Two Lovers Cartel

 

 

 

Título Original  Two Lovers

Año 2008

Duración 100 min.

País USA

Director James Gray

Guión James Gray, Ric Menello

Música Varios

Fotografía Joaquín Baca-Asay

Reparto Joaquin Phoenix, Gwyneth Paltrow, Vinessa Shaw, Isabella Rossellini, Elias Koteas, Moni Moshonov.

Productora Magnolia Pictures / 2929 Productions

Valoración 10

 

 

Miembro de esa formidable última generación de neoclásicos que nos está brindando el cine norteamericano –me refiero a Nolan (Origen), a Thomas Anderson (Pozos de ambición), y a Fincher (La Red Social)-, James Gray es, de todos ellos, el que menos reconocimiento crítico y público se ha granjeado. Por lo que a mi respecta tal corroboración es sumamente dolosa e injusta. Su reposada instrucción escapa a toda la vulgaridad y a toda la medianía que colman la mayor parte de nuestras  pantallas. La severa sencillez expositiva que caracteriza al autor de “Cuestión de sangre, la otra cara del Crimen y la noche es nuestra” la hace merecedor de un lugar entre los mejores narradores de este primer tercio del siglo XXI.

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De entre todas las mentadas, la suya es la apropiación escénica más sutil, cercana y humanista. Gray esculpe en sus planos una contundencia significante, oscura, inaprensible; una solidez amarga y discreta que trasciende la acción enmarcada, descrita, representada: ese hálito intransferible y recóndito llamado estilo propio. Una escueta, precisa, inclemente metodología propia, mediante la que  hurgar quirúrgicamente  en ese lado oscuro de la representación, que sólo está al alcance de quienes no se conforman con la cómoda superficie de las cosas.

La nueva ocasión de paladear esta brillante intransferencia se llama Two Lovers. Para sorpresa de sus devotos, esta vez, dando muestras de una voluntad aperturista asaz elogiable y arriesgada, el dispositivo argumental que se dispone desarrollar se sitúa muy lejos del drama policiaco. Sus tres trabajos anteriores imponían una mirada espiritual y atormentada a los férreos códigos que caracterizan al género negro. A Gray le interesan más las consecuencias subjetivas del conflicto narrado que el desarrollo policial inherente a los films adscritos a esa fundamental tipología.

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El sello inalienable de sus espléndidas incursiones es la importancia dada a los apremios íntimos. Two Lovers, por su parte, abandona el adjetivo genérico (policiaco), pero se empeña en lo sustantivo a su magnífica firmeza. El drama policial da paso al drama romántico. Lo básico sigue incuestionado. La magnitud de la intensidad de la mirada se mantiene constante. El sentimiento amoroso analizado con la dura templanza de un privilegiado capturador de la fractura interna. De resultas, pues,  ríndanse ante lo excelso del resultado.

Two Lovers se ciñe en torno a la desolación un ser abatido. Leonard (inquietantemente frágil, tortuoso, veraz hasta el dolor Joaquin Phoenix)  vive marcado por un desgraciado pasado afectivo, que lo ha condenado a padecer un trastorno bipolar grave. Su primera aparición, de hecho, describe los instantes anteriores a un intento de suicidio. El joven vive a recaudo de sus preocupados padres. Por causa del negocio familiar, Leonard conoce a Sandra, la hija de un empresario que garantiza un buen futuro a la tintorería que regenta el padre. Pronto los dos entablan una sincera amistad, que tendrá visos de elevarse por encima de esa pronta simpatía mutua. Sin embargo, la fortuita aparición de Michelle (arrolladoramente sincera, atractiva y fatal Gwyneth Paltrow), una nueva vecina en la finca, dará al traste con esa estabilidad amorosa intuida.

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Two Lovers dirime una penetrante disección sobre la duda, entendida ésta como aledaño tormentoso del ser humano que ama. El joven protagonista se mostrará completamente incapaz de controlar el peligroso bucle en el que decide embarcar la fragilidad de su sinceridad amante. Leonard, como pocas veces ha sido lograda en la cinematografía contemporánea, vine a ejemplificar al héroe trágicamente abrupto, escindido entre el unívoco dictado de la razón y la tortura vivificante del abismo que cincela en su alma las leyes del deseo.

La  puesta en escena de Gray privilegia una aérea turbiedad ambiental que no hará sino arrimarse, alimentar, incidir en el meollo esencial generatriz del planteamiento dramático: el individuo abocado a la solución de un acuciante dilema. El herido por amor situado en el vértice más doloroso de un triángulo cuyo trazado se le ha escapado por el infinito de la angustia. El afecto dirimido como pura escisión: elegir la serena complicidad de quien te quiere o naufragarte por la línea en fuga que define siempre el caro objeto que la pasión hace vislumbrar cual espejismo cierto. La disyuntiva del querer emplazada como enfermedad, como maraña, como trampa, como incauta probabilidad.

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Un delicado, angustioso merodeo por los alrededores de ese monumento a la imposibilidad del amor que es Vertigo, de Alfred Hitchcock: la conversación en la azotea susurra al funesto desenlace en el campanario del convento.  Two Lovers conmueve por la intensidad con la que recrea esa trágica felicidad que es la renuncia, cuando ésta es obligada resolución. Una magistral lección de cine. Junto con Un Profeta y Toy Story 3, la mejor película del año pasado.

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