The Revenant Cartel 2

Título original: The Revenant

Año:   2015

Duración: 156 min.

País: Estados Unidos

Director: Alejandro González Iñárritu

Guión: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu (Novela: Michael Punke)

Música: Carsten Nicolai, Ryûichi Sakamoto

Fotografía: Emmanuel Lubezki

Reparto: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson, Kristoffer Joner, Joshua Burge, Duane Howard, Melaw Nakehk'o, Fabrice Adde, Arthur RedCloud, Christopher Rosamond, Robert Moloney, Lukas Haas, Brendan Fletcher, Tyson Wood, McCaleb Burnett

Productora: New Regency / Anonymous Content / RatPac Entertainment; Distribuida por 20th Century Fox

NOTA: 4

Tras tocar fondo con la execrable BIUTIFIUL, la carrera del alabancioso cineasta Alejandro González Iñárritu parecía haber reformulado su tétrico rumbo, sin ánimo de retorno, hacia la pertinaz alharaca trágica,  gracias a la interesante BIRDMAN. En ella, durante la mayor parte de su metraje, el mejicano daba síntomas de querer distanciarse de esa fullera inercia, mediante un inesperado ejercicio fílmico en el que, pese a reconocerse en todo momento los estigmas estilísticos tan de su agrado, se imponía un dispositivo formal que, de alguna forma, parecía autoimpuesto para tratar de contener esa innata tendencia a la ampulosidad exigida sin rubor, progresión y recato.

En BIRDMAN, la forma (un dispositivo articulado en torno a una ilación de escenas ensambladas gracias a la mediación de un cacareado falso plano secuencia) domesticaba, servía de advertencia demarcativa, sometía jugosamente a la particularidad ( o patología) creadora del autor de AMORES PERROS. Sin embargo, si el film protagonizado por Michael Keaton concluía viciado de su propia brillantez, era precisamente por la incapacidad de su pergeñador para dejar de emplazar su proeza escénica cuando el momento dramático encuadrado no lo exigía:The Revenant Imagen 3 la extenuación en el empeño por demostrar a toda costa su abrumadora capacidad para lograr la proeza, en parte, malograba  la rotundidad de una propuesta que no exigía ese esfuerzo en exhibir el esfuerzo realizado.

Por desgracia, este permanente salto en el vacío de su inagotable ego emprendedor le vuelve a desbaratar las posibilidades de una empresa que, en otras manos, a buen seguro hubiera culminado de forma más certera, y no tan rudamente descompensada. EL RENACIDO podría ser analizada en tanto que compendio de las virtudes y los defectos de un realizador al que no cuesta nada reconocerle el enorme riesgo artístico de los proyectos en los que se inmiscuye, pero mucho menos atisbarle la puntual sarta de problemáticas incorporadas por el insaciable afán engrandecedor, inmodesto y desmesurado desde el que sitúa su apetito generatriz. Si Iñárritu supiera despojarse de esa avidez mal asumida, sus obras alcanzarían el conformismo que no poseen, porque él, por supuesto, no tiene intención de permitirlo.

EL RENACIDO se sitúa en el terreno del género del cine dramático de aventuras. Nos trasladamos hasta la segunda década del siglo XIX, en unos incipientes Estados Unidos. En la profundidad del ámbito más salvaje y convulso del país, un grupo de tramperos se halla inmerso en su apremiante tarea de recolectar pieles de animales cazados. Entre ellos se halla el explorador Hugh Glass y su hijo mestizo. De súbito, un grupo de indios impone sobre el grupo la violenta rotundidad de un furioso ataque que se cobra un buen número de víctimas. Glass, su hijo y los tramperos supervivientes logran escapar por el río a bordo de una embarcación. A partir de ese momento las iniciativas propugnadas por Glass para lograr llegar al fuerte en el que tienen sita la base de sus actividades comienzan a no ser bien vistas por alguno de sus acompañantes.The Revenant Imagen 12 Tratando de buscar la ruta más idónea para regresar evitando un nuevo encuentro con los indios, Glass es sorprendido por un enorme oso. El ataque lo deja muy malherido. A partir de ese momento acaecerán una serie de acontecimientos que pondrán a prueba la abismal fortaleza del explorador.

El arranque del film es soberbio, por cuanto, de forma inmediata, Iñárritu, mediante la larga secuencia del ataque, introduce al espectador de modo rotundamente expedito en el universo espacial dentro del cual van a ser agobiados todos los advenimientos y zarandeado hasta el límite de lo soportable el designio del doliente protagonista. La pureza del paisaje que envuelve a todos los personajes, la violencia despiadada y acechante tanto de los indígenas contrariados como de la naturaleza animal agazapada, el primitivismo ambiental, la abolición de un mínimo romanticismo o de observación estilizada y, por lo tanto, la primacía prestada a la crudeza, el verismo, la tosquedad de unos tiempos primigenios, capturados sin ápice de condescendencia, incidiendo en el aura incierta, fanática, ruda, elemental, inherente a una época roída de comportamientos sustentados en el impulso de la absoluta ley del más fuerte: nos movemos en el terreno de la depredación humana, de la animalización de conductas, de las decisiones impuestas por instinto.

La matanza contemplada deviene en ceremonia sangrienta que escampa el desgarro de la carne horadada mucho más allá del dolor del malhadado personaje, convertido en cuerpo violentado, agredido, roto, mutilado y muerto: además de refrendar el seminal carácter homicida sobre el que fue fundada una nación, que, en el momento en el que está situada la acción, apenas sí estaba balbuceando su propia historia, se sanciona el malestar pugnativo y súbito dentro del cual va a escenificarse un infausto vía crucis personal, que, dada la contundencia de esa secuencia de apertura, no deja de ser reflejado como consecuencia lógica a la irascible confluencia de intereses allí emplazada. Sólo una preclara sombra manantial se apresta a fastidiarle a Iñárritu la plena celebración de tan virulento, extraordinario arranque: el recuerdo de esa obra maestra llamada EL NUEVO MUNDO, de Terrence Malick gravita sobre ella algo más allá de lo meramente evocativo.

Durante su soberbia primera hora de metraje, IÑÁRRITU acierta de pleno al situar a su historia dentro del género de aventuras, pero reclamando para su incursión dos interesantes asistencias de fondo. De un lado, cómo no, tratándose del realizador capaz de tan afectados de malaventura ejercicios anteriores, el lúgubre reclamo de la tragedia en tanto que condicionador de negruras abismales y quejumbrosas, exhibido, primero, en las agonizantes consecuencias corporales contra las que queda lanzado el explorador tras quedar convertido en carne a merced de un oso, y, después, en el designio decidido para su hijo.The Revenant Imagen 9

De otro, la búsqueda hasta este momento de una suerte de relato agresivo, áspero, al que la severa vigilancia impuesta por la cámara y la magna utilización de los paisajes de fondo, logran trascender a una suerte de narración esencial, demarcada en el terreno de la leyenda. Los personajes, de puro apegados al terreno que transitan, lúcida, zaheridamente capturados por la cruda excelencia facultada por la implacable fotografía de Emmanuel Lubezki, se postulan como entidades consternadas dentro de un marco virginal, desconocido, impío climáticamente, escarpado, indómito y, por ello, de raigambre escapada a su tupida fisicidad. Se produce el milagro: EL RENACIDO parece lanzada a una magna lección de supeditación a las necesidades del relato que, claro está, el engreído que la comanda se niega a rematar como debiere; esto es, resistiéndose a que se le escape la oportunidad de ungir de “iñaturrismo” episcopal un ejercicio que, engañosamente, daba la impresión de saber cocer su propio caldo sin la incorporación de ese aderezo.

De resultas, sobreviene la debacle. La película se agota en cuanto asistimos al referido punto de la desaparición en escena del hijo mestizo de Glass. La decisión de hacer saber al protagonista lo que el espectador ya conoce se torna, por un lado, fatal en tanto que provoca el viraje del relato a un mero itinerario de venganza (todo sea dicho, trufado de decisiones de guión asaz inconsistentes); y, por otro, no menos nefasta, puesto que el hueco generado por esta desaparición y el designio vengativo propuesto a partir de ese momento lo que provocan es el vaciado de contenidos ideal para el relleno insufriblemente melodramático siempre emplazado por el autor de BABEL. A partir de ahí, es cuando emerge la evidencia.

El dispositivo dramático/aventurero (como de western explorador etnográfico) no era sino un espejismo que había impedido al espectador caer en la fatídica convicción camuflada: el protagonista de EL RENACIDO no deja de ser, medularmente, la misma excusa para la sempiterna flagelación, barata y descomedida, que, por ejemplo, fue el personaje de Javier Bardem en la horrenda BIUTIFUL. Glass (un perfectamente involucrado Leonardo DiCaprio) pierde toda su entereza como personaje llamado a comandar el peso de la narración para convertirse en obediente capricho para la suma de torturas, congojas, mortificaciones, penalidades y sufrimientos a granel. Un zarpazo andante, una pena macerada en cicatrices, el héroe con barba de una "calvario movie", un corazón partío con la espalda tricotada a base de punto siniestro total, el Pupas de la era Pocahontas. Los últimos ochenta minutos del film son la reiteración de un suplicio alargado, vacío, torpe, gélido, antojadizo, copión y ninguneador. Hasta tal punto esto es así que, de forma impensada por el realizador (y, consecuentemente, nociva para sus intereses), el único atractivo del film lo asume el personaje incorporado por un soberbio Tom Hardy.

Iñárritu o la imposible depuración del arrobado entre jactancias. Aunque la mona se vista de pieles iñárrita se queda.

 

 

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