Título: El Cuerpo
Año 2011
Duración 107 min.
Director Oriol Paulo
Guión Oriol Paulo
Música Sergio Moure
Fotografía Óscar Faura
Reparto José Coronado, Belén Rueda, Hugo Silva, Aura Garrido, Juan Pablo Shuk, Cristina Plazas, Oriol Vila, Manel Dueso, Nausicaa Bonnín
Productora Rodar y Rodar / Antena 3 Films
Valoración 6
Debut en el terreno del largometraje de Oriol Paulo, EL CUERPO, más allá de sus carestías, es una de esa clase de films que toda industria cinematográfica debe preciarse en acoger. El film de Paulo aúna la dosis suficiente de solvencia que permite que estemos hablando de un ejercicio meritorio, efectivo, menor y digno. EL CUERPO es un producto serio, facturado con profesionalidad, y, sobre todo, calculado noblemente atendiendo a esa máxima tan degradada que es la del entretenimiento.
La película, genéricamente, se quiere una incursión en el terreno del suspense. Desde ese punto de vista cabe destacar que el realizador somete con templanza su tarea tras la cámara a tratar de mantener en el espectador una tensión que tarda bien poco en ser gestada. EL CUERPO, desde el principio, es un film que sabe jugar con decoro la baza de su expeditiva elección. De hecho se hace manifiestamente palmaria la obsesión por mantener firme el aliento enigmático, raudo, artesanal que la genera y le da sentido: las coordenadas espacio-temporales que autoimpone su trama definen una singularidad apurada al máximo con mucha conveniencia.
Un depósito de cadáveres y las horas inmediatamente posteriores a la desaparición de una de sus últimas difuntas moradoras. Sobre estos dos elementos se articula una trama que empieza con la huida del guardia de seguridad del primero, su atropellamiento, y la comprobación de que el cadáver de Mayka Villaverde, una adinerada empresaria farmacéutica, no se encuentra en el habitáculo en el que se hallaba esperando el informe definitivo de su autopsia. La intervención del oscuro comisario Jaime Peña hará que las primeras pesquisas intenten esclarecer el papel jugado por Álex Ulloa, el esposo de aquella, en la muerte de la finada desaparecida.
La película centra su devenir en el aprovechamiento máximo tanto del espacio gris, desangelado y algo tétrico que impone la morgue, como de la apremiante demarcación temporal elegida para narrar los hechos: toda la acción transcurre pegada a las primeras decisiones tomadas por el comisario nada más hacerse con el caso y detener en el edificio a Ulloa. La trama se complejizará muy pronto cuando descubramos que el esposo ha urdido un plan para asesinar a su esposa, utilizando como cómplice a su joven amante. Las constantes llamadas telefónicas a ésta, así como una serie de flash-back en los que visualizamos la deficiente relación matrimonial habida entre Álex y Mayka, los hechos anteriores a su muerte y, sobre todo, el comportamiento caprichoso, manipulador y opresivo de ella, se convertirán en hilos narrativos de candente interés.
EL CUERPO, por lo tanto, es un film correcto, zanjado con pulcra emergencia, que tiene la virtud de dirimir un interesante planteamiento narrativo de arranque, y que es sabedor de que cuenta con un final asombroso, inesperado, de esos que ponen en cuestión toda la información asumida hasta el arranque de la secuencia de cierre. Tanto el realizador como todo su equipo artístico hacen denodados esfuerzos porque el transcurso entre uno y otro sepa estar a la altura del momento en el que la revelación fundamental haga trizas las expectativas creadas.
Paulo define un trabajo muy coherente con el film que tiene entre manos, de ahí que la visión del film sea siempre agradable, pues la inquietud que va originado el cúmulo de revelaciones está hecha progresar con impecable sentido de la expectación. EL CUERPO maneja con entereza el propósito que se plantea desde su arranque. Los ardides narrativos de su calculado guión no atienden tanto a la descripción de los personajes como a que el fluido de secuencias no se desmorone, dada la premura de la demarcación temporal impuesta.
Un film ameno, fácil, curioso, bien ejecutado, al que sin embargo uno le nota la trampa al poco tiempo de salir de la sala. El riesgo de un final tan sorpresivo es jugado con mucha profesionalidad, asesta el mazazo revelador pretendido, supone un golpe de efecto realmente avasallador, pero, al tiempo, pone en entredicho la mayoría de las decisiones escénicas tomadas. No diremos que hay trampa, pero sí gato encerrado al que de pronto le escuchamos el maullido.