LA HERIDA entrega su laurel como mejor película española a ........
Más allá de las excelentes cifras recaudatorias conocidas hace pocas fechas, la cosecha del cine español del presente año no puede ser más que saludada con satisfacción. Desde que en MUSICZINE.ES hacemos este resumen, nunca se habían dado cita diez obras de tan meritoria calidad. No ha costado ningún esfuerzo realizar el presente listado tratando de incluir algún título sólo por el hecho de poder alcanzar la cifra establecida. Todos los elegidos lo están por completos merecimientos. Para una producción tan exigua, problemática, y maltratada, a partes iguales, por las autoridades oficiales, los distintos medios de comunicación y el escaso apego de nuestro público, reconforta la convocatoria de esta enumeración.
A título informativo, como en años anteriores, hemos de exponer que como único protocolo de selección hemos impuesto un condicionamiento temporal: han sido valorados todos los films estrenados en pantalla grande en nuestro país desde el 1 de enero hasta el 12 de diciembre del presente año, así como los que nuestros corresponsales han podido ver en algún certamen cinematográfico habido en nuestro país dentro de esas mismas fechas. Como aclaración específica, creemos conveniente justificar la inclusión de RELATOS SALVAJES dado que se trata de un film con importante producción española y que, además, va a optar a las nominaciones de los Goya 2014.
Hecho este preámbulo y hecho el cónclave croquetero y birrongo entre los penosos y somníferos miembros de la sección cinematográfica de MUSICZINE.ES, a continuación os dejamos con lo que a nuestro juicio es el listado de los diez mejores films que nos ha brindado nuestra cinematografía. Es éste:
10º) EL NIÑO, de Daniel Monzón
No lo tenía nada fácil Daniel Monzón volver a situarse tras la cámara después de haber firmado la magnífica CELDA 211. Sin embargo, EL NIÑO está a la altura de sus acreditadas dotes narrativas. El film supura brío, tensión, pericia y factura visual de primer orden. Thriller de acción, película de aventuras fronterizas, el nuevo film del autor de EL CORAZÓN DEL GUERRERO sabe sacar un partido máximo al enclave geográfico que enmarca los acontecimientos y, sobre todo, a la frescura, verosimilitud, química e implicación de los dos actores jóvenes protagonistas. La trama con la que apechugan Jesús Castro y Jesús Carroza arrolla a la que resuelven el resto de consagrados. Éste desequilibrio se convierte en el principal lastre de un film resuelto, siempre, de forma impecable.
9º) CARMINA Y AMÉN, de Paco León
La secuela de CARMINA O REVIENTA es menos humorística que la anterior, porque así, nobilísimamente, lo ha querido su gestador, un Paco León que, osada y expertamente, se atreve a invocar la eximia tradición berlanguiana, consiguiendo postularse como un digno discípulo del maestro valenciano. El tono luctuoso que principia el film empapa el devenir de toda la historia confirmando el tono tragicómico antes comentado. La cotidianeidad capturada con tanta facilidad como hondura permite que la sonrisa del espectador corra visos de mutarse en cómplice reconocedor del panorama existencial representado. El director impone a su cámara un estatismo contemplador que permite que esa cotidianeidad buscada transite espesa, candente, surrealista, palpable a granel, al tajo y a tufo de muerto. Paco León ha vuelto a Carmina, no para explotarla sino para encumbrarla a un altar con mucho perejil, cupones de ciego caducados, fotos de difuntos y un Cristo crucificado made in Taiwan. Yolanda Ramos debe arrasar en los premios a Mejor Actriz Secundaria.
8º) EL CAMINO MÁS LARGO PARA LLEGAR A CASA, de Sergi Pérez
EL CAMINO MÁS LARGO PARA LLEGAR A CASA es un film rabiosamente moderno, de marchamo claramente “indie”, que cuaja una estimable personalidad sin detenerse a cumplir con el protocolo de esta clase de ejercicios, y en el que deviene mucho más importante la siembra de incertidumbres, enigmas y claroscuros que la narración de unos hechos linealmente encadenados. La gradación y el tino en lo referente al suministro de ciertos datos se convierte en el principal objetivo tanto del guión escrito como de la puesta en escena pergeñada para solventarlo. El seguimiento al protagonista (un impresionante, perfecto Borja Espinosa), en ese sentido, es tan adhesivo como intrigante. El realizador asfixia con eficacia el retrato sorpresivo e incompleto a consciencia (el espectador deberá hacer sus propias suposiciones) de ese personaje central: un hombre que debe hacer frente al día más triste de su vida, que no tiene fuerzas para enfrentarlo, que tratará de evitar su deber y que, por ello, irá sumiendo sus segundos en un caótico precipicio emocional. En definitiva, un estimabilísimo debut de un director que, ya, hemos de tener muy en cuenta.
7º) RELATOS SALVAJES, de Damián Szifrón
Lo más curioso e interesante de una propuesta como la de RELATOS SALVAJES (un grupo de pequeños relatos cinematográficos, autónomos entre sí, que vienen a tener como nexo común la escenificación de un inesperado brote de violencia) es comprobar cómo se las ingenia el realizador para reconducir la singularidad de su producto, salvaguardándolo del más que previsible peligro de la dispersión y el desequilibrio. En este sentido, cabe admitir que, pese a que, lógicamente, no todos los episodios resulten agraciados con el mismo atractivo, la solidez expositiva que Szifrón exhibe desde el primer momento se mantiene constante en cada uno de ellos. El argentino se revela como un notable diseccionador del hecho observado en cada escena, imponiendo una puesta en escena aguerrida, pertinaz, seca, atenta, briosa, en la que no se atisba el más mínimo atisbo de misericordia contemplativa. El episodio protagonizado por Leonardo Sbaraglia es absolutamente magistral.
6º) LOREAK, de Jon Garaño y José Mari Goenaga
En HERMOSA JUVENTUD, Jaime Rosales sabe apurar al máximo las posibilidades de la historia que tiene entre manos emplazando la arquitectura observativa que tan buenos resultados le dio en sus dos magníficas primeras obras. El resultado es una película tan aviesa, dura, penetrante y turbia como aquellas, pero por la que es tolerado un resquicio de naturalidad y cercanía que golpea la retina del espectador honda y afiladamente. La tragedia cotidiana de los dos protagonistas está capturada con abrumadora sencillez, con flagelante despojamiento y con nítida prontitud. El realismo -trabajado, virtuoso, experimental- se antoja una consecuencia inaplazable y construida.
LA ISLA MÍNIMA es, ni más ni menos, la película que se le intuía al magnífico saber hacer del sevillano Alberto Rodríguez: por fin, reconocida como se merece la madurez de un sólido intensificador de historias, la obra cumbre de un creador empeñado en escudriñar con aridez y nebulosidad en la trastienda de la acción atrapada dentro del plano, y en hacer de este último una fustigante unidad de tensión, molestia y nervio. En el autor de EL TRAJE se aprecia el placer por la narración clásica y la virulenta, sólidamente exacerbada voluntad de mordisquearla. LA ISLA MÍNIMA es pura incisión canina en cuello, una soberana lección de cómo convertir imágenes en cristal pisoteado por piel descalza y desprevenida.
Ya se vislumbraba en DIAMOND FLASH que Carlos Vermut no venía al panorama cinematográfico de nuestro país a irrumpir en calidad de mero nuevo realizador, sino que lo hacía para no tardar en concretar prontamente un opíparo festín cinematográfico. Efectivamente. No ha tardado nada. Tras aquel demoledor ejercicio undergroud, perturbador, áspero e hipnótico, nos llega esta obra maestra llamada MAGICAL GIRL, la perfecta elevación de aquella, por cuanto mantiene intactas las impías singularidades ambientales de ese debut, pero sometidas dentro de un andamiaje narrativo menos disperso, más enderezado y sometido, gracias a ello, corroído por una drástica cohesión de ambiguedades, enigmas y arrojos.
En MAGICAL GIRL, asistimos a la observación de un conjunto de personajes extraños, a los que entrecruzará el azar y el deseo insatisfecho. Una niña con leucemia que quiere una muñeca japonesa, un padre que quiere hacerle a su hija un último regalo antes de que una muerte segura la aparte de él para siempre, una mujer (superlativa Bárbara Lennie) que quiere escapar a la prisión de su insanía y de los métodos que su marido psiquiatra impone para superarla, y un veterano profesor (genial José Sacristán) recién salido de la cárcel, que quiere que nadie le haga daño a la joven mujer que ama, sabiendo que no la debe amar: con estas cuatro insatisfacciones, Vermut traza un implacable relato sobre la sumisión humana, sobre el precio a pagar por hacer de la voluntad una coartada, un instrumento, un capricho puesto en manos de otra voluntad superior, sobre el dolor como inercia perversa, sobre el deseo como desesperación laberíntica, irresoluble.
El cineasta impone un eximio ejercicio escénico en el que abunda un continuo deslizamiento ambiental: nada es lo que parece y todo lo que parece, duele. Acercando la cámara hasta las tinieblas de las criaturas encuadradas, apresando la asfixia respirada por todas ellas, envasando al vacío las respectivas soledades condenatorias, obsesionando al espectador con la sobrecogedora imposición de lo no visto, lo no alcanzado, lo no saciado, Carlos Vermut ejecuta una memorable ceremonia de ternura, dolencia y fatalidad. MAGICAL GIRL es afilada, tortuosa, atormentada, cruel, vidriosa, astillada, pérfida y apasionante desde el primero hasta el último de sus heridos planos cercenantes. Sin duda, uno de los acontecimientos fílmicos más apasionantes de toda la historia del cine español.