I Q

HAIM 

I QUIT 

Columbia Records/Polydor Records 

Nota: 7 

Comentario:  

El disco de las hermanas Haim está lleno de sorpresas. En primer lugar, los cinéfilos no familiarizados con esta banda, se percatarán de que la guitarrista, cantante y pianista no es otra que Alana Haim, la coprotagonista de Licorice Pizza, aquella comedia dramática sobre los primeros amores que firmó el ingenioso, obsesivo y avezado Paul Thomas Anderson. En otro término, y musicalmente hablando, llama la atención la conjunción de géneros que se hallan en I Quit. O tal vez sería más preciso hablar de subgéneros, pues, dentro de las limitadas posibilidades del pop, el provecho que le sacan mezclándolo con otros estilos es asombroso. Las letras, por otro lado, son más que decentes y la producción responde a los parámetros buscados. Lo cual gustará más o menos, mas de lo que no se le puede acusar al trío es de no adecuarse a los criterios musicales requeridos.  

Gone, acerca de la independencia y la liberación, empieza con un sample de la canción de George Michael Freedom! ’90. Suenan guitarra eléctrica, bajo y batería. Las voces están susurradas y, a mitad de tema, se incluye un solo de guitarra de distorsión aguda. All over me narra una sucesión de encuentros casuales tras una ruptura. Aquí están presentes varios sonidos electrónicos, sobre todo en la percusión. Relationships, por su parte, es un rhythm & blues melancólico en el que se contraponen los deseos de, por un lado, conectar con otra persona y, por otro, de tomarse un descanso de las relaciones sociales.  

En Down to be wrong, un pop rock de sintetizador, percusión, bajo, guitarra y voz se aboga por cortar las ataduras emocionales. Take me back versa sobre la nostalgia adolescente y la evocación de una vida más sencilla. A la batería, guitarra y bajo se le suman, puntualmente, los coros y la voz principal suena con diversos efectos. En Love you right aparece por primera vez la guitarra acústica, que, sumada a la mandolina, contrasta con la ingente cantidad de reverb de la batería. En otro orden, se reflexiona sobre la dificultad de amar, el orgullo y los cambios que han de atravesar las dos personas para que una relación funcione.  

The farm es una introspección metafórica sobre un lugar seguro que, para el yo lírico es el del título, la granja. Musicalmente, se trata de un shoegaze austero, con los instrumentos lo suficientemente reconocibles en la ecualización como para saber qué papel desempeña cada uno. Estos son la batería, la pandereta, la guitarra eléctrica y el teclado. Lucky stars nos lleva a una electrónica suave y mesurada. La batería está programada y la voz, una vez más, suena con diversos efectos como el eco, la reverb y alguna modulación.  

Million years, constituida por la guitarra acústica, la batería y algunos arreglos de guitarra eléctrica, se centra en el autodescubrimiento y la tranquilidad que infunde el dejar de complacer a los demás. Everybody’s trying to figure me out, relativa al dolor y a la búsqueda de empatía, transita por el soul gracias al uso del piano eléctrico y las voces. Try to feel my pain, el solo título lo indica, alude a los mismos sentimientos. Está próxima, por otra parte, al country pop y la guitarra eléctrica suena limpia, a diferencia del sonido brillante y modulado del sintetizador. Spinning consta de piano, guitarra acústica y varias capas vocales, dando sensación de densidad. Y defiende el ignorar las expectativas ajenas.  

Cry es un blues eléctrico -puesto al día- con un par de solos de guitarra bien ejecutados. La ecualización empleada para estos está, además, bien conseguida. La letra trata la libertad emocional tras, nuevamente, una ruptura. Blood on the street versa sobre el empoderamiento. El sonido está a caballo de U2 y Rage Against The Machine por la inclusión de elementos sónicos industriales (por la potente saturación). La distorsión de la guitarra, las palmadas como percusión y el bajo dejan paso al sintetizador en el puente. Finalmente, Now it’s time se compone de guitarra acústica, una vez más, palmadas en la percusión y piano. En el plano lírico, el yo poético anhela encontrar un refugio emocional, seguridad, en definitiva.  

En suma, las hermanas Haim han conseguido concebir un álbum que, si bien no es brillante en casi ningún aspecto, amalgama diestramente todos los estilos musicales mencionados. Las letras son directas y de cierto interés y, a pesar de ciertos clichés de la producción intrínsecos al género principal por el que se mueven, la escucha merece la pena. Lo que se quiere decir -y cómo- está muy claro a todos los niveles, lo cual, como oyente, se agradece. No hay atisbo de duda en los elementos empleados ni en la visión artística de este I Quit, que ofrece un enfoque despechado y resuelto sobre el proceso consecuente a una ruptura amorosa.  

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