión y guitarra, habla de la relación del yo lírico con la ciudad holandesa (perdón, neerlandesa). Tamino vuelve a emplear aquí la media voz.
En conclusión, Every dawn’s a mountain no tiene una entrada fácil, a pesar de ello, los elementos musicales y las letras consiguen atrapar al oyente y hacerle olvidar o pasar por alto cierta monotonía rítmica en algunas de las composiciones, o la escasez de rango vocal que se percibe en la voz, de dinámica y también que la austeridad que puebla el disco juega, algunas veces, en contra del artista de origen egipcio. Aun así, el resultado es un ejercicio filosófico y musical interesante, muy a tener en cuenta por las reflexiones que ofrece y su conexión con la tradición árabe.