Cafe Society Cartel1

 

Título original: Café Society

Año:  2016

Duración: 96 min.

País: Estados Unidos

Director:  Woody Allen

Guión:  Woody Allen

Música: Varios

Fotografía:  Vittorio Storaro

Reparto:  Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Steve Carell, Blake Lively, Parker Posey, Corey Stoll, Jeannie Berlin, Ken Stott, Anna Camp, Gregg Binkley, Paul Schneider, Sari Lennick, Stephen Kunken

Productora; Amazon Studios / Gravier Productions / Perdido production

Nota: 8

El tiempo ha quedado reducido a ese puntual lapso de espera que acontece entre película y película del autor de MANHATTAN. Woody Allen, como quinta estación del año, como hoja fija y parlanchina del calendario, como sempiterna cosecha de temporada no de invernadero. Por desgracia, ese recuento de meses también ha quedado convertido en esa consecuente pausa anual, desbloqueada cuando todos quienes se dedican a la crítica cinematográfica deciden deshojar la margarita del “te quiero”, “no te quiero”, del “ya no vales nada”, “ya comienzas otra vez a parecerte al que fuiste”, del “déjalo ya, acabado octogenario”, al  “no te marches nunca, maestro”.Cafe Society Imagen 7 Ajeno, por fortuna, a esa guadiana reincidencia, a ese iterado cúmulo de afectos, deserciones,  agravios y panegíricos, Woody Allen sigue imperturbable al desaliento de su cartesiana forma de entender la cita con su oficio: hago cine, luego existo. CAFÉ SOCIETY es la deliciosa guinda de esa inasequible forma de existir haciendo arte séptimo.

En ella, el tipo que más ha analizado la intrincada complejidad del sentimiento amoroso en nuestros días, concibiéndolo como un galimatías emocional de imposible concreción despejada, vuelve a proponernos una fábula sobre esa ardua carrera de obstáculos con la meta jamás en su sitio. Sin embargo, no lo hace dirimiendo nuestro tiempo, la contemporaneidad tantísimas veces emplazada como marco temporal lógico (hasta consecuente) a la problemática afectiva inherente al hombre de los albores del siglo XX y principios del XXI, sino que decide trasladarse a un muy determinado (y lógico) espacio temporal: la Norteamérica de los años treinta, concretamente a la cuna de la considerada “fábrica de los sueños”, el Los Angeles en el que se hallaba fulgiendo  en su máximo esplendor esa fundamental factoría de ficciones arrebatadas de romanticismo proyectado en pantalla grande llamada Hollywood. Hasta allí, en esta deliciosa pequeñez lincemente  empapada de ese romanticismo pretérito, fotogénico y reclamado, nos traslada el creador de ANNIE HALL  para seguirnos informando de que el amor siempre es cosa de tres: los dos que se quieren y el reverso de saber que ese amor es, a todas luces y sombras, insuficiente para construir la vida amante ansiada.

Bobby Dorfman está harto de ser el ayudante en el negocio de su padre en Nueva York. Desea trabajar en la ciudad de sus sueños, Los Angeles, pues ansía formar parte de la industria hollywoodiense. Pese a que su familia se muestra reticente, él decide apostarlo todo por sus sueños y se traslada allí, con la esperanza de que le ayude a encontrar un hueco en ese vasto conglomerado de intereses un tío suyo, que es un reputado magnate del negocio cinematográfico.Cafe Society Imagen 2 La cita con él tarda mucho más de lo previsto, pero el día en el que acaece por fin, además de lograr que su tío le proponga trabajar a sus órdenes como ayudante personal, conoce a Vonnie, una de las secretarias de su tío, de la que caerá enamorado al instante. A partir de ese momento, el film narra la historia de encuentros y desencuentros habidos entre los dos personajes.

Claramente, esta última obra de Allen desestima la acidez y la sarna observativa de las recientes IRRATIONAL MEN y BLUE JASMINE, para entroncar con el tono fabulatorio y retrospectivo tan atractivamente desarrollado en la preciosa MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA o, sobre todo, en la encantadora MIDNIGHT IN PARIS. Con toda la parte en la que en ésta última se describía el ambiente del París de los años veinte, sea, quizás, con la que más lazos en común mantenga CAFÉ SOCIETY. La voz en off del propio Allen ejerciendo de narrador de los hechos referidos impone una jugosa significación subjetivo-demarcativa: de la mano de este incansable reivindicador del cine clásico, nos trasladamos al Hollywood de los años treinta, asumiendo esa época dorada del cine como espacio hoy inalcanzable, como utopía capaz de proponer las escenificaciones de necesitadas fantasías afectivas, como maquinaria pensada para mentir creando verdad ensoñatoria.Cafe Society Imagen 3

Acaso esta idea de factoría, de merodeo por la trastienda, sea el ámbito ideal para la escenificación del destino amatorio de los dos magníficos protagonistas de la historia propuesta: toda historia de amor es una intentona de ensamblaje entre dos fragmentos, una lucha contra un destino, asumido éste como puzzle mermado de piezas, la construcción casi posible de la casa empezada por el tejado. Pero sólo casi.  No resulta baladí, por tanto, que dentro de una historia en la que el objetivo soñado del personaje principal sea la ciudad de Los Angeles, en tanto que lugar en el que se hallaba sita la meca de todos los amores imposibles y posibles, finalmente acabe convertida en un maravilloso canto de amor a Nueva York. El amor, parece susurrarnos el autor de DELITOS Y FALTAS, es como Hollywood, imposible por fuera y mentira por dentro.

El film nos devuelve a un Allen guionista cuidadoso con la historia como pocas veces lo hemos saboreado en los últimos tiempos. El desarrollo de la historia central está sujeto a unos vaivenes temporales muy puntuales, certerísimamente emplazados. Sin embargo, es en el sabio manejo de las elipsis temporales en donde se nota la veteranía y la agilidad de alguien que lleva tantos años en el oficio de escribirse. En ese sentido, el film está pautado con una fluidez tan nítida como versátil y presta. El seguimiento de los dos personajes centrales es apasionado, evocador y pulcro.

Cafe Society Imagen 4El mimo que pone Allen tanto para con la bisoñez entregada e irresistible de Bobby, como para la perfecta exposición de la encrucijada en la que se ve inmersa Vonnie, sin condenarla, queriéndola (soberbia la iluminación sutilmente exaltada con la que la define siempre la fotografía de Storaro), dándole espacio para expresar su vacilación, su sinceridad respetuosa y entrecortada, hace que cuando la historia los recoge tiempo después de su primer contacto, estalle un luminoso romanticismo triste, sombrío, doloroso y cómplice sencillamente magistral. Los últimos cuarenta y cinco minutos de CAFÉ SOCIETY son, créanlo, antológicos: el cineasta logra imponer con exquisita elegancia formal un auténtico apoteosis de  serenidad dolida, de desamor respetuoso, de dolor ausente frente al espacio, tangible y etéreo, de quien no está y persiste.

El único lastre que ocasiona que no nos hallemos ante una absoluta grandeza es en el lánguido, insuficiente, reiterativo y carente de vitriolo fuste con el que Allen acomete la descripción del mundillo hollywoodiense de la época. Las citas de las leyendas actorales mencionadas, las anécdotas sobre distintas eminencia cinematográficas de la época resultan pacatas, prescindibles y sin ningún tipo de mordacidad. Ésta parece estar exclusivamente deparada para la cínica descripción de la familia judía del personaje central, que es impagable. De ahí que el desequilibrio de acideces sea nocivamente palmario.

Con todo, insistimos, la generosa obcecación con el devenir de los protagonistas brinda una serie de sobresalientes escenas, en la que su acreditado talento para el escudriñamiento en la melancolía cinematográfica, atendida ésta como bisturí mediante el cual pellizcar, asaltar, analizar dúctil y nocturnamente las respectivas zozobras afectivas padecidas por los personajes, torna a ser blandido con la desmenuzada firmeza de los mejores tiempos. Escenas como las de los encuentros de Bobby y Vonnie (unos inesperadamente acertados Jesse Eisenberg y Kristen Stewart) en el antro vulgar de Los Angeles, en Central Park, o en el club regentado por él, como la de la conversación entre tío y sobrino, en la que se evidencia el laberinto de pasiones, el descacharrante encuentro con la prostituta judía,  o  la sobresalientemente dialogada, en la que Bobby conoce al personaje interpretado por una inconmensurable Blake Lively, merecen figurar en el parnaso de los aciertos allenianos. Desde luego, la secuencia final debe haber llegado ya a él. Viene a concluir Allen que un enamorado siempre se le pone cara de ciervo atropellado. CAFÉ SOCIETY hace añicos los cuernos de quienes queremos seguir siendo ciervos por atropellar de su cine.

 

 

 

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