Mustafa 1

Éramos pocos y parece ser que la burra parió el Palmarés. No cabe otro microrrelato. A la peor Berlinale de la historia le ha correspondido un palmarés a la altura de ese espanto. Hay veces que la lógica no tiene ninguna gracia cuando es aplastante. Sobre todo cuando el sentido de aplastar es literal. Y la lectura del listado de galardonados efectuada por un jurado presidido por el director alemán Tom Tykwer (e integrado además por la actriz belga Cecile de France, el exdirector de la Filmoteca Española Chema Prado, la productora Adele Romanski, el compositor Riyuichi Sakamoto y la crítica de cine Stephanie Zacharek) ha resultado aplastante, asesinante y cinta aislante. Desde luego, en modo alguno equidistante con lo que la mayoría de las apuestas vaticinaba y extraía de entre lo muy poco destacable de una Sección Oficial que más ha simulado proponerse como un potro de tortura que conminarse a ser  motivo de satisfacción cinéfila. En definitiva, el informe del altercado ha sido este:

 

Oso de Oro a la Mejor Película: TOUCH ME NOT, de Adina Pintilie. Despropósito mayúsculo. La cinta rumana es a la sinceridad fílmica lo que Pitingo al canto gregoriano. Pintilie propone un ejercicio engolado, pretencioso y postizo hasta la náusea. Nuestra favorita para el Oro era MUSEO, de Alonso RuizPalacios

Oso de Plata - Gran Premio del Jurado: MUG, de Malgorzata Szumowska: la película polaca nos convenció, pero creemos que le viene muy grande a una realizadora a la que la Berlinale ha mimado siempre con demasía.

Oso de Plata - Premio Alfred Bauer: LAS HEREDERAS, de Marcelo Martinessi . Nosotros no pudimos verla, pero la acogida del film ha sido estupendaDovlatov. Y la lectura de este merecimiento fue muy ovacionada. Con todo, si había dos cintas que arriesgaban formalmente (logrando consolidar un ejercicio lleno de atractivo y originalidad, todo lo contrario de la cinta rumana ganadora del certamen), esas eran UTOYA 22 JULY y SEASON OF THE DEVIL.

Oso de Plata a la mejor dirección: Wes Anderson, por ISLE OF DOGS. Tampoco pudimos verla, pero el comentario generalizado tras su proyección fue el de que Anderson era el seguro ganador de este apartado.

Oso de Plata a la mejor actriz: Ana Brun, por LAS HEREDERAS. Aplaudidísimo. Figuraba en todos los pronósticos. Insistimos, nosotros no pudimos ver LAS HEREDERAS, mas el trabajo de Ana Brun había calado muy hondo entre público y crítica especializada. Nos hubiéramos alegrado mucho, de todos modos, si se hubieran alzado con el galardón  Marie Bäumer, por su sensible labor en 3 DAYS IN QUIBERON o Andrea Berntzen, por su angustiosa implicación en UTOYA 22 JULY

 Oso de Plata al mejor actor: Anthony Bajon, por LA PRIÈRE. El trabajo del joven intérprete galo es lo más sobresaliente de la discretita cinta de Cédric Kahn, pero su trabajo no está a la altura ni de las dos intensas recreaciones impuestas por el magnífico Franz Rogowski en TRANSIT  y en IN THE AISLES, ni de la ignorante picardía con la que Gael García Bernal pincela admirablemente a su maravilloso personaje de MUSEO.Museo 2

Premio a la mejor Ópera Prima: TOUCH ME NOT , de Adina Pintilie. Bochornoso. Cuánto nos hubiera gustado que se hubiera repetido aquí el éxito de ESTIU 1993, de Carla Simón,  con las mucho más que notables aportaciones de Diana Toucedo con TRINTA LUMES, o de Meritxell Colell Aparicio con CON EL VIENTO. La vasta calidad de ambas hubiera visto así recompensada la magnitud de profunda seriedad y conocimiento que ambas acumulan.

Oso de Plata al Mejor Guión: MUSEO, de Alonso Ruizpalacios (México). Irreprochable. Quizás, el mejor acierto de todo el palmarés.

Oso de Plata a la mejor aportación artística: Dovlatov, de Alexey German. Nada que objetar. Al cine de German Jr se le podrá reprochar la abrumante espesor de su protocolo creativo, pero no el dispositivo escénico que sabe concretar siempre.

 

 

 

 

TOUCH ME NOT, de Adina Pintilie

Nota: 0

Proveniente del campo de la experimentación fílmica más radical de su país, esta videocreadora, por desgracia para los espectadores, cumple a rajatabla todos y cada uno de los errores propios de este tipo de profesionales artísticos cuando deciden dar el salto al terreno del largometraje creado para consumo en pantalla grande comercial, esto es, el ámbito completamente opuesto al de los Museos de Arte Contemporáneo o galerías especializadas en el que acostumbran a dar a conocer, exponer sus instalaciones, performance, videocreaciones, etc. El primero de ellos, el de no saber someter el impulso artístico modulado en esa disciplina al que exige un artefacto distinto a aquel, intentando, además, proponer esa inadaptación, esa estridente rebeldía  en calidad de aportación,  hallazgo apabullante o descubrimiento de territorios expresivos abolidos por la norma imperante.

De esta puntualísima falta de humildad adolece y se inmola TOUCH ME NOT. En ella Pintilie trata de provocar el supuesto aletargamiento del espectador mediante una pretendidamente sofisticada reflexión sobre los límites sensoriales de nuestro cuerpo. La protagoniza una mujer de unos cincuenta años que sufre un comportamiento disfuncional en lo que se refiere a su relación corporal con el otro. No quiere ser tocada. Touch Me Not 1No soporta el roce de un cuerpo ajeno al suyo. En la primera escena del film, la vemos como paga a un joven prostituto para que se duche y se masturbe delante de ella. A partir de ahí, el guión dispuesto para el film lo que va a hacer es trazar un itinerario de encuentros de la protagonista con un nutrido grupo de seres humanos, todos ellos caracterizados por apenas cumplir con el canon de la normalidad, esto es, adscritos abrumadoramente a la extrañeza. Nos hallamos frente a una ruta del tocamiento sin tocamiento, del sobo interruptus, en la que prima el verbo explicatorio de las distintas sensaciones físicas que pretende transmitir en cada situación. El cuerpo, pues, como misterio, como estrategia y como trámite a teorizar.

El film, no cuesta adivinarlo, cae muy pronto en la trampa de su morrocotudo engreimiento. No hay un ápice de modestia escénica ni argumental en TOUCH ME NOT. La teórica fiereza de su planteamiento intencional tropieza rápidamente con el burdo delirio de rarezas especulantes que va acumulando su metraje. Donde debiere primar la hondura de argumentos, sólo campa el morbo más vacuo, anodino y exasperante, por cuanto todos los personajes tropiezan una y otra vez con la incapacidad de expresar con detalle y claridad el cúmulo de sensaciones a los que parece obligarlos obcecadamente el objetivo de la cámara de la realizador rumana. El film se propone como  un níveo, desinhibido borbotón de naturalidad, armonía y liberación, pero no pasa en ningún momento de ser el capricho vejatorio de una creadora pasada de rosca dérmica y psicológica. TOUCH ME NOT no  supera jamás su extravagante condición de modernito consultorio sentimental para aficionados al sexo con taje de neopreno.

 

 

 

   

 

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