Xiu Xiu Valencia 2012 2ª

Efectivos, rotundos y distantes, la banda capitaneada por el incatalogable Jamie Stewart dispuso para los congregados una compacta ceremonia musical.

Extraña, atractiva y recomendable velada musical la que deparó Xiu Xiu al poco público que asistió a su concierto en Valencia. Entre el público asistente había una masticable expectación ante lo que éste sólido y poco convencional grupo norteamericano podría deparar.

El marcado carácter experimental, incómodo, casi inhóspito de muchas de sus composiciones podía crear una cierta inquietud. Sobre todo, a quien, como es el caso de quien esto escribe, era la primera vez que los contemplaba en directo. Asistir a escuchar en vivo un universo musical tan áspero y conciso como el suyo se antojaba tan atractivo como incierto.

Si algo ha caracterizado a la banda californiana (aunque, hoy en día, asentada en Seatle) desde sus orígenes, hace ahora una década, eso es el constante vaivén de nombres integrantes en su formación. En la Wah-Wah, Jaime Stewart, auténtico “alma mater”  y único miembro que ha resistido desde el inicio, se presentó con Bettina Escauriza (teclado), Marc Riordan (batería) y Dewin Hoff (bajo).

Las incertidumbres previas se disiparon con toda celeridad.  Fue sonar el primer tema y quedó meridianamente claro que los californianos no venían a ofrecer una versión rebajada de sí mismos. Se daba por zanjado, casi notarialmente, que Xiu Xiu no son de los que se ponen a remolonear gas según la categoría de la plaza.

Así, al segundo uno, el botón de la muestra: nada más que de escalofriante podríamos calificar la experiencia de escuchar a bocajarro, sin preámbulos, sonando en todo su gimiente malestar, ese desesperado  lamento carnal que es “Fabolous Muscles”. Hubo un momento realmente extraordinario, en el que el bajo fue rasgado por un arco, al modo de un contrabajo.

La voz ajada, susurrante, exclamativa y afilada de Jaime Stewart parecía querer indagarse a sí misma. Uno tenía la impresión de que el vocalista, para calentar las cuerdas vocales, había decidido empezar con el triple mortal sin red. Un absorbente  chorro de inflexiones y recovecos expresivos detonaron  en la sala.

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Sin embargo, ese caudal de sesgadas sensaciones que supo imponer con esa tremenda apertura tuvo, por desgracia, una mala continuación, que, abruptamente, hizo que la rápida intensidad dirimida se desvaneciese.

Un grave fallo técnico sesgó ese tenso clima lírico-ambiental. Un problema con un pedal del dispositivo acústico provocó una interrupción más que nociva. Los escasos seis o siete minutos que tardó el mismo Stewart en repararlo se hicieron eternos, pues enfriaron indudablemente la recepción del personal.

Solucionado el percance, el grupo, sin inmutarse lo más mínimo, volvió cómodamente al tajo de su sobria concentración. Ésta, quizás, es la característica que más podríamos destacar del conjunto: la impoluta e inquebrantable seriedad con la que acometieron su posicionamiento en el escenario y su actitud hacia el público.

La virtud más estelar de su puesta en escena es la ausencia de fisura alguna, la sequedad casi rocosa de su forma de exponerse ante los allí presentes. No quiere esto decir en modo alguno que se limiten a cumplir con un rigurosísimo guión preestablecido, sino que  sus modos imponen  una dominante mesura, que combina a la perfección con la severa hondura siniestra de sus composiciones.

Uno tras otro fueron desgranando algunos de los temas de ALWAYS, su último y más reciente trabajo en el mercado. Temas como “Smear The Queen” o “Beauty Town” sirvieron para acreditar que la apropiación en directo del material grabado iba a ser más aguerrida y potente que el original, aunque también un tanto desposeída del denso vanguardismo pergeñado en éste. De hecho los temas más crípticos y radicales de ALWAYS no fueron incluidos en la propuesta.

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Hubo también un nada escueto repaso a alguno de los temas más importantes de toda su trayectoria. La noche permitía un curtido reencuentro con “Ceremony”, “Suha”, “Don Diasco” y, sobre todo, con la vigorosa “Sad Pony Guerrilla Girl”. Los recovecos afilados del poderío vocal emplazado por Stewart eran capaces de retrotraernos a otras décadas musicales anteriores. El cantante no cesó en toda la noche de, tras cada canción, hacer unas gárgaras para aliviarse la voz.

El concierto no se salió jamás del tono circunspecto ejercido por los componentes de la formación. Los cuatro músicos evitan cualquier atisbo de complicidad extrovertida. Se diría que se hallan a gusto exhibiendo ese ensimismado aislamiento, esa constante tiesura inexpresiva, que, muy atractivamente, contrasta con lo bregativo, poliédrico, pertinaz, forcejeador y rasgado de su contundente ofrecimiento musical.

Xiu Xiu apenas sí dieron las buenas noches, apenas sí respondían al entusiasmo de algunos seguidores que vibraron en la primera fila delante de ellos, no ofrecieron un solo bis: se limitaron a obcecarse sesudamente en la tajante energía y en el riguroso, milimétrico ardor de su experta sincronización conjunta.

Como quien va al médico y éste le da una receta sin apenas mirarle a la cara. Como quien, luego, se ve aliviado del mal y ya no se acuerda de la profesional aspereza del especialista. Xiu Xiu no nos guiñaron los ojos, pero nos inyectaron en el cuerpo su tajante sapiencia inconformista, encontrándonos la vena a la primera intentona.

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