Ghost Tropic 1

Título original: Ghost Tropic

Año: 2019

Duración: 85 min.

País: Bélgica

Dirección: Bas Devos

Guion: Bas Devos

Reparto: Saadia Bentaïeb, Maaike Neuville, Nora Dari, Stefan Gota, Cédric Luvuezo, Anemone Valcke, Laurent Kumba, Jovial Mbenga, Willy Thomas

Nota: 8.2

Comentario Crítico

Tercer largometraje de uno de los jóvenes realizadores europeos que más en alza cotizan desde hace varias temporadas, GHOST TROPIC  viene a confirmar con serena consistencia todas y cada una de las atractivas virtudes exhibidas en su notabilísima ópera prima VIOLET. A falta de un, ya, necesario visionado de HELLHOLE (quien esto escribe no ha tenido oportunidad aún de hacerlo), tras contemplar su última propuesta no cabe sino destacar en Bas Devos la solvente singularidad de un creador audiovisual poseedor de un estilo propio bien definido, meticulosamente integrado.

Intuitivo, muy cuidadoso en las formas, mucho más atento a la conmoción y al interrogante dramático que al sometimiento del relato clásico, el belga privilegia con cabal desenvoltura un acercamiento a los hechos encuadrados en el que estos, más que plasmar lo concreto, plegarse a sus lógicas consecuencias, son utilizados en tanto que posibilidad de una fisura, una maquinación, un subterfugio o una inquietud situados en los aledaños del encuadre. Desde ese alejamiento, cobrarán tanto protagonismo como facultad para la escrutación deslizada, sugerente y abismal.

Valga GHOST TROPIC como precisa ejemplificación de este modus operandi. El film se pliega a esta arriesgada concepción del proceder realizativo que asume el belga, convocando un relato en el que la responsabilidad de vehicularlo va a recaer en la gestión del posicionamiento de la mirada central protagónica. Esta mirada se verá obligada a improvisar una suerte de proceso de rehabilitación. A la agazapada complejidad de un trance central siempre escueto y siempre eventual le presta Davos toda su explorativa diligencia.Ghost Tropic 3

La película, tras un soberbio largo plano inicial fijo en el comedor de la casa de la protagonista, en el que una voz va aportando una serie de íntimas reflexiones, arranca con una desenvuelta escena de interior, en el que un grupo de compañeros de trabajo conversan y ríen en una estancia del edificio de oficinas en el que se hallan. La cámara focaliza su interés en las risas de una mujer musulmán. Se trata de Khadija. Muy pronto descubrimos que se trata de una empleada de la limpieza que realiza su trabajo en horario nocturno, cuando no hay nadie en su puesto de trabajo. El desencadenante del mínimo vericueto argumental sobre el que se sostiene el film lo desencadena un comprensible hecho fortuito. Fruto del cansancio, Khadija se queda dormida en el metro. Se pasa de estación. Su tren es el último. La peripecia del retorno al hogar se convertirá en el itinerario tanto físico como narrativo del film.

Nos hallamos, por lo tanto, ante una road movie minimalista, urbana, paseante, noctívaga, aislada, reducida, por lo tanto, a su más esencial expresión. Una mujer vuelve a su casa. Ese será el peregrinaje. Desde los extramuros de una gran urbe, en este caso Bruselas, a un céntrico barrio de la capital belga.  El espectador contemplará la despierta resignación con la que aquella emprende la tarea de concluirlo, pero también las dificultades inherentes a ese largo vagabundeo, los encuentros casuales que irán irrumpiendo, y, sobre todo, el tímido proceso alumbrativo y reformulador que va  ir impeliendo el deambular de la mujer.

Hemos hablado de una road movie. Por lo tanto, debe haber una evolución en el perfil del personaje obligado al tránsito, a la consecución de una meta, a un peaje final acaso impensable en el inicio. Khadija se verá frente al suyo. Por eso, pese a que el plano que cierra el film sea simétrico al del arranque, ni la estancia ni el parlamento asumirán la misma significación. El personaje ya no es el mismo. El viaje ha impuesto la decisión de su inextinguible luz nueva y asomadora.

Davos da un paso adelante con respecto a VIOLET en lo que a la tonalidad dramática del film se refiere. No así en cuanto al despliegue de su particular sofisticación escénica. Esta sigue incólume. Mediante una cuidadosa y activa utilización de la fotografía (la gradación de prólogo y epílogo; los destellos coloristas con los que aprehende el entorno urbano), así como de un atractivo manejo de los  tipos de sigilos aguardativos que imponen las diferentes reacciones de la protagonista según sea el episodio en el que se vea imbuida, la cámara va a irse convirtiendo en un amable e intuitivo aliado de la sutil, franca acechanza humanista que recorre el film desde su inicio hasta el final.

Al crudo, inextinguible desconsuelo hostigado en VIOLET, parece oponerse, ahora, una mirada esperanzada, bienhechora, en modo alguno pasiva, que, siempre desde la sutil sujeción con la que Saadia Bentaïeb sabe modelar la curiosidad caminante que define a su personaje, lejos de ensimismarse en un buenismo impostado, procura en todo momento una silenciosa incerteza, al mismo tiempo que una pugnativa piedad. En GHOST TROPIC, el ser humano queda definido como amparo, como esporádica utopía de una bondad por la que la protagonista parece empezar a combatir.

 

 

 

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