Lebensraum Portada

Encuadrado en el Festival de otoño a primavera de Madrid, llegaba al teatro de la Abadía esta producción holandesa, dirigida por el sueco Jakop Ahlbom, que desde su estreno en 2012 no ha parado de girar por Europa y EEUU.

 

Concepto: Jakop Ahlbom

Dramaturgia: Judith Wendel

Música: Alamo Race Track

Escenografía: Douwe Hibma y Jakop Ahlbom

Diseñador y técnico de luces: Yuri Schreuders

Ingeniero de sonido: Ray Elderman

Duración: 1 hora

Intérpretes: Reinier Schimmel, Jakop Ahlbom, Silke Hundertmark, Leonard Lucieer, Empee Holwerda

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Lebensraum es una pieza de slapstick (subgénero del mimo, basado en realizar comedia creando gags a partir de la exageración de los movimientos físicos, fuera del sentido común) en la que, según el autor, Jakop Ahlbom, se hace homenaje al cine y al teatro de la primera mitad del s. XX, en particular, Jakop hace referencia al cine de Buster Keaton, uno de sus ídolos de infancia. Sin ir más lejos, la obra comienza versionando una escena de la película “El Espantapájaros” de 1920, dirigida e interpretada por Keaton.

La obra cuenta la historia de dos hombres que conviven en un espacio reducido, con un aire vintage muy cuidado, y deciden incorporar a su mundo a una criada mecánica. Pero el robot adquiere vida propia, de modo que la confusión y la tensión van en aumento. Lebensraum es una caja de sorpresas constante para el espectador desde el primer minuto.

Por un lado, todos los elementos que aparecen en escena tienen un uso diferente al que se espera: una librería que es una nevera, una cama que se convierte en un piano, paredes que se atraviesan, puertas giratorias...

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Este planteamiento de ruptura con la convención lógica, es la que pone en alerta al espectador durante toda la pieza, sin saber que otro giro inesperado puede acontecerle. Y esta ruptura va in crecendo conforme aumenta el ritmo de la obra, hasta desmontar por completo la escena inicial y trasladar al espectador a otro lugar, a otro espacio, a otra situación, sin moverse de la butaca

Por otro lado, el elenco realiza un trabajo encomiable, un despliegue físico que a los ojos de cualquier observador parecería una coreografía de baile pero que esconde muchas horas de ensayo, desde el movimiento, desde la inmovilidad, para conseguir un resultado ágil y equilibrado de los tres personajes en escena, con un lenguaje corporal tan serio y exquisito, que consiguen que sea cómico.

Si es cierto que el papel de Silke Hundertmark, encarnando al robot de madera, es exquisito, haciendo creer al público que realmente es una muñeca de madera, completamente inanimada, dejándolos atónitos cuando comienza a moverse. Este personaje le ha supuesto la nominación a los premios Colombina de Teatro, como mejor actriz (primera nominación para un personaje sin texto).

A este potencial, tanto actoral como escénico, hay que sumarle, a modo de guinda de pastel, la música en directo con la que los también holandeses Leonard Lucieer y Empee Holwerda, del grupo folk Alamo Race Track(por cierto, con tres discos editados Black Cat John Brown, Unicorn Loves Deer, Birds at Home, muy recomendables) deleitan durante toda la obra. Su presencia, siempre mimetizada con el escenario, siempre en un segundo plano, pero con un sonido muy presente, ayuda a remarcar el ritmo de la obra, de menos a más.

Toda las cabriolas, saltos, volteretas, caídas, carreras y persecuciones que se van sucediendo al ritmo de la música, son el resultado superficial, el maquillaje final, de una obra con un profundo trabajo físico, con el que el público disfrutó y mucho. 

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