ON THE BEACH AND NIGHT ALONE, de Hang Sangsoo
Nota: 7
Sin duda, uno de las unanimidades críticas más estruendosas del panorama cinéfilo actual la acumula la veterana trayectoria de Hong Sangsoo. Al coreano se le alaba su persistencia en los parámetros del universo creativo que lo han definido como un autor genuino, puro, inalcanzable. Vaya por delante que, desde luego, sin ánimo de practicar esa errada ligereza que es ir a la contra de todo consenso sólo por la mera existencia de éste, debe quedar claro que quien esto escribe no encuentra el modo de subscribir esa ingente unanimidad internacional. Sí reconozco ese afán por la liberación de retóricas, la valía de su preclara vocación por la sencillez expositiva concebida como mecanismo de honduras e indagación, pero me supera y distancia el abandono formal al que condena a su cámara, haciendo de ella una constante transparencia impostada que, para mí, se torna artificio, inexactitud, carestía.
Pese a ello, he de referir que su última obra estrenada en público, esta ON THE BEACH AND NIGHT ALONE, se salda como una de las más atractivas que le he visionado en la última década. Creo que ese mentado desajuste entre meollo convocado y la mudez observativa de la cámara requerida para encuadrarlo, en esta ocasión, no chirría tanto su impostura. Se percibe en toda la obra una densa concentración atisbante, a la que la perenne nitidez de los modos explotados por el autor de NIGHT AND DAY se adecúa con pertinencia. Nos hallamos frente al Sansoo más doloroso de los últimos tiempos. ON THE BEACH AND NIGHT ALONE acomete como tarea inquebrantable la adhesión a un juguete roto por el lado de los afectos; de ahí que sea digna de alabar esa discreción para con el adentramiento en ese profundo, abismado caos de vacilaciones, cuestionamientos y destemplanzas que es el desprecio del sujeto amado, la ausencia pertinaz, la frialdad inacabable del desabrigo.
El film nos presenta a Younghee, una actriz que, tras un fracaso amoroso con un actor de cine mayor que ella, ha decidido irse a pasar una temporada a casa de una amiga en Hamburgo. El fin principia allí, justo cuando la protagonista está pasando sus últimas jornadas en la ciudad germana. Como siempre en Sangsoo, las conversaciones entre los personajes nos irán alertando de los hechos y, sobre todo, del estado en el que los personajes mantienen sus respectivas desazones. A través de ellos sabemos que Younghee tiene la esperanza de que su amado aparezca. Alberga esa posibilidad. Los paseos por los descarnados bosques invernales, las charlas entre las dos mujeres en el piso nos advierten de que aquella dista mucho de haber superado la aflicción por no alcanzar la estabilidad afectiva que tanto desea. Esto la lleva a mostrarse dubitativa, desorientada, vacía de certezas para el futuro, algo arisca e inclemente incluso.
A continuación, el relato emplaza una importante elipsis espacio/temporal. La acción se traslada a la ciudad costera coreana de Gangneung. Allí vemos como Younghee comienza a reunirse con allegados en torno a mesas en las que todos comen y, fundamentalmente, beben mucho. Es en este momento en el que la tonalidad de la exposición cambia. De la serena apacibilidad de los trayectos en Hamburgo, de los cómplices momentos de revelación frente a un único interlocutor, pasamos a una abierta develación del sufrimiento personal, a una inatajable voluntad de proclamar la amargura incomprendida que la maltrae en entrañas. El alcohol obrará de catalizador de ese cólera desabridamente escupido. El personaje pierde la compostura primera y se muestra tan vulnerable como descortés, tan desinhibido como sujeto a una penalidad que no parece tener arreglo. Younghee eleva la voz, impone comentarios explosivamente sinceros, obvia a consciencia que, noche a noche, desbarata la armonía entre los presentes, liderando una incomodísima univocidad de atenciones.
Digámoslo abiertamente, si ON THE BEACH AT NIGHT ALONE se eleva por encima de la mayoría de las obras de su autor, es porque éste halla el aliado idóneo para que el film acierte a ser el que ansía en muchos momentos es por la insuperable aportación de la sublime actriz protagonista. Kim Minhee acumula en su perfecta adecuación al planteamiento teórico propuesto por Sangsoo. La actriz sabe ir modulando a temperatura idónea los distintos ardimientos emocionales por los que pasa, de súbito, su personaje, sin irritar en ningún momento, mostrándose muy precisa en la repentina elevación de la queja, el desánimo, el desaire, la salida de tono, la fractura por el dolor. Minhee delante de la cámara sabe imponer la multitud de matices requeridos por el personaje, que, tras ella, el director no tiene intención de hacer. Sangsoo responde a todos con la misma severidad meridiana. De ahí, en mi opinión, su obsesiva exigüidad.
JOAQUIM, de Marcelo Gomes
Nota: 7
Notable film brasileño el que ha pergeñado Marcelo gomes tratando de indagar en la zozobra de principios vitales que experimentó el héroe nacional de su país, Joaquim José da Silva Xavier, más conocido como Tiradentes. Esta evolución personal le llevó a liderar un movimiento de liberación colonial brasileño, que acabó costándole la vida de muy despiadada forma. Es precisamente un plano con su cabeza hincada en un poste el que abre el film. Sobre él, su propia voz en voz dando cuenta de los detalles de su ajusticiamiento. A partir de ese momento, Gomes se empeña en perseguir su itinerario como subteniente de una patrulla dedicada a proteger el tráfico de oro alrededor de Río de Janeiro hasta que, poco a poco, determinadas desilusiones personales en lo que respecta a sus aspiraciones de mejora de rango militar y, sobre todo, la constatación del clima de corrupción generalizado, decidió criticar abiertamente los modos empleados por el poder de la monarquía portuguesa.
El film arranca de modo espléndido detallando el modo de vida en el cuartel en donde los militares estaban asentados. El principal elemento de esta fortaleza inicial lo hace la relación que Tiradentes mantiene con Preta, una esclava nativa (impresionante, pura astucia, rabia y dignidad, Isabél Zuaa). A través de ella, Gomes posibilita un doble acercamiento: el que su cámara depara a la cotidianeidad convulsa, desarrapada, miserable y desencantada de los militares allí y el que advierte de las tremendas injusticias físicas y morales a las que era sometida la población indígena de aquel confín, convertida en carne de esclavitud y afrenta. En esos momentos, el film cuaja una tórrida, sucia, física verosimilitud ambiental.
A partir de que el guión propone una fuga de Preta y, casi de inmediato, la orden de los superiores de un viaje a la búsqueda de oro en un ámbito geográfico muy alejado del que se hallan, en el que es incluido Tiradentes, el film se resiente un tanto porque, de un lado, la desaparición temporal del personaje de la esclava mengua la temperatura de su voltaje dramático (la película la echa de menos inmediatamente) y, de otro, al sumir al relato en una misión muchas veces vista en otros films, abandona la sugerente especificidad de las condiciones magníficamente descritas en las que se desarrollaba el colonialismo luso en aquel vastísimo territorio. Sin embargo, el último tercio, el que viene a auscultar el proceso de decepción personal en el que el protagonista va a desesperarse, en el que vuelven a darse suculentas claves del gravísimo deterioro moral consentido por los mandos, en el que toma constancia del empobrecimiento consciente que Portugal impone a los habitantes de Brasil, y, sobre todo, en el que vuelve a aparecer el personaje de Preta, dando paso a una secuencia magnífica en la que se resuelve la relación habida entre ambos, JOAQUIM vuelve a enderezar su rumbo y a reubicar su digna consistencia.
RETURN TO MONTAUK, de Volker Schlöndorff
Nota: 0
Nada podía hacer presagiar semejante dislate, semejante coartada para el descrédito personal. El veterano Volker Schlöndorf (EL TAMBOR DE HOJALATA), por desgracia, depara la que posiblemente sea la peor de sus obras. Lo mismo que ocurrió hace un par de años con Wenders (EVERY THING WILL BE FINE) y con Herzog (QUEEN OF THE DESERT), ha vuelto a ocurrir este año: vaya decepción más inesperada. Las viejas glorias del cine germano están reportando a la Berlinale motivos más que sobrados para que no vuelva dar oportunidad alguna a la recuperación de los pasados tiempos mejores. RETURN TO MONTAUK, en ese sentido, confirma la absoluta pérdida de papeles de su autor.
El film se quiere un melodrama romántico protagonizado por un escritor escandinavo de éxito que acude a Nueva York a presentar su última obra y una importante abogada, instalada desde hace tiempo en la urbe neoyorkina, con la que aquel vivió el amor más importante de su vida muchos años atrás. Cuando se produce el primer encuentro entre ambos, ella se muestra fría, distante, nada conmovida por el súbito reencuentro. Sin embargo, dos días después de éste, le propone al escritor un pequeño viaje a Montauk, una pequeño pueblo costero en el que pasaron inolvidables jornadas juntos en los tiempos en los que disfrutaban de su afecto compartido.
No hace falta releer esta pequeña sinopsis argumental para dar cuenta del calado enormemente amoroso del asunto. Lo más grave de la operación es que Schlöndorf tanto en el guión como en la dirección no parece si no estar obsesionado por cumplir los protocolos del ridículo cinematográfico: empalagosidad expresiva, fotonovelerío argumental, puesta en escena pulcramente nula, vacua, fotogénica y telefílmica, veto a cualquier tentación de arrojo escénico reportador de un mínimo de singularidad, pasteleo en diálogos, dirección de actores melosa y carca. En definitiva, nada, absolutamente nada que reclame a preclaros hitos de uno de los géneros cinematográficos más apasionantes, puesto que la torrencialidad de intensidades en esta ocasión se queda en gaseosa desventada, en bombón con mucha leche pasado de caducidad. RETURN TO MONTAUK es, por ejemplo, a CARTA DE AMOR DE UNA DESCONOCIDA, lo que Mahler a Paquirrín D.J.