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Sección: OFICIAL

Dirección: Dag Johan Haugerud

Nota: 2

Durante la pasada temporada, el realizador escandinavo Dag Johan Haugerud se convirtió en un inesperado fenómeno festivalero. Antes había anunciado un proyecto consistente en una trilogía que pretendía trazar un itinerario reflexivo sobre el sentimiento amoroso en la actualidad. El año pasado en la Berlinale tuvo una formidable acogida, dentro de Panorama, el que la abría, SEX. En septiembre el siguiente capítulo escaló hasta la sección oficial de Venecia. La conclusión  ha llegado hasta la misma categoría, aquí en Berlín. Vista, cabe ser confesado que no despierta el más mínimo interés en repescar las dos anteriores. Esta tercera entrega pergeña un auténtico tratado de incongruencia escenográfica.

El film persigue las impresiones afectivas que una joven de dieciseis, Johanne revela a modo de diario personal, toda vez que  comienza a saber lo que es el deseo, la inquietud química, desestabilizante, ávida de curiosidad que este genera. A continuación se nos aboca a la descripción de cómo gestiona el hecho de que el primer objeto de su germinal deseo  principiante es su profesora. A partir de este momento, la historia se abre a la intervención de su madre y su abuela.

La narración de la película se ceñirá al conflicto surgido entre las tres, a la distinta respuesta que deparan las dos mayores, y a si Johannes toma nota de estas y, sobre todo, sabe vehicular el tambaleo emocional al que su recién estrenada condición de sujeto amador le arrastra.

Ya podemos advertir solo con el enunciado de la sinopsis argumental que no nos hallamos frente a un relato en modo alguno original. Es cierto que el tono con el que trata de ornamentar tan sabida singladura sí se esfuerza por reivindicar una mirada novedosa: el punto de vista adolescente a punto de dejar de serlo viene apoyado por un cierto aire reflexivo. No hay intencionalidad abiertamente dramatizada. El desencuentro afectivo corre una suerte de teorización al tomar Johannes la decisión de escribirlo para, según ella, protegerlo del olvido.

Sin embargo, este afán literaturizante no supera nunca una superficial, redundante y grimosa condición de manual de autoayuda en los fracasos del primer amor. El chirrido de consultorio no la abandona nunca, porque el realizador escoge una opción retórica, de la que no se descabalga en todo el film, que precipita a la función por el inaguantable vertedero del subrayado, del apoyo entorpecedor, de la desintegración de la mínima autonomía cinematográfica: la utilización de la voz en primera persona de la propia Johannes. Catastrófico. Se quiere profundizadora y lo que resulta es cotilleo improductivo, verborrea simplificante, cuya apoyatura resulta tan jugosa como un tornillo ferroviario usado como hueso de jamón en un cocido. La película es una receta de consomé Gallina Blanca. No tenemos ni para croquetas de pastillas de caldo. La nada en cuchara sopera. 

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