CAR SEAT HEADREST
THE SCHOLARS
Matador
Nota: 6.8
Comentario:
Aunque el resultado no haya sido completamente satisfactorio, hay que reconocerles el mérito a los Car Seat Headrest de resucitar la perdida ópera rock, un subgénero del rock tan ambicioso como interesante. Precisamente por esto, es tan complicado de desarrollar y concebir como álbum. A finales de los sesenta (Tommy de The Who), pero, sobre todo, en los setenta, tenemos los ejemplos de A night at the opera de Queen, The wall de Pink Floyd o Quadrophenia (también de The Who). Además, se corre el peligro de que las composiciones, tomadas individualmente, se descontextualicen o pierdan fuerza al separarlas del núcleo; por no hablar de la capacidad musical que hay que tener para que la obra no naufrague. El caso presente, The scholars, que tiene como marco narrativo una ficticia institución de enseñanza, funciona a ratos, encontramos en él momentos excepcionales y pasajes aborrecibles. Era de esperar, dados los conocimientos musicales de las bandas actuales, sin embargo, no deja de ser un esfuerzo encomiable por parte de la banda estadounidense.
La obertura tiene por nombre las iniciales CCF. Hace las veces de metacanción, pues se habla de la obsesión por el legado artístico y el temor a la irrelevancia. Dura 8 innecesarios minutos y se compone de batería, teclados, guitarra eléctrica con distorsión y voces dobladas que elaboran armonías vocales en una introducción de casi 3 minutos. Devereaux, con clara influencia de The Cars, comienza con un beat de batería de rock clásico que siguen, posteriormente el bajo y la guitarra tocada con palm mute. El corte versa acerca de la tensión establecida entre la tradición y el progreso.
Lady Gay Approximately (tal vez en referencia al tema Queen Jane approximately de Bob Dylan) es una enigmática pista mucho más contenida y austera que las anteriores, pues consta únicamente de guitarra acústica y voz. Se explora aquí la identidad de una cultura remota. The catastrophe, por su parte, contiene una letra provocativa. Oímos la batería, el bajo, la guitarra eléctrica que ejecuta en sus riffs armónicos artificiales y armonías vocales. El resultado es desmedido, cuesta de acabar la escucha. En otro orden, Equals (sobre la soledad y el aislamiento) se desarrolla en un in crescendo que tarda en resolverse (el anticlímax no llega hasta el estribillo). Suenan teclado, batería y guitarra eléctrica.
Gethsemane poco tiene que ver con Jesus Christ Superstar, pues narra las conspiraciones de una pequeña secta que se oculta entre los jóvenes estudiantes. Abre el bloque de canciones insoportablemente largas para lo que se oye o relata, con una duración de 13 minutos. Empieza a capella y se van sucediendo luego secciones de batería, guitarra eléctrica y sintetizadores de sonido psicodélico como cuando los años sesenta. La segunda de este ciclo es Reality (11 minutos), que describe situaciones de desengaño mediante imágenes oníricas. El sonido del teclado es etéreo, en contraste con la canción anterior. Están presentes también la percusión, un piano sintético y la guitarra eléctrica, que elabora un pesado solo con fuzz y distorsión. Cierran esta serie, con la palma de oro en cuanto a extensión, los 18 minutos de Planet desperation. ¿Para qué tanto? La temática es similar a la de la segunda pista. En cuanto a lo musical, se distinguen el piano antes mencionado, que genera tensiones armónicas, la voz principal doblada, coros, bajo, batería y guitarra eléctrica. La primera parte es caótica, el interludio es relajado, con unos segundos a capella. A continuación, vuelven las distorsiones y, finalmente, se queda un sutil patrón de batería. Cierra el álbum True/false lover, que describe la ansiedad de los jóvenes. Aquí sólo se incluyen batería, voz y guitarra eléctrica.
The scholars, en lo lírico, está plagado de referencias, capas, tensiones familiares y búsquedas introspectivas. En ese sentido, llama la atención la imaginación de las letras, lástima que la música no siempre les haga justicia. Por otra parte, la duración de ciertos temas señalados está, por el contenido, totalmente injustificada. De todas formas, como se ha subrayado antes, el empeño que ha puesto el grupo de Virginia en rescatar el olvidado subgénero rock es digno de elogio. El simple hecho de afrontar esta tarea hercúlea merece, de por sí, un notable alto.