Solo Dios Perdona Imagen 1

Título original: Only God Forgives

Año: 2013

Duración: 90 min.

País:  Francia

Director: Nicolas Winding Refn

Guión: Nicolas Winding Refn

Música: Cliff Martinez

Fotografía: Larry Smith

Reparto: Ryan Gosling, Kristin Scott Thomas, Vithaya Pansringarm, Rhatha Phongam, Gordon Brown, Tom Burke, Sahajak Boonthanakit, Pitchawat Petchayahon, Charlie Ruedpokanon, Kovit Wattanakul, Wannisa Peungpa, Byron Gibson

Productora: Gaumont / Wild Bunch / Film i Väst / Bold Films

Nota: 8.5

Hay obras cinematográficas que, a la hora de analizarlas, en el momento de juzgarlas, mucho antes que por sus virtudes o por sus defectos, conviene valorarlas por lo que dicen de la voluntad de quien las ha creado. SÓLO DIOS PERDONA es un film imperfecto, es un film excesivo, es un film discutible, pero, ante todo, es un film que denota algo que, hoy en día, el crítico cinematográfico no tiene más remedio que agradecer: el afán por la investigación personal, la huida hacia adelante impelida por el hambre del peligro, el veto a esa mecedora creativa que es el balanceo del conformismo.

La última obra del danés Nicolas Winding Refn tiene hechuras de disparo en el menisco o, mejor dicho, de mano abierta sobre la mesa esperando a que, en el juego de la daga punzando entre los cuatro huecos de los dedos, la punta no dé con su velocidad en el metacarpiano del anular. La trayectoria del autor de PUSHER avala ese compromiso con lo avieso, pero, dado el éxito descomunal de su soberbia DRIVE, y, por lo tanto, dada la expectación por si siguiente obra, no hubiera resultado inesperado que el escandinavo decidiera aprovecharse de tan merecidos laureles.

Pero no. La primera sorpresa que dirime SÓLO DIOS PERDONA es que, pese a que mantenga un soporte estructural muy similar (un trazado argumental en el que los aconteceres se encadenan sometiéndose a una inercia vengativa en la que cada hecho se constituye, de forma mecánica,  como causa del posterior), en ningún momento trata de vindicar ni de acondicionarse a rebujo de aquel.

Ni siquiera la presencia de Ryan Gosling lo convoca; es más, advirtiendo la aún mayor depuración gestual con la que el magnífico intérprete acomete su rol en ella, podemos apreciar el viraje conmocionado, aturdido, lóbrego y perturbador que Winding Refn emprende en ellasolo-dios-perdona-imagen-4. El silente romanticismo desesperado y generoso que palpitaba, engendraba DRIVE aquí se vuelve tortura de justicia inmisericorde. SÓLO DIOS PERDONA principia su singladura en una intuición mortificante, en la premonición de un castigo tajante, en la pus supurada por una conciencia en estado de vapuleo, desamparo y postración.

La misma elección de espacios ya advierte de este desmarque. La costa norteamericana da paso al universo pululado, violento, corrupto y exótico de Bangkok. Allí nos damos de bruces con el rostro impenetrable y ausente de Julian, el propietario de un club de boxeo tailandés en el que se trafica con droga. Los primeros planos del film nos lo presentan sumido en una extraña actitud de dolido aletargamiento, como un penitente atenazado por una conjetura desconcertante.

Tras un combate, su hermano  sale por los suburbios de la capital en busca de sexo con una menor de edad. La noche concluye con éste muerto a manos del padre de la adolescente que aquel ha matado tras violarla. El padre ha sido obligado a hacerlo por un extraño compinche de la policía que no duda en impartir justicia con su sable. La madre de Julian, capo verdadero de todas las mafiosas y delictivas actividades de sus hijos, llega a la ciudad con la voluntad de vengar la brutal muerte de su vástago mayor.solo-dios-perdona-imagen-9

Lo primero que cabe decir de SÓLO DIOS PERDONA es que, pese a su apariencia controladísima, pese a su milimétrica fluidez formal, nos hallamos ante un film que no cesa de incomodarse a sí mismo y de seccionar la retina del espectador mediante una lacerante ausencia de conmiseración. A buen seguro, van a ser muchos quienes huyan despavoridos frente a la extenuante, apretada síntesis narrativa que la constituye y frente a la complacencia radicalísima (e innecesaria en algunos momentos) con la que el realizador asfixia la evidente brillantez de su  propio estilo.

Sin embargo, quien esto escribe le alaba el gusto incomunicador al autor de DRIVE, puesto que el esfuerzo por construir este laberíntico discurso sobre la neurosis de un desfallecido que intuye la llegada del ángel de la muerte a seccionarle la vida podrá ser acusado de muchas cosas, pero de ningún modo le cuadra el adjetivo de baladí. SÓLO DIOS PERDONA es un film rocoso, desconcertado e ingrávido, en el que el realizador sabe estar a la altura del choque de disímiles melancolías que imponen los dos personajes principales, el postrado Julian (apesadumbrada y despiadadamente roto, un majestuoso Ryan Gosling) y el litúrgico Chang (demoniacamente perfecto Vithaya Pansringarm).solo-dios-perdona-imagen-17

La puesta en escena pergeñada por Winding Refn dirime un continuo encadenado de movimientos de cámara austeros, sinuosos, flemáticos, dentro de los cuales los personajes parecen condenados a una indescifrable parálisis. Los espacios elegidos procuran una escenografía prolija en pasillos, en espacios cerrados, iluminados de forma rojizamente nocturna, que se adecúan perfectamente a la naturaleza mental que, de un lado, origina muchos de ellos y, de otro, gravita sobre todo el resto. La película pasea su impasibilidad al filo mismo de la ensoñación.

Los espacios estrechos y largos refieren el atolladero emocional que rige el comportamiento de Julian, de ahí que, por ejemplo, no deje de ser sintomático que la escena final, liberativa, tenga lugar en un espacio abierto y natural. El relato no cesa de tratar de encajar lo que la aparición de Chang tiene de pieza perdida y hallada dentro de la existencia traumática, intuitiva y consciente de Julian (la descripción de la figura materna -apariencia y carácter- es sorprendentemente meticulosa en abyecciones, desprecios y maldades).

El protagonista es un ser escindido, herido,solo-dios-perdona-imagen-19 sabedor de su mal; sables, violencia a tajos, sangre brotando del corte, alfileres, pinchos, punzas, orejas, gargantas, tripas y manos cortadas... el film no cesa de reivindicar la inminencia de la carne dispuesta a ser traspasada por un arma cortadora: la primera imagen del film, cual oráculo, símbolo e icono sintetizador, de todo el metraje posterior es un sable traspasando de lado a lado, lentamente, ese plano de apertura.

Los numerosos y soberbios planos de los brazos del protagonista seccionados por el encuadre del plano  (también brazos luchando, brazos atados a una silla, brazos traspasando una cortina en busca de un sexo femenino esperador: el personaje queda descrito por la actitud de la búsqueda sus manos) abundan en la naturaleza despedazada, malquerida y flagelante de Julian (extraordinaria la actitud frente a su madre tras la visita de Chang a ésta: esa búsqueda del germen de su infelicidad es llevada hasta sus últimas y fetales consecuencias).

SÓLO DIOS PERDONA impone esa mirada postrada, lánguida, fatigosa y oscura porque así lo exige la voluntad de su personaje central: Julian sabe que por fin se avecinan los tiempos de la justicia definitiva; la muerte de su hermano es el detonante de una ceremonia sangrienta al final de la cual su alivio ocupará el lugar del cordero degollado en el altar. Dios ha llegado a perdonarle su dolor. Winding Refn ejecuta la espera con toda la brutal paciencia que requiere la función. Va a ser el film más discutido y provocador de iras de toda la temporada. El film busca con rigurosa saña ese cólera. Justamente, cautiva por ello.

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