Título: Total Recall
Año 2012
Duración 121 min.
País USA
Director Len Wiseman
Guión Kurt Wimmer (Historia corta: Philip K. Dick)
Música Harry Gregson-Williams
Fotografía Paul Cameron
Reparto Colin Farrell, Kate Beckinsale, Jessica Biel, Bryan Cranston, Bill Nighy, John Cho, Bokeem Woodbine, Steve Byers, Will Yun Lee, Currie Graham, Brooks Darnell
Productora Columbia Pictures / Original Film
Valoración 2
Nueva inutilidad a la vista. De seguir así, los autores de los originales degradados van a tener que empezar a tomar cartas en el asunto, porque la barbarie improductiva está alcanzando categoría de asesino impune. TOTAL RECALL viene a unirse a todo el grupo de inhabilidades que la industria hollywoodiense está situando en la primera línea de batalla recaudatoria del cine comercial contemporáneo. Y no es porque nos situemos por principios en contra de estas operaciones rescatadoras. Ni muchísimo menos. Lo que saca de quicio a nuestra observación es la apatía con la que se afrontan este tipo de operaciones. Una vez vistas, rápidamente, asalta el mismo interrogante: ¿Por qué? ¿Qué afán renovador o reparativo ha llevado a emprender el remake de un precedente que, la mayoría de las veces, ya fue apurado al máximo por el autor que lo pergeñó?.
La respuesta viene dada por la mano que mece el desaliento. Casi podemos convenir que el objetivo de esa neomanipulación no es otro que la limpieza simplificativa del primero. De ahí el cabreo. Esa regla máxima omnipresente que consiste en la mínima implicación de riesgos conduce a una decepcionante depuración de osadías: justo los rasgos, las especificidades que hubieron contribuido a hacer del precedente la obra de referencia que sigue siendo. TOTAL RECALL es la perfecta ejemplificación de esta apoteosis de la rasuración facturativa. El remake del notable film de Paul Verhoeven parece concebido para borrar las aportaciones personales que el estupendo realizador holandés inoculó, mediante él, al género de la ciencia ficción comercial. TOTAL RECALL (2012) es una intrascendencia exfoliante de DESAFÍO TOTAL (1990). Como si a Arnold Schwarzenegger le hubieren hecho un peeling y el careto resultante fuera el de Justin Bieber.
El film dirigido por Len Wiseman es, por lo tanto, la segunda adaptación cinematográfica del relato corto titulado “We Can Remember It For You Wholesale”, publicado en 1966 por ese pilar fundamental de la ciencia ficción literaria que sigue siendo Philip K. Dick. Verhoeven afrontó la tarea de adaptarlo a la gran pantalla arrimando el armazón argumental prestado por el autor norteamericano a su particularísimo universo creativo. Los cambios con respecto al original eran tan evidentes como efectivos. DESAFÍO TOTAL era una traslación divertida, desenfadada, jugosa y tajante. El creador de INSTINTO BÁSICO daba rienda suelta y coherente a todas sus personales obsesiones realizativas: el morbo, el sarcasmo, el juego, la frivolidad afilada características de su estilo cuajaban un sólido producto comercial en el que confluían sin estorbarse el acatamiento de las normas impuestas por la industria y la exhibición de las señas de identidad de la factoría Verhoeven.
En TOTAL RECALL, aparatosamente, no ocurre nada de esto. Wiseman no se molesta lo más mínimo por intentar con el film de Verhoeven lo que éste se atrevió a hacer con Dick. Es más, se diría que la escusa de volver al texto original para imponer una adaptación más fidedigna al relato corto ha sido asumida como coartada para despojar al film del año 1990 de toda la disfrutable ornamentación autoral con la que lo acicaló formidablemente el añorado cineasta europeo. El remake 2012 se hunde vacua, condescendientemente en la monótona servidumbre del más de los trillados afanes.
El film muy pronto se desmarca de la naturaleza agudamente burlesca con la que estaban forjados los elementos constituyentes de la anterior. El prólogo, la presentación del personaje central no dejan lugar a dudas. El Douglas Quaid de TOTAL RECALL es un personaje amargado, aburrido. Un operario consciente de la vida esclava y rutinaria de la que no es capaz de escapar. Lo mismo ocurre con el universo en el que se halla emplazada su existencia. La Tierra se halla dividida en dos espacios bien distintos entre sí. De un lado, el abigarrado opresivo y cautivo en el que se encuentra Quaid y, de otro, la poderosa Federación Británica, el núcleo privilegiado que mantiene tiranizado al primero. La escenografía dirimida por Wiseman se esfuerza por imprimir ese aire postapocalíptico, negruzco, herrumbroso, tan característico de la ciencia ficción futurista de nuestros días.
Lo que podría haber dado lugar a una versión distanciadamente emocional de la ya conocida, mucho más preocupada por dejar patente la incierta y pesimista de los tiempos actuales, rápidamente se despeña por el terreno de lo previsible, de lo elemental, de lo no incordiante. TOTAL RECALL se agota una vez están presentados los tres espacios geográficos medulares, sobre los que se sostiene el pacato entramado argumental: los dos mentados con anterioridad (La Colonia y La Federación) y el aparatoso trasladador espacial, llamado La Catarata, un gigantesco ascensor que cruza la tierra por dentro para que los operarios cumplan su cometido laboral. Toda vez que el espectador ya se ha apercibido de esa apabullante escenografía, la historia se agota en aras de una vulgaridad de impertinente trascendencia. Como quien invita a cenar, se piensa que con enseñar el piso ya te ha dado de comer y te pone en el plato cuadrado de diseño un buzón al horno: pues que te cagas en la madre que lo remitió al mundo.
La película se toma demasiado en serio a sí misma y sus carencias, por lo tanto, afloran, se engrandecen, torpedean el visionado con más encono, pues esa seriedad se hace antipática y altisonante. Lo personajes están despachados a golpe de oxidación instantánea. Los dos principales femeninos, especialmente, padecen una simplificación francamente insostenible. La aparatosa seriedad de la función, además, cercena el más leve conato humorístico. Es entonces cuando el recuerdo de Verhoeven hunde la melindrosa furia empaquetada con la que Wiseman decide resolver el brete. TOTAL RECALL carece de morbo, de apetito, de ganas de contrariar: no hay un ápice de creíble importunación, es rutinaria como el tubo de escape de un coche desahuciado. Ahí se explicita la diferencia fundamental entre un realizador notable y un anodino cumplidor de encargos: el primero siempre tiene algo que decir. Y, al segundo, el primero siempre lo hace callar.