BRUCE SPRINGSTEEN
NEBRASKA ‘82: EXPANDED EDITION
Columbia Records
Nota: 10
Comentario:
En 1982, aún con los ecos del exuberante caos sonoro de The River frescos, Bruce Springsteen dio un giro radical a su carrera musical. Se hallaba él en plena crisis vital a sus 33 años; sin haber concretado los objetivos existenciales que pensaba que habría cumplido pasadas las tres primeras décadas de su vida. De modo que decidió reflejar todo ese proceso de incertidumbre, malestar emocional y reflexiones en un nuevo álbum, Nebraska. A pesar del nombre, las maquetas fueron grabadas en una granja de Colts Neck, Nueva Jersey; con un rudimentario magnetófono de dos pistas que, para más inri, se cayó al lago y “estropeó” el sonido de lo grabado. Para muchos este es su mejor disco, a pesar de la ausencia de la E Street Band. Otros ven en él el preludio del Springsteen de los noventa, en que el artista estadounidense se separó de su banda y lanzó -con mayor o menor fortuna- varias obras en solitario. Probablemente sea esa austeridad sonora (guitarra acústica, armónica y voz en las grabaciones originales) lo que le permitió a Bruce dotar de una mayor indagación y profundidad a sus composiciones de ese momento. Las historias que cuenta aquí son lo principal. Narraciones, primordialmente, en primera persona, describiendo conflictos de gente estadounidense de clase media-baja, trabajadores de precarios empleos, outsiders de moral dudosa y con dificultades de diversas índoles. Si bien también el recuerdo es otra temática esencial de este, su sexto álbum de estudio.
Ahora, en 2025, año en que al de Nueva Jersey le ha dado por desempolvar grabaciones, demos y versiones alternativas de su baúl, se ha reeditado en cuatro discos. El primero contiene descartes que entrarían -no todos- en su siguiente álbum, Born in the USA, éxito masivo en ventas. El segundo es una versión eléctrica de la mayoría de temas originales junto con otros del primer LP mencionado. El tercero se compone del repertorio original en directo. Y, finalmente, el cuarto es el trabajo original. Podemos despachar sin mayor problema el primero y el tercero diciendo que uno son rarezas que se ganarán el favor de los aficionados acérrimos al autor de Born to run y que el otro desprende la energía insobornable de cualquier concierto del Boss. Así las cosas, en este análisis nos centraremos, a partir de ahora, en la comparativa entre el original y la versión electrificada. Lo cierto es, en ese sentido, que la propuesta no es del todo novedosa, pues existen varios vídeos de conciertos en los que el compositor de Meeting across the river interpreta canciones como Atlantic City con la guitarra eléctrica.
Abre el disco el tema homónimo, cuyo punto de vista es el de un asesino que va a ser ejecutado y quiere que su pareja esté junto a él en sus últimos momentos. En la versión electrificada, no se advierte mayor cambio que el de la guitarra eléctrica con reverb. En cambio, en la citada Atlantic City (con la inclusión de la batería a contratiempo) dicho instrumento suena con overdrive, lo que le da potencia y un carácter más rudo que le va muy bien a la composición. Y cabe destacar también el rasgueo sincopado. Bajo el contexto del bombardeo a un jefe de la mafia, un hombre en apuros –financieramente hablando- compra un pasaje de autobús para él y su novia al objeto de volver a empezar. También se menciona alguna clase de trabajo sucio que va a hacer esa misma noche para conseguir dinero y la reflexión metafísica de que, quizás, todo lo que muere vuelva de algún modo. En Mansion on the hill ocurre lo mismo que en el primer corte, no es mucha la diferencia. Aquí, el yo poético recuerda episodios vividos de pequeño, bien solo o con su padre o su hermana. En estas tres primeras pistas, como en todo Nebraska, se narra en primera persona.
Johnny 99 tiene más sentido en su versión eléctrica, por ser un rock and roll clásico, aunque el ímpetu con el que Bruce rasguea la guitarra en la original es meritorio, suple la carencia. De nuevo, se habla de la falta de trabajo. Llegamos ahora a la primera divergencia entre ambos títulos. Y es que en el álbum eléctrico aparece Downbound train, que posteriormente se incluiría en el Born in the USA, cuya canción homónima también figura aquí. En el primer caso, se trata de una suerte de borrador de ritmo frenético y sin la letra completa ni definitiva. En el segundo, se mezcla el carácter de blues del pantano que originalmente había pensado Springsteen con el vigor de la que quedó en la grabación final (sin los sintetizadores, claro). En el Nebraska original, se incluyen, por otra parte, Highway patrolman (reinterpretación del mito de Caín y Abel) y State trooper. En esta última un riff acústico con palm mute acompaña la historia costumbrista.
En Used cars, que tampoco figura en la propuesta electrificada, el hijo de una familia narra la miseria de su existencia y familiares, con la decisión de escapar de esas condiciones, de no volver a conducir un coche usado, como resume al final. La otra canción que queda exclusivamente para el disco original es My father’s house, una estremecedora balada en el que el Boss vuelca la difícil relación que mantenía con su padre. En el sueño que se cuenta, el narrador avista la casa de su padre y quiere llegar a ella, sin embargo, en la realidad, esa casa ya no le pertenece a su progenitor. Una alegoría -si se quiere- freudiana, que logra lo que se propone. Finalmente, Open all night (acerca de una pareja y su ritmo de vida) y Reason to believe (sobre la fe humana ante los momentos difíciles) aparecen en ambos álbumes. En la primera, la versión eléctrica se ejecuta con un ritmo acelerado con muchas subdivisiones de compás. Esta vez la interpretación acústica se lleva la palma. Gana más en ese formato, en el que, de nuevo, el dorso de la palma de la mano silencia parcialmente las cuerdas, aportando una rítmica muy apropiada. En el segundo tema mencionado más bien ocurre al revés. Convence más, por poco, eso sí, la guitarra eléctrica con reverb.
Sea como fuere, formato acústico o eléctrico, cada oyente tendrá sus preferencias, lo que es seguro, y no dividirá a nadie, es que Nebraska se postula claramente como una de las mejores obras del artista de Nueva Jersey. Si no es la mejor –no hay que olvidar trabajos como el apoteósico Born to run- poco le falta. Una obra maestra que se ve intensificada por el uso ininterrumpido de la primera persona y en la que no echamos en falta ningún elemento que no sean los presentes: la guitarra y la armónica. Springsteen hace lo que mejor sabe; darles una profundidad única a los manidos temas del rock, combinando su perspectiva y análisis de los problemas de los personajes más vilipendiados de la variada y contrastada paleta estadounidense.