Eclipse Portada

 

 

Título original The Twilight Saga: Eclipse (Twilight 3)

Año 2010

Duración 124 min.

País USA

Director David Slade 

 Guión Melissa Rosenberg (Novela: Stephenie Meyer)

Música Kristian Eidnes Andersen

Fotografía Javier Aguirresarobe

Reparto Kristen Stewart, Robert Pattinson, Taylor Lautner, Billy Burke, Ashley Greene, Jackson Rathbone, Nikki Reed, Elizabeth Reaser, Peter Facinelli, Dakota Fanning, Cameron Bright, Anna Kendrick, Bryce Dallas Howard, Michael Welch, Alex Meraz, Boo Boo Stewart, Catalina Sandino Moreno, Xavier Samuel

Productora Imprint Entertainment / Summit Entertainment

Valoración 0.5

 

Tercera parte de la cosa. Tercera parte del espantajo. Tercera parte de la bazofia fílmica más ignominiosa que, en el último lustro, la industria hollywoodiense ha tenido a bien obsequiarnos, para deleite hipnótico de las hordas joveznas que pululan por nuestro planeta. CREPÚSCULO ya fue para desearle dentista destripador a quienes la facturaron. LUNA NUEVA era para, a estos mismos, suspirarles huelga de anestesistas el día de la cita. La presente ECLIPSE ya es para rogarles técnica de alicate siderúrgico y mazo ferroviario en toda la caries molar. A la ya inminente AMANECER juro, como la cosa siga igual, que les desearé erupción volcánica en la glotis a los empeñados en esta fatigada sarta de vampiros Benedictos.

No sé si hace falta confesarlo. Me amparo a la capacidad de leer entre líneas de mis pacientes y castigados lectores. Pero es que no. No. No me hallo entre los obnubilados por esta antología de lo casto a toda costa. No comulgo con esta parábola del aguijón manso. No babeo, en definitiva, ante el presunto arrebatamiento de esta fábula con moraleja católica, “apestólica” y -en origen- rumana.

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A este flácido romanticismo antisanguíneo, con el que ha sido perpetrada una presunta puesta al día del mito vampírico, sólo le obsesiona la abstinencia succionadora de los pijitos pajaritos de la noche que lo protagonizan. Toda una cirugía descafeinante y “pro-light”, quedeja , a los ilustres oscuros, protagonizados anteriormente por BelaLugosi, Christopher Lee o Gary Oldman, convertidos en prefabricados postmodernos alicaídos, dignos de fotonovela monjil, en la que se confunden delicadeza con atrofia, y sofisticación con inapetencia.

Como era de prever, la tercera cita con estos famosos vampiros con escrúpulos colmilleros sigue enfangada en la misma parálisis ñoñaza que putrefactaba a sus dos ascendentes superiores. En esta entrega, el sin vivir represor que caracteriza a los crucificables protagonistas alcanza ya cotas de auténtico autorrefrieguecascativo. El mandamiento del no tocamiento por interior sigue imperando en calidad de ley inviolable.

La historia de esta “adolescentacalenta”, enamorada a la vez de un vampiro que no le hinca en lo hincable y de un hombre lobo cachas, que tampoco la muerde en lo mordible, progresa hasta el eslabón de los papeles en regla. El vampiro descafeinado dice que no le mancilla el “virgamen” hasta que no haya bodorrio legal. Hermanos, con la virginidad hemos topado. Muchos milenios después de la afrenta de la manzana en el paraíso, ahora nos vienen con que la hoja de la parra no se quita hasta que emparrado y emparrada no pasan por la vicaría. La serpiente, ante tamaña fidelidad impedimenta, ante semejante parejita de modélicos abstinentes, se hubiera mordido, ella solita, la yugular. La visión de ECLIPSE es para seguirla en el ejemplo.

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Como ejemplo de cine de terror vampírico, el film no pasa de sustito Corín Tellado. De pánico Caperucita sin lobo. Daba mucho más miedo una conferencia de prensa de la anterior vicepresidenta del gobierno. Y como muestra de romanticismo en celuloide, la cosa no pasa de apasionamiento Rouco Varela, de desgarro Cenicienta, o de carnalidad entre cosmonautas en el espacio. Impone muchísima más ternura lacrimal la soledad impoluta de la pista de despegue del aeropuerto de Castellón. Miren, qué quieren que les diga, la tercera muela tonta de la trilogía de los vampiros lánguidos sigue tan fofa, tan desvanecida, tan ombligada en su certero manual de asepsias para con el roce y el contacto físico, como cabía augurar, temer y maldecir.

¡Santísima Virgen de los Cárpatos! Sigue uno sin explicarse el porqué de su éxito arrasador, pues es plana y tópica en su planteamiento dramático, ramplona y barata en su escenificación, moralista y carca en el mensaje no subliminal, con el que exhorta a su entregadísima parroquia. Y, sobre todo, continúa “desinterpretada” por una sosa en permanente trance de hambre Justin Bieber, por un vampiro de imposible semblante tropezoidal, cuya carita jeroglífica de formato Juanolacon sabor Bob Esponja se diría que posee expresión de Colgate bífidus activo, y por un hombre-lobo , trasunto perfecto de un Rafa Nadal sin raqueta y de un Julio José Iglesias sin karaoke, que ni siquiera tuerce el gesto, porque se expresa como un sobaco recién depilado.

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Muestra endiablada de un asimilable discurso para neuronas con pocas ansias de perversidad genuina, a uno, frente a lo apabullante de su aceptación, sólo le queda que manifestar sus más sinceros impulsos. Y a mí, fanático de los vampiros vampiros, esto es, del mito erótico en cuello por antonomasia, de ese símbolo tiránico, hipnótico y erotizante de la pasión humana que es el señor del ataúd con capa, me dan ganas de entrar en la cuarta tirándome eructos de ajoaceite. Contra los vampirillos de poca monta y menos apetitos de montar, que viva el ajo morado de Las Pedroñeras. ¡A ver si revientan gajo a gajo!

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