El gran cineasta chino Wong Kar Wai presenta su bellísima THE GRANDMASTER.
Berlín nos ha recibido de nuevo. A uno siempre le gusta retornar a la capital germana, pues los meses de ausencia en ella no son obstáculo alguno para reconocerla enseguida. En esta urbe afable cuesta bien poco habituarse a la respetuosa placidez que la caldea hasta el último de sus rincones. Si a ello le añadimos las razonadas esperanzas de unos días de buen cine, convendrán conmigo quienes sean adictos al Séptimo Arte que el manjar, por lo tanto, bien puede ser calificado como de total. Aquí resistiremos devorándolo. Veremos quién es el que más puede…
THE GRANDMASTER, de Wong Kar Wai
Nota: 7.5
El magistral creador de DESEANDO AMAR ha decidido dar un giro radicalísimo a su trayectoria. Tras la cuestionada deriva que supusieron 2046 y MY BLUEBERRY NIGHTS, Wong Kar Wai se ha embarcado en la ejecución de un curioso biopic, que gira en torno a una de las figuras claves del arte marcial del pasado siglo XX: el maestro Ip Man, reconocido mentor, entre otros muchos discípulos más, del mítico Bruce Lee.
Pese a que el género de las artes marciales no es nuevo para el hongkonés (ahí está ASHES OF TIME y su posterior reedición), no deja de estar justificada la enorme curiosidad que despierta este evidente viraje artístico, dentro de la obra de uno de los estetas más nobles que conoce el cine contemporáneo. THE GRANDMASTER, sobre el papel, despierta un buen número de curiosidades, pues el desplazamiento genérico desde un film como MY BLUEBERRYNIGHTS hacia el que ahora comentamos es cuanto menos forjador de no pocas intrigas… ¿Habrá sido capaz el realizador de no sucumbir a los imperativos coreográficos, violentos, superficiales y delirantes a los que nos tiene acostumbrado este tipo de legado asiático? La respuesta, afortunadamente, es no.
THE GRANDMASTER, sabedor de la encrucijada de corpus que plantea, es un film que tiene la valentía de aprovecharse de esas numerosas costuras que lo hilvanan. Desde el primero de sus planos, se pone en evidencia un atractivo combate, que no es el que dirimen sus personajes dentro de ella, sino el que pone en litigio la voluntad autoral del creador y las reglas inherentes al producto en el que ha decidido inmiscuirse. El hipnótico fluido de imágenes que propone no es sino el fruto, el fogonazo, la candencia de la fértil y desequilibradora pugna entre la flagrante disimilitud de esas dos voluntades convocadas: la de quien no está dispuesto a dejarse arrollar por la dificultad de la empresa y la de los obstáculos dirimidos por ésta.
De resultas, los mejores momentos de THE GRANDMASTER son aquellos –los más- en los que sale vencedor el afán envolvente, etéreo, inaprensible, deslizador, líquido y enigmático de su realizador. Se nota el gozo del cineasta por imponerse a la envarada codificación del género: Kar Wai y su equipo artístico logran la proeza de estimular un novedoso acercamiento hasta él. La cámara del realizador propone elegancia, sensibilidad, hondura y significados nuevos a los oxidados desenfrenos acrobáticos ya consumidos.
El extensivo poderío ejecutor del autor de HAPPY TOGETHER se inmiscuye entre ellos dictaminando una puesta en escena en la que el gusto por el detalle hecho captura, el pincelado del recoveco, la detención del instante, la exaltación de la mirada, la sorpresa mostrativa inesperada y la vertiginosa significación estética se adueñan del encuadre privilegiado. Los combates, las pugnas, los ajustes vengativos, las exhibiciones marciales ceden a la hipnosis coherente del cálculo emprendido por la orquestación de un cineasta siempre obsesivo, extenuante, sinuoso y preocupado por alumbrar una densa apropiación de un género que, en sus manos, se somete al dictado de una arrolladora fertilidad sensorial.
Sin embargo, contra pronóstico, hay un palmario desequilibrio que menoscaba la totalidad de un film que podría haber sido sobresaliente. En THE GRANDMASTER el personaje principal, paradójicamente, acaba quedando ensombrecido por la grandiosa aportación de un excelente personaje femenino. Ip Man no puede más que dejar paso a la altiva, segura y subyugante Gong Er, la hija de Gong Baosen, el maestro del noreste chino que repara antes que nadie en las habilidades de Man. El film no resiste que su personaje medular quede en un segundo plano no previsto, pues gana unos magníficos enteros afectivos, emocionales y misteriosos, que menguan ostensiblemente cuando ella (una espléndida Zhang Ziyi) no se halla en escena.
De todas formas, THE GRANDMASTER salda su particular contienda con la saludable noticia de que Wong Kar Wai ha sabido hacer del peligroso envite un estimable artefacto mediante el que acreditar su aterciopelada valía.