Hijo De Cain Imagen 5

Título original: Fill de Caín (Hijo de Caín)

Año: 2013

Duración: 90 min.

País: España

Director: Jesús Monllaó Plana

Guión: Sergio Barrejón, David Victori (Novela: Ignacio García-Valiño)

Música: Ethan Lewis Maltby

Fotografía: Jordi Bransuela

Reparto: Julio Manrique, José Coronado, David Solans, María Molins, Jack Taylor, Helena De la Torre, Abril García, Mercè Rovira

Nota:  4.8

Irregular film de suspense el que nos depara el debut en el terreno del largometraje de Jesús Monllaó Plana. HIJO DE CAÍN se somete por entero a ese transitada subdivisión genérica que fundamenta su interés en el análisis pormenorizado, psicológico y contemplativo de la mente humana en su reverso más diabólico e incomprensible: los hábitos destructores de un ser humano cuyo pensamiento no cesa de exigirle un siniestro apetito por el mal, por la desestabilización encolerizada de su alrededor.

El film se acerca a la existencia esquinada, borde y difícil de compartir de Nico, un adolescente solitario, que vive en el seno de una familia muy acomodada,  en la que muy pronto se revelará una tormentosa relación paterno-filial. Nico le depara a Carlos, su padre, un silencioso y evidente desprecio. Éste, de acuerdo con Coral, su esposa, reclaman la ayuda de Julio, un profesional especialista en psicología juvenil.

En el primer encuentro entre ambos, éste se dará cuenta de que comparten una afición en común, que es el obsesivo pasatiempos preferido de Nico: el ajedrez. A partir de ese momento, la relación entre los dos se convertirá en una oscura partida que el psicólogo no sabe que está jugando. La película se adentra por el terreno de la competición de carácter psicologista en la que no queda claro quién de los dos individuos en pugna es el que lleva las riendas del juego: quien pone las regla o quien no tiene más remedio que acatarlas.

Con diferencia, lo mejor de HIJO DE CAÍN es el acercamiento a la figura de Nico, sobre todo, cuando la cámara lo encuadra alejado de la custodia y el intento reparador de la figura del psicólogo. Las escenas y los planos en los que se nos lo presenta deambulando su afirmada soledad en casa, en las que simplemente somos testigos de su comportamiento y de su aviesa mirada intranquilizadora (notable la interpretación que depara el joven David Solans).

En esos momentos la película logra ser la película que pretende concretar desde el su primera (y sin duda, una de las mejores) escena: un elegante ejercicio de intriga no violenta, ambiental, depurada, mucho más atento a la conducta y a las sombras de los personajes envueltos en ella que a la exhibición de una intriga criminal tentada de sanguinolentas consecuencias.

Ni la historia urdida, ni la dirección impuesta por Monllaó optan en momento alguno por ese tipo de socorridas estridencias. De hecho, cuando la acción requiere de un acto violento con rastro de sangre, se procura una secuencia ejecutada con torpeza y con una tensión desmedia e impostada.  HIJO DE CAÍN se pliega por entero a la indagación en el posible origen de la afilada y desestabilizante insanía que parece anidar en el alma del joven y de su desaforado apasionamiento por las tablas de ajedrez. hijo-de-cain-imagen-4El director impone a su cámara una nitidez que no abusa de subrayados y que, sobre todo en las escenas del interior del hogar, alcanza una inquietante transparencia mostrativa. Sin embargo, por desgracia, la película globalmente se resiente de una tibieza planificativa que no aporta ni la tensión ni la agudeza visual indagativa que requiere este tipo de films. HIJO DE CAÍN parece, en muchos momentos, un lujoso episodio televisivo mucho más que un torturante ejercicio puramente cinematográfico.

Además la historia se resiente de algunas imposiciones del guión que debieren haber sido objeto de una revisión, cuando no convenientemente desechadas. En especial la molesta importancia que se le otorga al personaje del psicólogo. La historia pierde veracidad cuando la pugna entre él y Nico se plantea de forma manifiestamente frontal.

Las explicaciones del personaje degradan la presunta potencia de la imagen, requieren de unos duelos verbales de forzada agudeza y encauzan a la historia por unos vericuetos de psicología de manual que contravienen la pureza de la maldad dirimida por Nico. Asimismo, el vericueto ajedrecista potenciado por su presencia mengua la intensidad de la observación del joven.  Para colmo de inclemencias, se le adjunta una historia amorosa con uno de los personajes principales que no puede más que tildarse de inverosímil, abrupta y prescindible. 

En definitiva, un film que no se ve con desagradado, muy entretenido, pero que en muy pocos momentos es capaz de superar las mermas toleradas en su gestación.

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