Techo Y Comida Cartel

 

Título Original: Techo y Comida

Año: 2015

Duración: 90 min.

País: España

Director: Juan Miguel del Castillo

Guión: Juan Miguel del Castillo

Música: Miguel Carabante, Daniel Quiñones

Fotografía: Manuel Montero, Rodrigo Rezende

Reparto: Natalia de Molina, Mariana Cordero, Jaime López, Mercedes Hoyos, Gaspar Campuzano, Montse Torrent, Natalia Roig, Manuel Tallafé

Productora: Diversa Audiovisual

NOTA: 6.5

Desde luego, si alguna virtud hay que destacar por encima de otra en el debut  de Juan Miguel del Castillo, ésta es, sin duda alguna, la determinada lealtad para con el tema abordado. Mucho antes que una obra fílmica subordinada a la ficción al uso, TECHO Y COMIDA irrumpe en el adocenado panorama patrio reclamando para sí la noble condición de film estrictamente necesario dentro de una cinematografía especializada en, pasmada,  onerosamente mirar para otro lado, justo en tiempos en los que no sobra la conveniencia de detener el objetivo en la urgencia creativa lo que está sucediendo fuera del plató de unos estudios.

En un temporada en la que vacas sagradas del cine hecho aquí (véase Julio Médem con MA MA, Álex de la Iglesia con MI GRAN NOCHE, o Alejandro Amenábar con REGRESIÓN) parecen haberse apuntado a la Maratón del Ridículo a ver quién gana con más mérito, causa no poco estupor que haya de ser un primerizo, de la mano de una producción humildísima, quien tenga que sacarse de la manga un as que aquellos deben de tener en la hombrera.Techo Y Comida 2 A tal efecto, reconozcámoslo, esperemos que TECHO Y COMIDA corra mejor suerte que el  auténtico mazazo cinematográfico español infligido a la grave situación social que aún nos rodea: la villanamente tratada A PUERTA FRÍA, de Xavi Puebla, con diferencia el mejor aldabonazo asestado por un profesional de nuestra industria a la flagrante deuda que el Séptimo Arte tiene en nuestro país con la vocación de ser testigo,  notario de los hechos históricos que le atañen contemporáneamente.

Jerez de la Frontera, año 2012. La brutal crisis económica está haciendo estragos en todos los sectores de la población. Obviamente,  con más saña entre las clases más bajas. A ella pertenece Rocío, una joven madre soltera, sin trabajo desde hace mucho tiempo, sin ayuda alguna por parte de la administración, y con los caseros de su hogar habiendo comenzado los trámites para que abandone por orden policial la casa donde vive, puesto que hace meses que no paga el recibo acordado. El film se aferra al itinerario de ese estertor humano, esto es, a los ímprobos esfuerzos cotidianos con los que debe apechugar Rocío para lograr reconducir la situación, para tratar de que su pequeño no se entere de la gravedad de ésta y, sobre todo, para sobrevivir con dignidad envuelta en un auténtico calvario de penalidades que parecen no tener fin.

Tal y como ha sido referido con anterioridad, lo mejor del film de Juan Miguel del Castillo es la honestidad con la que está acometido el tratamiento de un asunto tan grave como el que tiene entre manos. Fundamentalmente, por  lo proclive que éste resulta para el patetismo estridente, para la mirada maniquea, para el desgarro de celofán. Del Castillo sortea siempre con admirable compostura y con inflexible comedimiento el peligro de la barbarie mostrativa auspiciada en la coartada denunciadora.Techo Y Comida 1 La cámara del realizador se pone al servicio del seguimiento de la protagonista acorralándola, encuadrándola contra el filo del incesante tormento del que le resulta siempre imposible escapar. La omnipresente adhesión al personaje central da buena cuenta del cúmulo de fatalidades que la apremian.

La vigilancia sobre Rocío hace que el espectador sea testigo privilegiado de la asfixia de la protagonista. No resulta baladí que la primera escena del film nos la muestre respirando con dificultad, sin poder pegar ojo, inmersa en un habitual ataque de ansiedad. El realizador privilegia la contemplación de numerosísimos detalles cotidianos mediante los que hurgar en la lapidaria magnitud del revés continuado en el que su existencia se ha convertido: los cables de la luz, las ayudas de la vecina, el robo de champú y palitos higiénicos, la falta de agua, la simulación frente a la madre del compañero de colegio del hijo, la búsqueda de alimentos en los contenedores de basura, el arreglo diario del calzado, la compra de las salchichas en oferta, la cola en el comedor social, el temor ante las llamadas del timbre de la puerta, la frialdad del piso… La vida, en definitiva, convertida en un goteo incesante de inclemencias, en un auténtico vertedero de miserias, en un callejón con la salida tapiada una y otra vez, en un insufrible chapoteo enlodazado de nada, en una cuesta abajo con final en la carestía más absoluta.

Lástima que el guión del film resulte a todas luces insuficiente para el objetivo intencional pergeñado por el realizador. El material escrito para TECHO Y COMIDA se muestra condescendiente en exceso con el mero apunte de pequeñas subtramas que hubieran debido estar urdidas con bastante más mimo dramático. Da la impresión de que, sabedores del alto voltaje consternativo del asunto planteado, el propósito de no cargar las tintas dramáticas se vuelve en contra de la densidad que reclama la propuesta. De ahí que asalte en más momentos de los debidos la molesta sensación de que se impone una conformidad, una improvisación, un exprimir la carta de la buena intención como  abusivo garante de beneplácitos, que, por fortuna, Del Castillo sabe maquillar rindiéndose muy hábilmente ante el auténtico tesoro de la empresa.

La impresionante interpretación de Nadia de Molina acumula toda la virulencia de este digno film. La intérprete se depura a sí misma haciendo que emerja una Rocío incesante, real, dolida, temerosa, inocente, esperanzada, animosa y febrilmente desesperada. El modo en que el realizador se vuelca en la vidriosa expresión de ahogo con el que la actriz impone, impecablemente,  el aterrador abismo de impotencia frente al que está situado en todo momento el itinerario del personaje depara la auténtica precisión dramática perseguida. Deshilachada, falta de precisión dramática y de giros argumentales sorpresivos, TECHO Y COMIDA se  aferra a la tenaz limpieza exhibitoria desde la que está impelida. Por ello logra una esforzada validez.

 

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