Carmina Y Amen Imagen 1

Título original: Carmina y Amén.

Año: 2014

Duración: 100 min.

País: España

Director:Paco León

Guión:Paco León

Música: Pony Bravo, Espaldamaceta, Pájaro

Fotografía: Juan González Guerrero

Reparto: Carmina Barrios,María León, Paco Casaus, Yolanda Ramos, Estefanía de los Santos, Manolo Solo, Mari Paz Sayazo

Productora: Andy Joke / Telecinco Cinema / Canal +

Nota: 7.8

No debe ser poca la tentación de procurarle una continuación a un éxito profesional tan genuino como el que cuajó la notable CARMINA O REVIENTA, puesto que la torrencialidad con la que quedaba perfilado en pantalla el personaje central no cabía en el metraje dispuesto para la inesperada ocasión. La Carmina que se sacó de una faja Paco León en aquel experimento hiperrealista absolutamente descacharrante llegó, vió,  cagó, venció y se quedó corta.  

El famoso actor cómico orquestó con desenvoltura un dispositivo de hechuras casi documentales, pespunteado  de costuras tan surrealistas como veraces en el que, por encima de todo, primaba la merecida rendición a una presencia interpretativa de magnitud destrozativa: la regalada, suscrita e insultada por la  inigualable Carmina Barrios.

CARMINA Y AMÉN, dos años después del encuentro con ella, viene con intenciones de saldar esa sed. Y,  la verdad sea dicha, lo primero que cabe decir de ella es que en esta ocasión quien brilla, quien demuestra que lo acontecido con lo primera parte no es fruto de un capricho aprovechador de la fama es el realizador. CARMINA Y AMÉN viene a confirmar la capacidad para la observación y para el detalle de un profesional tras la cámara que sabe recoger el guante de uno de los mejores corpus que el cine español, a lo largo de su historia, ha sabido confeccionar de forma algunas veces admirable. Nos referimos a la tragicomedia, a ese género que Berlanga supo encumbrar a la altura de lo inalcanzable y de lo universal.

Esta segunda entrega arranca de forma espléndida obligando de nuevo a que la intuición y el espíritu resolutivo que caracterizaron a la protagonista se pongan en marcha de forma rauda y expeditiva. Muy pronto Carmina se da de bruces con la contrariedad: su marido muere en la mecedora del comedor de la casa. Sin embargo, en lugar de cumplimentar con los trámites consecuentes a una defunción, Carmina pacta con su hija mantener el cuerpo del difunto en el lugar en el que ha finado y callar su fallecimiento hasta dos días después, fecha en la que es ingresada en el banco la paga extra de aquel.carmina-y-amen-imagen-3

No tarda, por lo tanto, nada  la historia en volvernos a situar dentro del marco espacio-temporal en el que fue urdida la primera parte: Carmina y sus circunstancias, sus trapicheos, sus barbaries desvergonzadas, su descaro casi violento y, sobre todo, su honesta firmeza resolutiva. Paco León se apresta a volver a visitarla imponiendo varios aciertos: el primero de ellos el trabajo de un guión que, lejos de dejarse llevar por la tentación de sucumbir a la cómoda explotación del precedente, lo que hace es explorarlo de forma sabiamente cinematográfica.

Sabedor de que el principal riesgo de la función era tratar de retomar la chispa, la naturalidad y el gracejo de un personaje que, por lógica, va a ver mermada su potencialidad sorpresiva en una segunda parte, el otro gran atino del guionista y realizador es procurar que la acción del film apenas sí salga del hogar de Carmina. León la protege así de una posible dispersión; de hecho, las escenas menos estimulantes del film son las que acontecen fuera de él (el episodio en la peluquería de la hija, por ejemplo). Encerrada en su guarida, la esencia del personaje central reluce avasalladora, pues, además, se la sabe contraponer a personajes tan redondos como los de la vecina presidenta o la memorable masajista catalana (genial Yolanda Ramos), sin duda, el gran hallazgo del film.

La película es menos humorística que la anterior, porque así, nobilísimamente, lo ha querido su gestador. El tono luctuoso que principia el film empapa el devenir de toda la historia confirmando el tono tragicómico antes comentado. La cotidianeidad capturada con tanta facilidad como hondura permite que la sonrisa del espectador corra visos de mutarse en cómplice reconocedor del panorama existencial representado. El director impone a su cámara un estatismo contemplador que permite que esa cotidianeidad buscada transite espesa, candente, surrealista, palpable a granel, al tajo y a tufo de muerto. Paco León ha vuelto a Carmina, no para explotarla sino para encumbrarla a un altar con mucho perejil, cupones de ciego caducados,  fotos de difuntos y un Cristo crucificado made in Taiwan.

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